Verdasco se supera
El madrileño, golpe de efecto de Emilio Sánchez Vicario, logra el punto definitivo - Acasuso, corto de clase, paga al final su esfuerzo físico
De repente, Fernando Verdasco. En un nuevo golpe de efecto, Emilio Sánchez Vicario decidió que el madrileño sustituyera a David Ferrer para jugar el cuarto punto de la final de la Copa Davis contra José El Chucho Acasuso, a su vez sustituto de Juan Martín del Potro. Fue como poner a un condenado frente a los leones. Verdasco, que jugó con los dedos gordos de los pies vendados, sufrió un ataque de pánico, se rehizo apretando los dientes y acabó por dar a España (1-3) su tercera Copa Davis, lo que le confirma como la mejor selección del siglo XXI. El título, además, coronó a Sánchez Vicario, que abandona el cargo, como un motivador excelente y un estratega único: contra Del Potro, dijo Emilio, el cortado de Feliciano López. Contra la derecha de El Chucho, la bola plana, baja e hiriente de Verdasco percutiendo contra su revesito. Así logró el equipo español un triunfo absolutamente inesperado: como visitante, frente al durísimo público de Argentina y sin Rafael Nadal. España es una apisonadora.
Verdasco se vio como un condenado frente a los leones y sufrió un ataque de pánico
Se rehizo apretando los dientes ante un rival cuyo revés es un mal chiste
Entonces, sacó todo su arsenal, que es mucho, bueno e impresionante
El partido nació con la resaca de una pelea. Rugía la marabunta. Se desgañitaba el público -"¡olé, olé, olé, Chuchooo, Chuchooo!"-. Se agitaban las banderas de Argentina y Bariloque, con los espectadores saltando como un único cuerpo, alentando, que le dicen, para que El Chucho mordiera -"¡vamos, Chucho! ¡Ponga huevos, que ganamos!". Todo eso lo veía David Nalbandian sin querer saber nada. Todo eso poco le importaba al argentino hasta que Acasuso ganó el segundo set y se puso a golpear una valla al ritmo de la grada: "¡Lo damos vuelta, la puta que los parió! ¡Es la hora, es la hora de ganar!".
El Rubio había abandonado la concentración del equipo la víspera tras tener más que palabras con Agustín Calleri, su compañero de dobles. "¿Hubo trompadas?", se preguntaban los argentinos, enterados como están de la mala reputación de ese estupendo tenista al que alaban como un genio -"¡Maradona!",suelen gritarle-. Mientras la Federación Internacional de Tenis preparaba la multa por su desaparición, Nalbandian rugía en el interior de la caseta. Debieron de ser gritos autoinculpatorios, pero fueron recriminaciones a sus compañeros. Españoles aparte, el chico de Córdoba y su soberbia son los máximos responsables de la derrota de Argentina, la primera en diez años en su casa. Puso Nalbandian una pista que era una trampa hasta para sus compañeros. El mejor escenario para Feliciano. Un regalo para Verdasco y su tenis de golpe, carga y rompehuesos.
Algo, sin embargo, se revolvió en el interior del madrileño, plano de ideas, seco de fuerzas y con un tembleque en las piernas que más bien parecía un terremoto: cometió nueve dobles faltas y permitió cinco roturas de saque. Jugó dos sets medio aturdido, entregado al público y sin saber quién era, cómo se llamaba y cuál era aquel sitio. Nadie consiguió guiarle entonces contra el revés de Acasuso, un mal chiste sobreviviendo en medio de la tormenta. Nada hizo El Chucho por recordarle que él era el mismo tenista con aires de rastafari que sólo había ganado dos partidos en pista cubierta en todo el curso. Y sólo El Chucho, con su tenis corto de clase y su esfuerzo desvivido, acabó devolviéndole al partido: unos dolores abdominales, la marca de un tenista de bajos vuelos que no había jugado más de tres horas seguidas en todo el año, limitaron al argentino, número 44 del mundo, desde mediados de la cuarta manga.
Hubo entonces silencio. Aires de drama. La grada, reducida a cenizas. Y los gritos de Argentina convertidos en nada. Verdasco, que homenajeó su triunfo con lágrimas, no lo desaprovechó. Sacó todo su arsenal y logró nota alta en su afilada vuelta al partido. Le dio a España el punto que ansiaba, celebrado con un aplauso por el público argentino y coreado por los gritos de "¡yo soy español!".
A su carrera, quizás, le ofreció Verdasco el impulso que le faltaba. Y a España, un día para el recuerdo, un triunfo que sabe como los buenos vinos viejos y una jornada gloriosa que homenajea la tenacidad de un seleccionador y de su grupo de aventureros, capaces de convertir en sueño un viaje que debió ser una pesadilla. La Copa Davis vuelve a España. Próxima parada: Novak Djokovic y Serbia. En marzo, el campeón comienza a defender a su dama.
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