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Bélgica rompe con el servicio secreto de Rabat por injerencia

Bruselas exige la salida inmediata de tres diplomáticos marroquíes

La lucha antiterrorista es una prioridad, pero la cooperación entre servicios secretos de diversos países a veces se frena o incluso se interrumpe por culpa de las fricciones y rivalidades que surgen entre ellos durante una investigación. La Seguridad del Estado belga ha roto los contactos con la Dirección General de Estudios y Documentación (DGED), el espionaje exterior marroquí, que dirige Yassin Mansouri, de 46 años.

La "gota de agua que ha hecho desbordar el vaso" de la paciencia de los belgas ha sido la "falta de colaboración marroquí en el caso Abdelkader Belliraj", según Alain Winants, de 54 años, el jefe del servicio secreto belga.

Belliraj, de 50 años, es un belga de origen marroquí que fue detenido en febrero en Marruecos y cuyo juicio acaba de empezar en Salé, en las afueras de Rabat, junto con el de 33 islamistas, entre ellos tres líderes políticos.

Según el espionaje belga, Marruecos usa "métodos agresivos" en países europeos

Se le considera un terrorista de peso no sólo porque frecuentó a Osama Bin Laden en Afganistán en 2001, sino porque es el presunto autor de seis asesinatos en Bélgica, incluidos el del imán moderado de la principal mezquita de Bruselas y el de un representante de la comunidad judía.

Winants rompió su silencio para filtrar al diario flamenco De Morgen que en mayo pidió a su homólogo marroquí, Mansouri, que repatriase a tres de sus agentes, acreditados en Bruselas como diplomáticos, y que investigaron a Belliraj. Su comportamiento había sido "inaceptable" porque "obstruyeron" la labor de la Seguridad del Estado. Como no logró su retirada, tomó represalias: romper relaciones con el espionaje marroquí, informa Isabel Ferrer desde Ámsterdam.

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"Los métodos agresivos de la DGED ya han causado problemas en Holanda, España, Francia y Dinamarca", recalcó Winants. El único caso que ha saltado a la luz recientemente fue el de la expulsión de Países Bajos de dos agentes marroquíes que habían reclutado a un sargento de la policía, también de origen marroquí, que trabajaba sobre inmigración. El policía perdió su puesto en julio.

El servicio secreto marroquí guarda silencio, pero la prensa de Casablanca recuerda que el caso Belliraj ha revelado el deficiente funcionamiento de la Seguridad del Estado belga. Ésta reclutó como soplón a Belliraj tras haber sido interrogado, y puesto en libertad, sobre la media docena de atentados que pudo cometer.

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