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El arte útil
Columna
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Vivir en las nubes

Anatxu Zabalbeascoa

Subiendo hacia los 800 metros que espera superar en primavera, el Burj Dubai se convirtió hace un año en el edificio más alto del mundo. Los rascacielos vuelven a pedir paso. No hace tanto se temió por su futuro. Pero tras los miedos del 11-S, la fiebre ha vuelto con una coartada. Aseguran que ya no representan el poder y la especulación, quieren ser adalides de la sostenibilidad. Así, arquitectos, constructores y políticos se han puesto de acuerdo para defender el crecimiento vertical como opción sostenible. Una ciudad en la que la gente caminará al trabajo, con menos coches y menos CO2 es la promesa que tantos urbanistas presentan como.... inevitable.

Pero vayamos por partes. ¿Conocen a algún rico que vaya andando al trabajo? Un poderoso no puede llegar sudoroso en verano ni helado en invierno. Más allá del terrorismo, la historia de la arquitectura está salpicada de intentos por levantar rascacielos que han tenido que ser demolidos por su falta de humanidad. El arquitecto Minoru Yamasaki tiene en su haber no sólo las malogradas Torres Gemelas, también otros 33 rascacielos, Pruitt Igoe, levantados en Sant Louis (Misuri) y demolidos en 1972 cuando contaban 16 años, pero llevaban una eternidad acumulando tantos premios arquitectónicos como quejas de sus inquilinos. La droga, la violencia y las goteras saquearon el barrio. Y el Ayuntamiento decidió erradicar el problema. Yamasaki no está solo. La demolición en bloque la han sufrido edificios de viviendas en Liverpool (Birkenhead, 1979) o en Glasgow, cuando el Darnley Estate no se llegó a inaugurar y fue demolido para ser sustituido por viviendas adosadas en 1982. Unos 300 inmuebles más esperan juicio. Ojo con las alturas: marean.

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