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Reportaje:

El complicado camino de la democracia argentina

Se cumplen 25 años de la toma de posesión de Alfonsín

Soledad Gallego-Díaz

Argentina cumple hoy 25 años de vida democrática, un largo camino hacia la normalización institucional que empezó el 10 de diciembre de 1983 con la toma de posesión de Raúl Alfonsín, tras siete años de feroz dictadura militar. Un cuarto de siglo después, Alfonsín se ha convertido en el símbolo de la democracia y a sus 81 años, enfermo, en uno de los pocos personajes de la vida política argentina que concita el homenaje de prácticamente todo el país. La sociedad argentina, por su parte, hace frente a una enésima crisis económica en medio de un panorama de partidos muy debilitados y de duros enfrentamientos políticos entre el Gobierno y la oposición.

Para los argentinos han sido 25 años agitados, a veces esperpénticos, con peligrosos periodos de inestabilidad y con profundas crisis, como la provocada por el corralito de 2001 que acabó con los ahorros de la clase media, pero, al fin y al cabo, 25 años de vigencia constitucional y de traspaso legal del poder ejecutivo.

El país ha vivido momentos de esperpento, como el 'corralito' de 2001

La última aparición pública de Alfonsín fue el pasado 1 de octubre, cuando asistió a un inesperado homenaje que le proporcionó la actual presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, al colocar su busto en bronce en la galería de la Casa Rosada. "Usted es el símbolo del retorno de la democracia y es justo darle un homenaje, a los 25 años de democracia y a usted, por dedicarse, abrazarse a su causa", dijo una emocionada Cristina Fernández.

Pocos días después, el 30 de octubre, el ex presidente se dirigió a través de un mensaje grabado a más de 10.000 personas reunidas en el histórico Luna Park, de Buenos Aires. Alfonsín conmovió con un discurso en el que llamó a la concordia nacional: "Tenemos que querernos más entre todos los argentinos porque a través del esfuerzo común es como podremos resolver nuestros problemas". El ex presidente recordó que no se construye la democracia sobre la base de la destrucción de todo lo preexistente, algo muy habitual, dijo, en la vida política de la República. Alfonsín pidió unidad entre la oposición radical (muy dividida) y diálogo con el Gobierno de Fernández (algo casi imposible en los actuales momentos de gran enfrentamiento político).

La presidencia de Raúl Alfonsín duró de 1983 a 1989, y tuvo que hacer frente a la reconstrucción de un país destruido por una dictadura militar que había causado 30.000 muertos, asesinados y desaparecidos, y por una guerra insensata para la recuperación de las islas Malvinas. El político radical, abogado y defensor de los derechos humanos, no tuvo los apoyos de todos los que ahora dicen admirarle y agradecer su empeño: más bien tuvo que luchar contra todo tipo de conspiraciones y maniobras desestabilizadoras.

Alfonsín puso en marcha la llamada Comisión sobre la Desaparición de las Personas, que hizo público el estremecedor informe Nunca Más y logró el procesamiento de los principales responsables de la dictadura, Jorge Videla, Emilio Massera, Ramón Agosti y otros militares que fueron inicialmente condenados. No soportó, sin embargo, las presiones y aceptó aprobar inmediatamente las llamadas Leyes de Punto Final y Obediencia Debida, que dejaron fuera de la cárcel a casi todos los asesinos con uniforme. Videla y sus compinches no pudieron volver a ser juzgados hasta la llegada al poder de Néstor Kirchner, cuando se puso en marcha, de nuevo, la persecución penal de algunos de aquellos delitos.

El ex presidente estuvo permanentemente amenazado por levantamientos militares, el más conocido de los cuales fue el protagonizado por los carapintadas en el cuartel de La Tablada, y sufrió el embate de la hiperinflación, a la que no supo poner freno. Unos días antes de que acabara realmente su presidencia, a trancas y barrancas, consiguió entregar su mandato a otro presidente civil, Carlos Menem. En cualquier caso, era la primera vez que algo así sucedía en Argentina desde 1916. La toma de posesión de Alfonsín marca el inicio del más extenso periodo democrático ininterrumpido de la historia de la República.

No tuvieron el mismo éxito sus intentos por acabar con la inmoralidad pública. "Vamos a hacer un Gobierno decente", prometió Alfonsín en el balcón del Cabildo aquel 10 de diciembre. Quizás el suyo lo fue, pero la segunda etapa, con Menem a la cabeza, dio origen a uno de los mayores periodos de corrupción en Argentina. La sucesión de Menem y del extraordinariamente incompetente Fernando de la Rúa provocó además una crisis política, con la loca rotación de cinco presidentes de la República en dos semanas, hasta la sorprendente victoria electoral de Néstor Kirchner, que estabilizó la situación

Lo importante, según el propio Alfonsín, es que, pese a todas las frustraciones, se haya logrado cumplir 25 años de democracia. Para que sea posible cumplir los próximos 25, asegura, habrá que recomponer la vida de los partidos políticos argentinos (el Radical prácticamente se hundió con De la Rúa) y lograr el desarrollo de una mayor cultura cívica, que ponga coto a la corrupción y promueva la mayor fortaleza de las instituciones. Una tarea difícil para una sociedad muy combativa pero muy cansada, reconoce el ex presidente.

Investidura de Raúl Alfonsín (con la banda presidencial) en Buenos Aires, en 1983.
Investidura de Raúl Alfonsín (con la banda presidencial) en Buenos Aires, en 1983.UPI

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