"Esto es una gesta"
Vicario defiende su apuesta y dice que aún no son conscientes de lo que han hecho
Al derechazo paralelo de Fernando Verdasco le siguió un clamor abrumador, una suerte de explosión de alegría, toda ella concentrada en el banquillo español, donde hasta entonces Feliciano López reposaba sin siquiera poder mirar a la pista. Venció España con el trallazo de Verdasco y Feliciano lo celebró dando botes con el resto de su equipo, entregado como estaban el público y sus palmas, que veían asombrados cómo el toledano gritaba desatado: "¡Argentina!". No estuvo solo. Le acompañaban la corneta de los aficionados españoles, sus vítores y el círculo de abrazos que formaron todos los miembros del equipo. El de España fue un triunfo coral dirigido por un seleccionador que ayer mismo se despidió del cargo: Emilio Sánchez Vicario, el hombre de cuyo cuello cuelga un trozo de madera por aquello de que lo que va bien siga por el mismo camino.
"Al elegir este equipo que nos llevó a la victoria, me criticaron por no tener un plan b", dijo el técnico con gesto distendido; "estos son los jugadores que siempre han estado ahí, cuando había circunstancias difíciles para el equipo. El plan b ha funcionado". Habló el técnico y sus jugadores aplaudieron encendidamente su discurso. Fue un reflejo más del porqué del éxito de ese segundo plan, victorioso sin Rafael Nadal, gracias a la predisposición de los tenistas a realizar sacrificios individuales en favor del beneficio colectivo. David Ferrer, por ejemplo, cedió su puesto sin rechistar y dejó en manos de Fernando Verdasco el punto que cerró el marplatazo. "Es la victoria más emocionante de mi vida, un sueño", dijo el madrileño, que celebró el triunfo tirado en el suelo hasta que vinieron a buscarle los compañeros; "soñaba con esta oportunidad desde que era niño. Pocos la tienen y, menos aún, pueden ganarla. Doy gracias a Dios por este momento. Acasuso me hizo dudar mucho, pero en la Davis siempre luchas hasta la muerte. Por eso volví. Le supe mover y hacerle sufrir".
"Vinimos aquí a competir", resumió el técnico tras atender la llamada de la Casa del Rey; de José Luis Rodríguez Zapatero, el presidente del Gobierno, y de su ministra de Deportes. "Sabemos lo duro que es perder en casa", continuó; "por eso hemos intentado conciliarnos con ellos y compartir. Esto es una gesta que nunca se había conseguido en el tenis español: nunca se había ganado fuera. Hemos ganado tres eliminatorias a domicilio este año, así que todavía no somos conscientes de lo que hemos llegado a hacer".
El público argentino acabó rindiéndose a España. Lloraban algunos niños tendidos en los aledaños de la grada. Lloraba también Guillermo Salatino, el prestigioso gurú del periodismo deportivo argentino. Mientras tanto, la mayoría del público ovacionaba a los españoles, una piña sobre la alfombra roja que les guiaba hasta la Copa. La imagen fue un martirio para Nalbandian, el último en felicitar a los vencedores, malencarado con sus compañeros y andando con sus chancletas como si cada movimiento le supusiera un mundo. El equipo argentino sufrió un calvario. El pago por sus pecados.
La selección local quedó fracturada por la polémica de la elección de la sede, en la que cada jugador ofreció una ciudad distinta. La brecha creció porque nadie paró los pies a Nalbandian, que eligió al milímetro el tipo de pista y vetó a Guillermo Cañas para el dobles. La herida, además, acabó en barranco cuando Del Potro se lesionó y la prensa local le criticó por haber acudido a la Copa de Maestros de Shanghai. "Son los dimes y diretes" de los que habló Alberto Luli Mancini, el capitán: "Hubo varios factores. España, seguramente, es uno. También hubo mucha presión, mucha expectativa, y no es fácil jugar de esa manera. El problema de Nadal, su ausencia, unió aún más a los españoles, que fueron muy buen adversario". Argentina sigue esperando su primera Ensaladera. España ya celebra la tercera.
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