Un agujero negro ejemplar
La distribución de temperatura en el borde del famoso cuásar de la Cruz de Einstein se ajusta a los modelos
Una combinación de lupas naturales en el cosmos con los grandes telescopios VLT europeos, situados en Chile, han permitido observar con gran detalle lo que pasa cerca del borde de un agujero negro lejanísimo y potentísimo, famoso porque es el que da lugar al espejismo astronómico conocido como Cruz de Einstein. Lo que han hallado los astrónomos es que la distribución de materia y temperatura en el disco del que se alimenta el agujero negro se ajusta a lo que predicen los dos modelos teóricos más aceptados.
La cruz de Einstein, que se puede observar en el cielo en la constelación de Pegaso, son cuatro imágenes en forma de cruz de un solo cuásar, situado a unos 10.000 millones de años luz. Las imágenes son producidas por la lente gravitacional que supone una galaxia interpuesta, 10 veces más cercana y fueron descubiertas como tales en 1988. Este efecto fue predicho por Albert Einstein como consecuencia de su teoría de la relatividad general, por la que la gravedad deforma la luz. Un cuásar es un objeto que radia gran energía en el centro de una galaxia y que, supuestamente, es un agujero negro supermasivo que atrae gran cantidad de materia y está rodeado por un disco llamado de acreción.
Las lentes gravitacionales son lupas naturales en el cosmos
En el centro de la Vía Láctea hay 4 millones de veces la masa del Sol
"Hemos combinado la macrolente gravitacional de la galaxia con el efecto microlente de las estrellas que contiene", ha explicado a este diario el astrónomo chileno Timo Anguita, miembro del equipo que ha hecho las observaciones con los telescopios del Observatorio Europeo Austral (ESO). "Esta combinación nos permite ver en detalle que la temperatura va bajando desde la zona más próxima al agujero negro observada a la zona más lejana, y lo hace cómo predicen los modelos".
Han hecho falta tres años de observaciones para concluir el trabajo. El detalle con que se ha realizado la observación -1.000 veces mejor que utilizando las técnicas normales con un telescopio- es equivalente a divisar una moneda de euro desde cinco millones de kilómetros de distancia, unas 13 veces la distancia de la Tierra a la Luna, ha señalado Frédéric Courbin, que ha dirigido el trabajo.
Las nuevas técnicas de observación astronómica están desvelando los misterios de los agujeros negros supermasivos, míticas regiones del universo donde se producen las condiciones físicas más extremas-, que saltaron hace muy poco del campo de la teoría al de la observación experimental. Nuestra galaxia, la Vía Láctea, también tiene un agujero negro supermasivo en su centro, aunque no está rodeado de un disco de materia. Los astrónomos creen que ya lo han cazado definitivamente, que tienen pruebas casi irrefutables de su existencia, ya adelantada en 1994. Tras 16 años de observaciones de las estrellas más próximas que giran alrededor de él, astrónomos que trabajan igualmente con telescopios de ESO han concluido que la masa del agujero negro del centro de la Vía Láctea es igual a cuatro millones la del Sol y que la distancia de la Tierra al centro de la galaxia es de 27.000 años luz, una nimiedad si se compara con la del cuásar ahora observado, mucho más masivo.
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