Asesinato
Los crímenes cometidos por Maximino Couto me horrorizan. Como a todo el mundo, supongo. Un tipo que aprovecha un permiso carcelario, con la condena casi cumplida, para asesinar a su novia, para buscar a su ex esposa con el mismo propósito y para tratar de asesinar a dos vecinos que testificaron contra él, es, evidentemente, un tipo que no merece vivir en libertad. Pero estos crímenes no me parecen lo peor que puede hacer una persona. Matar por venganza, por celos, por odio, por cualquier tipo de ofuscación del espíritu, incluyendo el placer sádico, implica un mínimo rasgo de humanidad. O de antihumanidad, si quieren. Existe, en cualquier caso, una relación emocional con la víctima. Perversa, atroz, pero relación.
Existe también el asesinato político, que puede explicarse por razones ideológicas o morales. Me refiero al magnicidio (¿qué habría sucedido si alguien hubiera matado a Hitler en 1942?) o a una reacción de autodefensa ante una agresión insoportable, en un contexto de violencia generalizada o de guerra. Ahí no es razonable generalizar, aunque el juicio moral sea claro: un asesinato es un asesinato.
Para mí, lo más despreciable es matar por dinero. Considero que quien asesina para conseguir dinero (hablamos de dinero, no de comida ni de necesidades vitales) desciende a una categoría infrahumana. Recuerden el tormento del estudiante Raskólnikov en Crimen y castigo: necesita convencerse de que ha matado a la usurera por el bien de la humanidad, o por un imperativo moral, o por un impulso irracional, o porque se ha vuelto completamente loco; cualquier cosa, antes que admitir que le ha impulsado el dinero de la vieja.
Y luego está quien mata porque unos "intereses ajenos a Euskal Herria" van a crear "una cicatriz de cemento" en nombre de la "modernidad, el bienestar y tantas otras palabras vacías". Mata porque se opone a unos intereses y a unas toneladas de cemento. Mata porque las palabras le parecen vacías. Esto no es ofuscación pasional. Ni es política. Ni siquiera es infrahumanidad. No me siento capaz de clasificar algo tan vil y tan estúpido.
Mis más sinceras condolencias a los allegados de Ignacio Uria.
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