_
_
_
_
Cosa de dos
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Asesinato

Enric González

Los crímenes cometidos por Maximino Couto me horrorizan. Como a todo el mundo, supongo. Un tipo que aprovecha un permiso carcelario, con la condena casi cumplida, para asesinar a su novia, para buscar a su ex esposa con el mismo propósito y para tratar de asesinar a dos vecinos que testificaron contra él, es, evidentemente, un tipo que no merece vivir en libertad. Pero estos crímenes no me parecen lo peor que puede hacer una persona. Matar por venganza, por celos, por odio, por cualquier tipo de ofuscación del espíritu, incluyendo el placer sádico, implica un mínimo rasgo de humanidad. O de antihumanidad, si quieren. Existe, en cualquier caso, una relación emocional con la víctima. Perversa, atroz, pero relación.

Existe también el asesinato político, que puede explicarse por razones ideológicas o morales. Me refiero al magnicidio (¿qué habría sucedido si alguien hubiera matado a Hitler en 1942?) o a una reacción de autodefensa ante una agresión insoportable, en un contexto de violencia generalizada o de guerra. Ahí no es razonable generalizar, aunque el juicio moral sea claro: un asesinato es un asesinato.

Para mí, lo más despreciable es matar por dinero. Considero que quien asesina para conseguir dinero (hablamos de dinero, no de comida ni de necesidades vitales) desciende a una categoría infrahumana. Recuerden el tormento del estudiante Raskólnikov en Crimen y castigo: necesita convencerse de que ha matado a la usurera por el bien de la humanidad, o por un imperativo moral, o por un impulso irracional, o porque se ha vuelto completamente loco; cualquier cosa, antes que admitir que le ha impulsado el dinero de la vieja.

Y luego está quien mata porque unos "intereses ajenos a Euskal Herria" van a crear "una cicatriz de cemento" en nombre de la "modernidad, el bienestar y tantas otras palabras vacías". Mata porque se opone a unos intereses y a unas toneladas de cemento. Mata porque las palabras le parecen vacías. Esto no es ofuscación pasional. Ni es política. Ni siquiera es infrahumanidad. No me siento capaz de clasificar algo tan vil y tan estúpido.

Mis más sinceras condolencias a los allegados de Ignacio Uria.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_