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Tribuna:LA CUARTA PÁGINA
Tribuna
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Latinoamérica, un desafío para Obama

El nuevo presidente de Estados Unidos tendrá que afrontar los retos de una zona que no conoce y que ha dado quebraderos de cabeza a sus antecesores. Los casos más peliagudos son Nicaragua, Venezuela y Cuba

Jorge G. Castañeda

Cuando Barack Obama tome posesión el 20 de enero, tendrá que afrontar un gran número de desafíos. Los conocemos: la crisis financiera internacional, su creciente contagio de la economía real, los posibles colapsos económicos en el horizonte de varios países, salir de Irak sin dejar un tiradero, entrar a Afganistán sin agravar el tiradero ya existente, evitar un enfrentamiento de Israel con Irán, o de Irán con Israel, y presionar desde un principio al Tzahal para que deje de apoyar la creación de nuevas comunidades en los territorios ocupados que hagan inviable para siempre la coexistencia de dos Estados. Por si fuera poco, es posible que deba afrontar también retos procedentes de una región que no conoce y que, sin embargo, le ha dado más de un dolor de cabeza a varios presidentes norteamericanos. Se trata, por supuesto, de América Latina, de donde varias señales no auguran nada bueno.

En un mundo ideal, Obama preferiría seguir con la política de Bush hacia Chávez
El presidente electopara levantar el embargo a Cuba

Primero, un país emblemático para Estados Unidos, por todas las malas razones: Nicaragua. Se le atribuye a Daniel Ortega haberle confiado hace poco a un interlocutor que no pensaba volver a perder una elección como en 1990, y que esta vez haría todo lo necesario, desde el poder, para no repetir el error. Parece haberlo logrado. Las acusaciones de la oposición al Frente Sandinista en torno al fraude electoral en las elecciones municipales del 9 de noviembre, aunada a la prohibición de observadores internacionales de la OEA o del Centro Carter, han generado una amplia impresión de maniobras y trampas para violentar el sentimiento de los votantes que hacen palidecer a las viejas mañas del PRI en México. Todo indica que la oposición ganó la alcaldía de Managua y muy posiblemente varias otras: León, Granada, Masaya y Chinandega. Después de la votación, lo que antes se llamaban las turbas sandinistas han vuelto a despertar para interrumpir a golpes las manifestaciones de los opositores e impedir la protesta contra el fraude.

El problema no se antojaría tan grave si no fuera por el silencio ensordecedor en la región latinoamericana, y en España también, que ha acompañado a este atropello. A pesar de que la Carta Democrática Interamericana fue elaborada justamente a raíz del fraude electoral perpetrado por Alberto Fujimori en el año 2000 en Perú, y que desde hace tiempo se acepta, afortunadamente, que la democracia en cada país de América Latina es asunto de todos los países de América Latina, ningún gobierno ha protestado. La razón: lo que le volvió a suceder a José Miguel Insulza, secretario general de la OEA, cuando al expresar cierta preocupación por los acontecimientos, fue vilipendiado por los portavoces de Ortega y por sus camaradas que no podían faltar a la cita: los heraldos del chavismo. Pero la oposición puede, y muy probablemente así lo intente, lograr que se suspenda la ayuda de EE UU y de la UE a Nicaragua, y se interrumpan los créditos del Banco Mundial y del BID, entre otros, por violaciones a diversos instrumentos internacionales. Y eso obligará a definiciones, de todos, pero principalmente de Obama.

Lo mismo puede suceder con Venezuela. A pesar de un esfuerzo desmedido, de amenazas constantes, de una manipulación descarada de los medios y del presupuesto, y del esfuerzo por transformar elecciones municipales y de gobernadores en un referéndum sobre su propia permanencia en el poder, no se cumplieron los deseos de Hugo Chávez. La oposición ganó Caracas, el Estado petrolero de Zulia, el Estado industrial de Carabobo, el Estado políticamente crucial de Miranda, y Sucre, el municipio más pobre y poblado. Parece haber retenido el Estado de Barinas, donde su hermano Adán era el candidato oficialista pero la oposición ahí ha denunciado múltiples atropellos graves y evidentes.

Ahora bien, si la historia de los últimos diez años nos dice algo, es que cada vez que Chávez se encuentra en honduras (sin mayúscula, por supuesto), su propensión a la fuite en avant es ilimitada. Responde al revés con radicalidad: pega manotazos, nacionaliza empresas, ataca vecinos y adversarios, y profundiza el camino al "socialismo del siglo XXI". Es muy posible que entre sus reacciones próximas figuren más nacionalizaciones de empresas extranjeras, más cierres o una mayor censura a los medios críticos (ya sucedió con Globovisión), la designación de vicealcaldes y vicegobernadores en todos los municipios y Estados del país, arrebatándole el poder a los funcionarios electos, cambiar la Constitución para volver a presentarse en 2013 (ya anunció que lo hará el 3 de febrero por la vía parlamentaria o refrendaria), y buscar o fortalecer, como lo ha hecho estos últimos días, alianzas extrañas con países extraños: Rusia, Irán, China.

Nada de todo esto resulta demasiado novedoso, pero en un contexto mundial distinto y con una Administración recién llegada al Gobierno, puede transformarse en un dilema. En un mundo ideal, Obama preferiría seguir con la política de Bush hacia Chávez, poner la otra mejilla, aunque pronto acabaría con ambas mejillas bastante enrojecidas. Pero los reveses de Chávez en los comicios, la caída del precio del petróleo, las crecientes dificultades de sus diversos aliados -Argentina, Bolivia, Nicaragua, Cuba y Ecuador-, al borde del default y de la desdolarización y sus nuevas aventuras en países como El Salvador pueden volver inviable dicha continuidad.

El tercer problema, por supuesto, es Cuba, detonante de pesadillas para tres presidentes norteamericanos demócratas, a saber: Kennedy, Carter y Clinton. Debido a los sufragios a su favor de parte de la comunidad cubano-americana de segunda generación, el ex senador de Illinois ganó el Estado de Florida, cosa que no había sucedido desde Clinton en 1996, y antes de eso sólo con Carter en 1976. Un sector importante del Partido Demócrata va a empezar a presionar al presidente para que emprenda una normalización con La Habana. Y muy posiblemente haga algo casi al inicio de su mandato: suspender las restricciones a los viajes y al envío de remesas de cubano-americanos a la isla. Pero también lo van a presionar otros y en otro sentido. Los latinoamericanos, y España también, han adoptado cada vez más la visión castrista para la salida cubana del atolladero: la vía vietnamita. En términos concretos esto significa (con toda razón) que EE UU levante unilateralmente el embargo, que (sin razón alguna) se readmita a Cuba sin condiciones a distintos organismos de la comunidad hemisférica, y que realice las reformas económicas que considere necesarias a su ritmo, dejando a un lado cualquier reforma política remotamente imaginable.

Prueba de que ya empieza a darse esa tendencia es la reciente decisión del llamado Grupo de Río, en Zacatecas, México, de readmitir a Cuba en dicho grupo, a pesar de que desde su creación como ampliación del Grupo Contadora de los años 80 siempre consistió en una asociación de carácter político, y en los hechos siempre estableció como condición la vigencia (relativa) de la democracia representativa, y el respeto (relativo) a los derechos humanos. A tal grado que, en 1989, Panamá fue suspendido por las "violaciones a los derechos humanos" de Antonio Noriega y Perú fue suspendido en 1992 por el cierre del Congreso decretado por Fujimori.

El problema de Obama yace en que el embargo es desde 1994 un acto del Congreso, y no un decreto del Ejecutivo como lo había sido desde 1962. Necesita 60 votos en el Senado para levantarlo unilateralmente, y sortear las trampas y los desafíos que seguramente el Gobierno de Cuba le tenderá durante las primeras semanas o meses de su residencia en la Casa Blanca, al igual que lo ha hecho La Habana con los últimos nueve presidentes de EE UU y tendrá también que lidiar Obama con la postura de su secretaria de Estado, Hillary Clinton, cuya cuñada, María Victoria Arias, nacida en La Habana en 1958 y abogada militante y activa en la comunidad cubano-americana de Miami, se autodescribe como pro-embargo. Ya Arias incidió en la política de su concuñado Bill Clinton hacia Cuba en 1992 y 1994; es de esperar que lo haga con su cuñada.

De nuevo, sin duda lo último que quisiera Obama es verse obligado a afrontar una crisis cubana, migratoria, internacional o interna, durante los primeros meses de su Gobierno, o juntar los votos en el Senado para levantar el embargo y darles gusto a los latinoamericanos. Welcome to Latin America, president Obama.

Jorge Castañeda, ex secretario de Relaciones Exteriores de México, es profesor de Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Nueva York.

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