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Juicio a cuatro 'mossos' acusados de romper el brazo a un detenido

El fiscal pide cuatro meses de cárcel para tres policías, que niegan los hechos

"Yo soy como mucha gente de África, que quiere buscar una vida mejor y por eso vino aquí. Lo sigo creyendo, pero menos". Con estas palabras concluyó ayer su declaración ante el tribunal el guineano Aliou Bobo Diallo. Acababa de relatar con todo detalle la supuesta agresión que sufrió de diversos mossos d'esquadra la noche del 28 de abril de 2006 en el centro de detenidos de la comisaría de Les Corts, en la cual acabó con el brazo fracturado.

Cuatro de esos policías se sentaron ayer en el banquillo de los acusados de la Sección Novena de la Audiencia de Barcelona. El fiscal acusa a tres y solicita para cada uno cuatro meses de cárcel por lesiones y una indemnización total de 61.420 euros. La acusación particular eleva la pena a ocho años por lesiones y torturas para tres policías, y seis años para el cuarto.

"Recibí una lluvia de golpes, patadas y puñetazos en la nuca y la espalda"
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Todo empezó, según el relato de la víctima, cuando pidió un vaso de agua y una policía le arrojó a la cara el contenido de una botella desde el otro lado de la celda, la más pequeña del centro. El detenido se alteró porque se le mojó el colchón y la camisa, y fue entonces cuando llegaron un grupo de policías. Diez, según la víctima; cuatro, según la fiscalía y los acusados. El caso es que le hicieron tumbarse en el suelo boca abajo, lo redujeron y le esposaron las manos a la espalda.

Durante esa acción, el detenido acabó con fractura del tercio inferior del húmero izquierdo. "Por dos fuerzas contrapuestas de considerable entidad, una de flexión y otra de torsión", dice la fiscalía. "Recibí una lluvia de golpes después de estar esposado, con puñetazos en la nuca y patadas en la espalda, hasta que el brazo explotó", relató el detenido.

El cabo Ignasi Santafé y los agentes José María Vega, Francesc Xavier Noguer y Manuel Campos no supieron explicar lo ocurrido y se limitaron a declarar que usaron la fuerza mínima e imprescindible. Pero el caso es que el hueso se fracturó, aunque los policías no supieran explicar cómo. El forense Miquel Orós fue más claro al declarar que la deformidad del brazo era muy visible y que el ruido que debió de hacer el húmero al romperse sería "impresionante" y audible por cualquier persona que estuviera cerca. Según el forense, se produjo un mecanismo de palanca, que habría requerido una "gran fuerza de presión" por parte de los agentes en el proceso de inmovilización.

Los policías dijeron que entre los cuatro no podían con el detenido y que estaba muy nervioso. Tanto, que incluso estando en el suelo con los policías encima, llegó a levantar a uno de ellos con un brazo. La simple comparación entre la corpulencia física de la víctima y la de los policías hace dudar de ese relato.

No fue hasta al cabo de una hora de ser esposado, según el detenido, cuando empezó a gritar por la rotura del húmero. "Al tocarle el brazo ya sabíamos que estaba roto", declaró un sanitario que le atendió en el hospital de Perecamps. "Tenía una gran deformidad en forma de zeta", recordó la enfermera que estaba de turno aquella noche. "Cuando le quitaron las esposas se le cayó el brazo encima de mi mano. Dijo que la lesión se la habían provocado los mossos d'esquadra", recordó. Pero la testigo no pudo dejar de recordar al tribunal una frase que le dijo el paciente que escapa a la medicina: "El dolor más hondo lo tengo en el alma".

"Un problema vitamínico"

El abogado de la Generalitat que defiende a los policías aportó ayer una singular explicación sobre el origen de la rotura del húmero: la falta de vitaminas en la víctima. Puede parecer una broma, pero está grabado en el CD del juicio que el letrado aseveró que el hombre sufría "un problema vitamínico" porque procede de Senegal y tuvo una "infancia de guerra y hambre".

Momentos antes, el defensor preguntó a la víctima si llegó al hospital con los brazos esposados y en forma de equis. El senegalés no entendió la pregunta, aunque lo acabó negando. "¡Ha dicho que sí!, ¡ha dicho que sí!", repitió eufórico el abogado, mientras la víctima no paraba de negarlo: "¡No, no, no!". La situación creada fue tan esperpéntica que provocó risotadas en la sala de vistas y hubo de poner orden el juez.

El letrado es Josep Lluís Florensa Labazuy, el mismo que defendió a los cinco mossos que han sido condenados por infligir torturas y lesiones a un rumano al que confundieron con un delincuente. El 21 de abril de 2006, cinco días antes de ocurrir los hechos que se juzgaron ayer y cuando era consejera de Interior Montserrat Tura, el abogado fue condecorado por los Mossos con la medalla de bronce al mérito policial con distintivo azul.

Florensa también protagonizó un tercer episodio cuando le espetó al senegalés: "Usted ya tiene experiencia en pasar por las comisarías porque ¿ha estado dos veces detenido con anterioridad, no?". El juez declaró la impertinencia de la pregunta, como ya había hecho con la fiscal, que inició el interrogatorio preguntando al senegalés porqué estaba detenido.

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