Nicaragua
En su artículo del 10 de diciembre, Benjamín Forcano se hace eco de la línea oficial del Gobierno nicaragüense para defender el fraude cometido en Nicaragua en las elecciones municipales del pasado 9 de noviembre. Uno de los argumentos empleados por Daniel Ortega -y que el articulista repite- es el de que el FSLN aceptó los resultados desfavorables de las elecciones de 1996, en las que ganó Arnoldo Alemán, a pesar de las irregularidades reportadas. Si ellos aceptaron su derrota, ¿por qué no lo hace ahora la oposición?, preguntan. Efectivamente, en 1996 se produjeron irregularidades. Constan en los informes de la OEA y del Centro Carter. Sin embargo, la diferencia entre Arnoldo Alemán y Daniel Ortega fue de 12 puntos. O sea, que Alemán ganó con una mayoría tan amplia que estas irregularidades, como se comprobó, no fueron significativas. No es el caso de las elecciones recientes, donde la diferencia en muchos municipios fue de unos cuantos miles de votos y donde las irregularidades sí significaron la diferencia decisiva para concederle la victoria a los candidatos del Gobierno. Sólo en Managua, el Consejo Supremo Electoral (CSE) no reportó el resultado de más de 600 juntas electorales, o sea, 120.000 votos.
En cuanto a la revisión de las actas que Forcano dice que se produjo, la oposición fue informada a las 10 pm de que ésta se realizaría a las 12 pm, pero que no se admitiría observadores imparciales. Al no aceptarse esta demanda, la oposición se negó a asistir. Al día siguiente, el CSE informó de que había hecho la revisión de 12 a 3 am. Si así hubiera sido, la revisión de más de 2.000 actas, calculando un minuto por acta, debía haber tomado al menos 30 horas. Ese proceso fue una farsa más.
Por último, en cuanto a los observadores internacionales que menciona Forcano, éstos pertenecían a una organización sin ninguna experiencia recientemente creada bajo los auspicios del Gobierno venezolano de Hugo Chávez. No sólo por falta de experiencia, sino también por su clara simpatía política, es evidente que esta observación no puede ser considerada ni de buen nivel técnico ni imparcial.
El Gobierno de Ortega y sus simpatizantes justifican a menudo sus entuertos argumentando que en Nicaragua se han cometido peores. Lo vemos en la forma en como Forcano justifica el manejo indebido de los bienes del Estado por el FSLN tras la derrota electoral de 1990, diciendo: "Hubo corrupción en la primera etapa del FSLN, cierto, pero ésta fue ridícula comparada con el festín que luego se dio la derecha en sus 16 años de gobiernos".
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