Einstein: nada de lo humano le fue ajeno
Desde hace ya bastantes años, siempre que se publica una nueva biografía de Einstein pienso indefectiblemente, con un sentimiento que no sabría si calificar como producto de la sorpresa o del aburrimiento: ¡otra más! E inmediatamente me pregunto, incrédulo: ¿aportará algo nuevo?
Por supuesto, ésta es la misma cuestión que me he planteado ante la biografía de Walter Isaacson, de quien tuve noticia por primera vez en 1999, al leer el magnífico número que la revista Time, de la que él era entonces editor, dedicó el 31 de diciembre a, precisamente, Einstein, al que designó "personaje del siglo". Las líneas de aquel número de Time firmadas por Isaacson me parecieron sensatas e informadas, lo mismo que la biografía que ahora ha escrito. Cualquiera que la lea se dará cuenta de que su autor ha trabajado su tema con ahínco, aunque esto no impide que continuemos preguntándonos si aporta algo nuevo.
Einstein. Su vida y su universo
Walter Isaacson
Traducción de Francisco J. Ramos
Debate. Madrid, 2008
734 páginas. 28,90 euros
Expresado brevemente, hay que decir que no faltan datos nuevos sobre detalles biográficos, surgidos de la investigación que Isaacson ha efectuado en, entre otros lugares, los Archivos Einstein de la Universidad Hebrea de Jerusalén, a la que Einstein legó sus documentos y derechos literarios. No son, sin embargo, tantas las novedades como el lector que se fíe de las referencias a las que remite Isaacson puede pensar. Por un lado, no siempre se hace referencia a los volúmenes de los Collected Papers of Albert Einstein que Princeton University Press está publicando desde 1987, aunque es fácil identificar las deudas con esta obra, si tenemos en cuenta que el último volumen en aparecer, en 2006, cubre el periodo que va de mayo a noviembre de 1920. Se podría pensar, por consiguiente, que las numerosas referencias a documentos einsteinianos que sean posteriores a noviembre de 1920 constituyen novedades aportadas por Isaacson, salvo que éste indique lo contrario. No es el caso, en al menos algunos casos. Y éstos pueden ser importantes; por ejemplo, dos cartas de 1932 que intercambió con su amigo Michelle Besso, que tratan de la relación que Einstein mantuvo con su hijo Eduard, que padecía esquizofrenia. Isaacson se limita a dar la referencia a su localización en los archivos de Jerusalén, obviando informar de que tales cartas están publicadas desde 1972.
Purismos aparte, que probablemente interesarán más al especialista que al lector común, hay que reconocer que Isaacson ha hecho bastante bien su trabajo, componiendo una obra que ofrece una magnífica visión general de la biografía de Einstein. Es, en mi opinión, la mejor que existe, junto a las de Ronald Clark, Einstein: The Life and Times (1971), y Albert Fölsing, Albert Einstein: Eine Biographie (1993), de las que, de hecho, se nutre abundantemente. Eso sí, es mucho más completa en lo que se refiere a las actividades sociales e ideas políticas o religiosas de Einstein que en lo relativo a su ciencia, aunque ésta no sea, por supuesto, marginada. En lo que a reconstruir y explicar la física einsteiniana, no se puede comparar con el, aún no superado, libro de Abraham Pais El Señor es sutil... La ciencia y la vida de Albert Einstein (1982), que publicó en España Ariel, con, creo, no demasiado éxito (recuerdo haberlo visto saldado en unos grandes almacenes; acaso el destino inevitable para todo aquello que contenga "demasiada" ciencia).
Lo "social" prima, por consiguiente, sobre lo científico. Por supuesto, pocos se sorprenderán de semejante hecho, aunque constatarlo no deje de suscitar sensaciones dolorosas, al menos a quien escribe estas líneas. Recordemos, en este sentido, aquellas frases que Einstein incluyó en sus espléndidas Notas autobiográficas (1949): "Lo fundamental en la existencia de un hombre de mi especie estriba en qué piensa y en cómo piensa, y no en lo que haga o sufra". Claro que, ¿habría terminado considerándolo la sociedad uno de sus grandes héroes, o designándole la persona más sobresaliente del siglo XX si la prensa no hubiese difundido algo de lo que hizo o sufrió, si no fuese el hombre público que terminó siendo? Muy probablemente no. Y de hecho Einstein contribuyó a este fenómeno: su biografía, en efecto, proporciona sobrados elementos para nutrir la curiosidad extracientífica. Aunque argumentaba con frecuencia que lo que deseaba era la soledad, vivir en un faro alejado del mundo, entregarse al arte y a la ciencia para "huir de la vida diaria, con su dolorosa crudeza y monotonía", lo cierto es que disfrutó con la fama que alcanzó, una fama que él también propició y utilizó, como bien muestra Isaacson. En realidad, "nada de lo humano le fue ajeno", aunque a veces ello fuese así sin que él lo pretendiese. Vivió, recordemos, en un tiempo histórico desgraciado, el de las dos guerras mundiales, el de una Europa en la que el antisemitismo -y él era de origen judío- se palpaba casi en cada esquina. Tuvo, es cierto, más suerte que muchos otros; encontró un nuevo hogar -y una nueva nacionalidad a añadir a su ya nutrido currículo de alemán, apátrida y suizo- en Estados Unidos, aunque tampoco halló allí la paz que ansiaba: era el país de demócratas como el presidente Roosevelt y su esposa Eleanor, pero también el de J. Edgar Hoover, el siniestro director del FBI, y del senador McCarthy, quienes vieron en el sabio profesor que llegaba del otro lado del Atlántico un serio peligro para la nación que ellos deseaban.
No, ciertamente no pudo, ni quiso, huir de la vida diaria, con su dolorosa crudeza. Y está bien tener un nuevo libro que nos lo recuerde. -
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