"No se duerme bien, pero aguantaremos lo que haga falta"
100 universitarios pasan su tercera noche en la UB
A las nueve de la noche terminan las clases en la sede central de la Universidad de Barcelona (UB), aunque desde el jueves la facultad de la plaza de la Universitat no se vacía al final del día. Un centenar de estudiantes -el primer día fueron 200- siguen encerrados por tercer día en protesta por la implantación del Espacio Europeo de Enseñanza Superior, conocido como proceso de Bolonia. El trajín en el vestíbulo vuelve a ser el propio de la hora punta, aunque con una diferencia: las carreras para llegar a clase, carpeta en mano, se sustituyen por animadas charlas regadas con cerveza.
La cháchara dura poco la segunda noche: a las diez se inicia la asamblea, el órgano de gobierno de los estudiantes encerrados. La intención de la Coordinadora de Asambleas de Estudiantes, organizadora de la protesta, es mantener el encierro hasta que se cumplan sus tres reivindicaciones: un debate entre todos los agentes educativos para revisar el proceso de Bolonia; un referéndum vinculante sobre la reforma, y la retirada de las denuncias contra los estudiantes de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) que se encerraron en su facultad el mes de marzo. "Ésta será nuestra casa", resume un miembro de la protesta.
Hay cena gratuita servida por la comisión de voluntarios
Los alumnos debaten sobre el desgaste y la difusión del encierro
La asamblea es desordenada. El primer punto de debate, por ejemplo, se centra en cómo se debe debatir. Todos son invitados a participar, micrófono en mano, y a arengar a sus compañeros.Del proceso de Bolonia prácticamente ni se habla, puesto que la opinión en contra es más o menos compartida entre todos. Los estudiantes discuten sobre la organización del encierro, su difusión y el sentido de la protesta. Tres son las preocupaciones más repetidas: la relación con los medios de comunicación, la influencia entre los universitarios no movilizados y el desgaste que puede provocar un encierro a priori indefinido. Tras tres horas de discusión -sólo interrumpida por la cena gratuita, servida por una comisión de voluntarios encargados de cocinar- se decide trasladar al día siguiente la decisión sobre qué curso seguirá el encierro, si se trasladará a otras facultades como está previsto. Desfallecer es el principal miedo de los estudiantes encerrados.
Acabada la asamblea, los más cansados, pocos, se trasladan al dormitorio habilitado en las escaleras. Otros continúan el debate: charlan en pequeños grupos, conocen a estudiantes de otras carreras -hay quien aprovecha para ligar- y se relajan tras un día de intensas actividades. Ayer la jornada de los estudiantes encerrados incluía talleres, actividades lúdicas, una mesa redonda, una manifestación, un vídeo foro y una charla.
En los corrillos abundan la cerveza y el vino, y hay quien fuma cigarros de trazo irregular, todo con moderación. Aparte de la limpieza y el mantenimiento de las instalaciones -hay consigna respetar el edificio histórico de la UB- los jóvenes son muy cautos con la imagen que quieren transmitir y el objetivo del encierro. "No estamos de fiesta, hemos venido a luchar", resume un estudiante de historia. "Aprovechas la noche para leer y conocer gente, siempre desde el respeto a todas las opiniones. Lo mejor es el buen rollo que impera; es fantástico", agrega otro joven.
La noche avanza y el alboroto se traslada al patio de la facultad, donde los estudiantes pueden charlar tranquilamente sin molestar a los que ya duermen. Pese a que muchos no se conocen, se improvisan danzas, gracias a la música de un violín y un acordeón que amenizan el ambiente. Todos están invitados a sumarse a la fiesta, colorida con malabares que permiten a los protestantes deshacerse por unas horas de los debates y la asamblea -un "coñazo", según la definió una ponente- y divertirse. "Está muy bien organizado, hay espacio para divertirse y para dormir", celebra un estudiante de bellas artes.
A medida que se acerca la salida del sol, la música se apaga, las danzas se deshacen y son muy pocos los que restan en el patio charlando. La mayoría descansan en los pasillos del rectorado, en el suelo y con sacos de dormir: si el encierro persiste, los estudiantes tienen previsto trasladar sus colchones para descansar cómodamente. El objetivo: resistir los máximos días posibles y continuar con la presión. "No se duerme demasiado bien, pero es para una buena causa. Aguantaremos aquí lo que haga falta", remacha un estudiante de pedagogía.
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