Sigue la marea anti-Bolonia
La huelga triunfa en buena parte de la Universitat pero no es masiva
Un mes y medio después de que los encierros en facultades se extendieran como la pólvora y algunos alumnos acampados empezaran a ir a clase en pijama, y dos semanas después de lograr que el rector participase en un debate multitudinario sobre el Espacio Europeo de Educación Superior (EEES), la movilización universitaria contra el proceso de Bolonia salió ayer a la calle en una gran manifestación que partió de la avenida de Blasco Ibáñez y terminó rodeando el Palau de la Generalitat.
Los convocantes aseguraron que participaron 15.000 personas. No es descabellado decir -teniendo en cuenta los aproximadamente 2.860 metros cuadrados de la calle de la Paz que llegaron a ocupar y lo apretados que estaban-, que la cifra real se acercó a los 6.000. La impresión fue, en todo caso, que la movilización sigue siendo importante, pero que no ha conseguido ser masiva. Probablemente por la dificultad que encuentra para generalizarse más allá de su núcleo en las carreras de Humanidades de la Universitat de València.
La Universitat de València lamentó la actuación de los piquetes de alumnos
Los datos de la jornada de huelga que ofreció la institución coincidieron bastante con lo que podía comprobarse sobre el terreno. Había muchos alumnos de las facultades de Historia, de Filosofía, e incluso de Filología (no hubo docencia ni en las dos primeras ni en Magisterio). Costaba algo más, aunque no era difícil, encontrar alumnos del campus de Tarongers (la asistencia a clase se redujo). Era raro ver alumnos del campus Burjassot (sólo dos facultades notaron el paro, según la Universitat) o del área de Salud del de Blasco Ibáñez (donde la incidencia fue prácticamente nula). La presencia de estudiantes de la Politécnica, aunque contaban con una pancarta, resultó más bien testimonial. Casi no se vieron profesores. Y las convocatorias en Castellón y Alicante apenas tuvieron eco.
La Universitat lamentó que la actuación de piquetes impidiera entrar a clase a parte de los alumnos. En algunos centros las puertas se bloquearon con muebles; en otros, las entradas a los aparcamientos fueron cerradas con cadenas y candados.
Enrique Vivó, 19 años, alumno de segundo de Filosofía, explicaba por qué la protesta ha triunfado en su facultad y no acaba de prender en otras: "Bolonia supone devaluar las carreras de Humanidades. Es una tecnologización de la universidad, y eso a las carreras técnicas, si les afecta, es para bien. Para nosotros es prácticamente la muerte. Por ejemplo, ahora los posgrados tendrán que buscar financiación externa, ¿y qué empresa va a querer financiar la investigación en Humanidades? El sistema educativo está mal, y la idea de un campus europeo común es maravillosa, pero no a este precio".
Frida, de la escuela de Bellas Artes, opinaba que la movilización en la Politécnica resultaba complicada "porque en muchas carreras el espíritu de Bolonia y la entrada de las empresas es un hecho desde hace tiempo. No es como en las Filologías, que se reducen, o en Historia del Arte, que desaparece".
Lo cierto es que ni Historia del Arte, como decía la alumna; ni Filosofía, como creían Johanna Rauer y Samanta Ivanov, llegadas desde el campus de Tarongers, desaparecen con la adaptación al EEES. Son dos rumores cualquiera entre los muchos rumores que, junto a reivindicaciones concretas (reducción de contenidos; cambios en el acceso al profesorado; precios de los másteres...) y a una cierta visión de lo que debe ser la enseñanza superior pública, alimentan los encierros y la manifestación de ayer, ruidosa, festiva, mucho mayor que las de los últimos años.
"Se está manipulando a los alumnos"
La mayor movilización que agita la Universitat de València en bastante tiempo cuenta con la oposición de la principal asociación de alumnos, Campus Jove, el sindicato relacionado con el PSPV-PSOE, que lleva siendo el más votado desde hace ocho años. "Los encierros empezaron como algo muy minoritario y han ido cogiendo una relevancia que no deberían tener. Lo más preocupante es que por parte de algunas escuelas, facultades y decanos se les ha permitido ir demasiado lejos", afirma Carlos de la Cruz, coordinador de la asociación.
Ante la "situación de caos" que se vive en muchas facultades, De la Cruz considera "imposible" hacer campaña de cara a las elecciones de estudiantes que se celebran la semana que viene. En muchos centros, las asociaciones que respaldan la protesta anti-Bolonia han decidido no presentarse como tales al Claustro y a juntas de facultad, sino bajo el paraguas de las asambleas de estudiantes que han organizado los encierros. Como en una convocatoria normal la participación del alumnado es mínima, la tensión que se respira ahora hace previsible un vuelco. Sobre todo por la ausencia de un discurso eficaz frente al de la protesta.
"Se ha manipulado a los estudiantes con tres o cuatro consignas que son muy fáciles de decir y muy difíciles de argumentar en contra", responde el coordinador de Campus Jove. "No es cierto que se recorten las becas. No es cierto que la gente no vaya a poder terminar la licenciatura que ha empezado por la aparición de los grados. Y no es cierto que Bolonia implique una subida de las tasas".
Los encerrados afirman que las acampadas son "indefinidas"; durarán hasta que les hagan caso. "Habría que ver qué entienden por hacer caso", señala Daniel González, delegado de estudiantes, también de Campus Jove: "querían información y se les dio, y querían debatir con el rector, y también lo hicieron".
¿Qué piden?
- Un referéndum vinculante para los rectores entre la comunidad universitaria sobre la conveniencia de seguir adelante con el Proceso de Bolonia.
- No eliminar contenidos debido a la reducción que implica reconvertir las licenciaturas, que tienen cinco años, en títulos de grado, que tendrán cuatro.
- Poder trabajar a la vez que se estudia, una vez que el cambio hacia un modelo de enseñanza más participativo exige, en principio, que el estudiante se centre intensivamente en la carrera dentro y fuera del aula.
- Heterogeneidad cultural garantizada en los nuevos títulos. Con la rebaja de años de carrera, se han propuesto reducciones en contenidos propios, como Historia del País Valenciano o el Derecho Foral.
- No devolver las becas que se reciban para cursar los másteres oficiales, unos títulos que podrán estudiarse después de terminar la carrera (el grado) y cuyo precio seguirá siendo público (mucho más barato que los másteres privados) pero más caro que los de las titulaciones actuales.
- Disolución de la Aneca y los consejos sociales de las universidades. La primera es un organismo técnico de carácter estatal encargado de velar por la calidad de las carreras antes de aprobarlas y de revisar regularmente su funcionamiento. En los consejos sociales está representado, entre otros, el sector privado.
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