De Legutiano a Aramaio, con parada en el pantano de Albina

Cuando terminó sus estudios en la prestigiosa Schola Cantorum Basilensis, donde permaneció cinco años, el contratenor Carlos Mena (Vitoria, 1971) se fue a residir a casa de su hermano, el director de orquesta, Juanjo Mena, en Legutiano. "No tenía un duro, como todos los estudiantes, y me ofreció quedarme hasta que comenzase a ganar dinero", recuerda. Allí, entre Legutiano y el valle de Aramaio, Carlos Mena recuperó el paisaje que había abandonado en Basilea. "Lo cierto es que, bien mirado, esa conjunción del pantano de Albina, las peñas calizas de Aramaio y los prados verdes del valle son lo más parecido a Suiza que tenemos en Euskadi".

En pocos meses, Carlos Mena se había forjado una carrera que le permitió abandonar la casa de su hermano y comprar una propia en su ciudad natal. Pero continuó y continúa volviendo por esos lugares del norte de Álava, en especial, un enclave junto al pantano de Albina, parada inevitable porque se presenta como una puerta al embalse, cerca de la carretera. "Tiene un eco único. Hasta aquí venía muchas veces con Juanjo para hacer dúos". Toda una actuación de lujo para los habitantes de los bosques, sin duda.

El contratenor elogia el "eco único" de un enclave junto al embalse alavés

La recuperación de este paisaje de su juventud le resulta al cantante, sobre todo, reparadora. "Refleja muy bien el paso del tiempo, los cambios de estaciones con la potencia de los colores del paisaje, sobre todo en otoño". Destaca que "hay mucho silencio, tan difícil de encontrar en estos tiempos; hasta oyes el eco de tu propia respiración".

Abandonada la orilla del embalse, tras deleitar a los periodistas con unos apuntes de arias y su correspondiente eco, el paseo lleva hasta Aramaio, donde Mena vuelve a acordarse de su querida Basilea. "Otra coincidencia, aunque en grado menor: al igual que Basilea es el centro del triángulo que forman Alemania, Austria y Suiza, Aramaio lo es de los territorios vascos", indica quien se ha convertido, desde aquellos estudios en la prestigiosa escuela suiza, en uno de los referentes de la música antigua.

El espíritu musical de este discípulo de Carmelo Bernaola va más allá de la recuperación de partituras del Renacimiento y el Barroco que tan de moda estuvo en los noventa. Mena es un cantante atípico: le gusta indagar en las músicas de todos los tiempos. Lo mismo trabaja con composiciones sefardíes tradicionales que interpreta música contemporánea. Y, por supuesto, la ópera. "Empecé tarde, a los 30 años, por las cualidades de mi voz, pero procuro abarcar el mayor abanico posible", explica. Siempre desde una poderosa preparación previa. "Muchas veces, interpreto en casa para un grupo de amigos antes de salir al escenario, lo que puede ser igual o más emocionante que interpretar ante un gran público; sobre todo, tengo que estar a gusto conmigo mismo", apostilla.

Hace estos comentarios en el barrio de Etxaguen, uno de sus predilectos en Aramaio. "Me sorprende la inmersión de las estructuras urbanas en el paisaje, esa naturalidad con que los caseríos se insertan entre los prados y los bosques que, lamentablemente, cada vez tienen más pinos y menos hayas y robles". En la actualidad, Mena prepara sendos conciertos en San Sebastián al tiempo que colabora desinteresadamente con la escuela Geroa de Trokoniz (Álava), que practica el método pedagógico Waldorf. "Es una enseñanza que busca impulsar las capacidades propias de cada niño", trata de resumir antes de terminar el paseo en Ibarra, núcleo central de Aramaio.