Vientos de Oriente
Taniguchi realiza una lúcida reflexión sobre las relaciones generacionales. Hayashi traza un bellísimo poema visual
Desde que Osamu Tezuka sentara las bases de una forma definida y característica de entender la historieta, que incorporaba a la tradición ilustrativa nipona las influencias del tebeo de prensa americano y la animación de Disney o los Fleischer, el manga ha evolucionado con inusitada velocidad tanto en su vertiente artística como, sobre todo, comercial. Ha demostrado un dinamismo y vitalidad envidiables, aportando multitud de obras maestras al cómic adulto, sobre todo tras la creación del movimiento gekiga que abanderasen Yoshihiro Tatsumi, Kazuo Umezu o Yoshiharu Tsuge a finales de lo sesenta. Nuestro país, no ajeno a la invasión imparable del manga, fue uno de los primeros en los que se compaginó la vertiente más comercial con la edición de obras de autores tan fundamentales como los ya citados, Suehiro Maruo, Katsuhiro Otomo o Jiro Taniguchi, que siguen fieles a su cita con los lectores aprovechando eventos tan populares como el Salón del Manga de Barcelona.
El almanaque de mi padre
Jiro Taniguchi. Traducción de Sayori Suzuki y Eugènia Bigas. Planeta De Agostini. Barcelona, 2008. 272 páginas. 12,50 euros.
Elegía Roja. Seiichi Hayashi. Traducción de Víctor Illera. Ponent Mon. Tarragona, 2008. 232 páginas. 15 euros.
Así, una de las novedades más interesantes de la edición de este año ha sido, sin duda, la nueva edición de la indispensable El almanaque de mi padre, de Jiro Taniguchi. Una obra de base tangencialmente autobiográfica que sirve al autor para desarrollar una compleja y lúcida reflexión sobre las relaciones generacionales. El funeral por el fallecimiento de su padre obliga a Yôichi a volver a su pueblo natal tras años de ausencia, convirtiéndose en el detonante de un ejercicio catártico de recuerdo, que en literal expresión aristotélica llevará al protagonista a cuestionarse su propia evolución como persona. Un proceso que, como siempre en la obra de este autor, se basa en un ritmo pausado que se detiene en la contemplación de lo cotidiano y de los pequeños detalles. Esta experiencia narrativa fue ya ensayada en El caminante (Ponent Mon), pero aquí demuestra ser un recurso ideal para poder vehicular un continuo alternar de memoria-pasado y realidad-presente. Una obra magistral que el mismo autor continuaría indirectamente en Barrio lejano (Ponent Mon), donde la infancia volvería a ser revisitada, esta vez con excusa fantástica casi manida -un hombre se despierta en su cuerpo de adolescente- pero iguales objetivos y brillantes resultados.
Acostumbrados a que el manga clásico pasa obligatoriamente por el nombre de Tezuka, es toda una agradable sorpresa encontrar la edición de Elegía Roja, de Seiichi Hayashi. Una obra realizada a principios de los años setenta que representa perfectamente la inquietud de los autores japoneses hacia la cultura occidental, importando en este caso a la historieta nipona los modos y argumentos de la nouvelle vague cinematográfica francesa. La relación entre Ichiro y Sachiko es contada a través del trazo apenas esbozado de Hayashi, en el que los rostros quedan marcados con una leve línea que descarga toda la expresividad sobre las figuras humanas y sus posiciones, componiendo un bellísimo poema visual. El amor empapa cada uno de los actos de la pareja, trasladándose al lector mediante imágenes y formas sinuosas, construyendo una delicada caligrafía de la sensualidad y la pasión, animada por una elipsis permanente y por unos silencios omnipresentes, que no evitan la visión comprometida y realista hacia su sociedad. Dos obras que reflejan perfectamente el pasado y presente de una forma de entender el cómic a descubrir.
El almanaque de mi padre. Jiro Taniguchi. Traducción de Sayori Suzuki y Eugènia Bigas. Planeta De Agostini. Barcelona, 2008. 272 páginas. 12,50 euros. Elegía Roja. Seiichi Hayashi. Traducción de Víctor Illera. Ponent Mon. Tarragona, 2008. 232 páginas. 15 euros.
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