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Reportaje:Un día para acabar con la violencia contra la mujer

Cinco relatos de un mal contra el que luchar

Euskadi se vuelca en actos en apoyo a las mujeres en el día internacional para eliminar la violencia machista

Euskadi registra cada día 11 denuncias por malos tratos a mujeres. La cifra persiste machacona y es uno de los muchos datos que ilustra la dimensión de esta lacra social. Siglos de educación machista se traducen en un goteo incesante de víctimas en todos los rincones del mundo. El problema es tal, que se ha hecho un macabro sitio en el calendario: el 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.

La jornada se desarrolla hoy en el País Vasco con numerosos actos, aunque ya hace unos días que las agendas de asociaciones e instituciones están en marcha para denunciar la violencia conyugal y concienciar a la sociedad de la necesidad de acabar entre todos con ella. Así, representantes políticos, sindicales, culturales, del periodismo y la justicia, entre otros estamentos sociales, se dieron cita ayer en el hemiciclo de las Juntas Generales de Guipúzcoa, donde se dio lectura colectiva a los testimonios de siete mujeres maltratadas recogidos en el libro Trátame bien, de la escritora catalana Esmeralda Berbel.

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Y es que por encima de datos y declaraciones institucionales, las vivencias de las víctimas son la herramienta más directa para acercarse a ellas y ayudarles. No muchas se atreven a dar el paso de hablar. No al menos al principio, necesitan tiempo.

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Entre los miles de relatos que muestran la ignominia de la violencia contra la mujer, cinco pueden servir de ejemplo: los de Sonia Franco, víctima durante un lustro de su compañero sentimental y ahora secretaria de la Asociación contra la Violencia Doméstica y en Defensa del Menor (Acovidem), y el de María (nombre ficticio) a quien su marido hizo la vida imposible en los años setenta, además de las confesiones de tres protagonistas de Trátame bien.

SONIA FRANCO, 36 años "De esto se sale"

Han tenido que pasar varios años cargados de miedo, sufrimiento, penosos procesos judiciales y hasta decepciones con el Departamento de Interior, pero Sonia Franco se muestra hoy capaz de transmitir alto y claro a las maltratadas que es posible salir del túnel. "Se sale y se sale superfortalecida como mujer. Es muy duro, pero todo pasa, todo va por etapas y las etapas se van quemando", aseguró.

Ella conoció a su ex pareja hace una década. Al principio, las cosas iban bien, pero poco a poco afloró la agresividad. Franco sufrió el maltrato psicológico de su ex pareja durante un lustro. El día que él fue más allá y le puso la mano encima, ella se fue de casa con sus dos hijos, cortó la relación y denunció al hombre, pero el acoso continuó, hasta el punto de que le tuvieron que poner escolta.

Tras vivir algo más de un año protegida por un escolta, Interior le retiró el servicio el pasado febrero alegando que ya no sufría "un riesgo especial". La decisión le cayó como un jarro de agua fría y hasta la denunció sin éxito en el Parlamento. "Ni entendí ni entiendo los motivos por los que me retiraron la escolta, porque la situación no había cambiado", subraya. La Ertzain-tza realiza ahora "vigilancias preventivas", aunque ella no sabe exactamente cuándo.

"Al principio tenía pánico, pero luego me habitué a vivir sin la escolta. En estos momentos estoy tranquila, porque me encuentro muy fuerte", relata. Para alcanzarlo ha sido fundamental el apoyo psicológico recibido y el trabajo en Acovidem. "Ayudar a otras mujeres también te ayuda".

Ha recuperado su autoestima y personalidad, hasta el punto de aguantar el tirón en una situación comprometida. Un día se encontró casualmente con el que fue su agresor, que cuenta con una orden de alejamiento hasta 2011. "Fui capaz de mantenerme quieta en el sitio y de sostenerle la mirada, y él se fue. Eso te da fuerzas. Te dices a ti misma que no tienes por qué agachar la mirada ni irte, porque tú no has hecho nada malo".

"El miedo te bloquea y entonces ellos se crecen. Cuando tú eres capaz de controlar ese miedo, o al menos de aguantar el tirón, ellos no son capaces, porque, en el fondo, son cobardes", apostilla.

MARÍA, 57 AÑOS "Hoy lo denunciaría"

A mediados de los años setenta, cuando nació su primera hija, su marido empezó a hacerle la vida imposible. Insultos recurrentes, platos estrellados contra la pared, golpes y maltratos... Aun a día de hoy, con 57 años, prefiere que la historia no salga publicada con su nombre y sugiere que el periodista se refiera a ella como María. "Mi marido era alcoholico, pero como antes eso estaba bien visto nadie veía en ello un problema. Cuando iba a la policía a denunciarlo me decían que algo habría hecho yo para que mi marido me maltratara", relata.

Cuando ella le contaba lo ocurrido a la madre del agresor, afirma, ésta le replicaba que su hijo era completamente normal, que el problema era ella, que la mujer tenía que cargar con el peso de la relación, aunque eso implicara que hay que consentir lo intolerable a los hombres. "Intenté separarme hasta tres veces, pero su familia me decía que tenía que quedarme por mi hija. Era una época muy difícil, el matriarcado y esa falsa espiritualidad de entonces pesaban mucho", rememora.

Con el nacimiento del segundo hijo de la pareja, todo fue a peor. María recuerda cómo un día llegó sangrando al ambulatorio por un golpe en la nariz, ya entrados los ochenta: "El médico me preguntó cómo me había hecho eso. Le dije que me había dado con una puerta. No me creyó y terminé hablando con una asistenta social. Al final, tampoco lo denuncié".

Se decidió a dar el paso y separarse por sus hijos: "Ya no podía verles sufriendo". Su hijo iba al psicólogo porque no soportaba la idea de que su madre pudiese morir por alguno de los calentones de su padre. "Cualquier cosa se volvía un pretexto para que levantara la mano".

María recuerda cómo después de dejar a su marido estuvo años sin relacionarse con otros hombres por el miedo a caer en las manos de otro maltratador. "Pensaba que si me salía otro igual no podría aguantarlo. Mi hija me ayudó mucho entonces, me hizo recobrar la confianza, entender que no tenía por qué terminar de la misma manera". Su hija estudió psicología y ayuda a muchas mujeres que tuvieron el mismo problema. ¿Qué haría si lo ocurriese algo parecido hoy en día? "Denunciarlo, desde el primer día, sin ningún género de dudas"

contesta.

MIREN, 33 AÑOS "Mi padre era un sádico"

"Mi padre era a veces un encanto, pero muy a menudo se convertía en un ogro. Él era el rey de la casa. No era predecible. Se enfadaba por nada. Nos insultaba, nos menospreciaba y desautorizaba a mi madre delante de nosotras. Cuando la cólera le podía, le pegaba una paliza a mi madre delante nuestro. Siempre que le pegaba lo hacía en nuestra presencia. ¿Crees que se puede ser más sádico? A veces, salían por la noche y, al llegar, montaban una bronca; él arrastraba a mi madre hasta nuestra habitación, nos despertaba y empezaba a pegarle. A mi hermana también le pegaba mucho. A mí casi nunca me pegó. Conmigo utilizó el maltrato psicológico. Al final, mis padres se separaron. Nunca más he vuelto a ver a mi padre. No quiero. Ojalá no le hubiera conocido. Nunca ha ejercido como padre".

CLARA, 45 AÑOS "Me sentía una mierda"

"Las broncas habían empezado a ser diarias. Cada vez que se enfadaba, rompía algo y se iba de casa. Al día siguiente, yo no era capaz de ir a trabajar. Me daba cuenta de que la relación no funcionaba y me sentía culpable. Me sentía una mierda. Me sentía una mierda como madre. Y mira que yo siempre he estado muy orgullosa de cómo he llevado lo de las niñas. Él empezó a hacer de padre. Comenzó a decir que sólo venía por las niñas. Y se compinchó con ellas apartándome a mí de mis obligaciones... Entonces llevábamos unos dos años juntos. Yo me daba cuenta de todo. De todo. Me estaba anulando como mujer y como madre, y pensé: 'Tengo que salvar a mis hijas'. Eso fue lo que me ayudó. Lo de las niñas me hizo abrir los ojos".

EVA, 43 AÑOS "Estoy recuperándome"

"A los tres años vi cómo mi padre le daba una bofetada a mi madre. Mi madre era muy sumisa, y decía: 'Yo para tu padre soy como una zapatilla'. El problema de esto es como la ola que erosiona la costa y no lo percibes porque es constante, constante. A mí, mi ex me llegó a pegar pocas veces. Un día me empujó por las escaleras y me hizo unos hematomas enormes; tuve que tomar antiinflamatorios y se me curaron. Pero las palizas del alma, ésas no; ésas se quedan mucho más tiempo. El maltrato psicológico es terrorífico. Acabas sentada en un rincón de la casa y te sientes una mierda. Llevo años intentando recuperarme y lo estoy consiguiendo".

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