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Columna
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Ciencia y clarividencia

"Los señores del universo defienden sus máquinas de enriquecerse". No se trata de la frase promocional de un nuevo videojuego violento, ni de una nueva película de superhéroes y megavillanos; es el titular de un pie de foto de la primera página de este periódico. Los superhéroes, o megavillanos, según se quiera mirar, son, de izquierda a derecha, Soros, Simons, Paulson, Falcone y Griffin, una delantera de lujo formada por los galácticos de las inversiones de alto riesgo, llamados para dar cuentas, que no para rendirlas, ante una comisión de investigación de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos. El fin de la comisión es aclarar las responsabilidades de estos señores en la crisis financiera mundial. Los cinco especuladores convocados aparecen en la imagen con el brazo de jurar en alto y cara de "a mí que me registren".

Cainita por convicción, Aguirre destacó la capacidad de Obama para ilusionar, que es de lo que se trata

Lo de llamar señores del universo a los responsables de los fondos de alto riesgo, fue una invención feliz, como casi todas las suyas, del cronista y novelista Tom Wolfe, así lo explica la crónica de este diario. Los tipos de la foto, de apariencia casi inofensiva, eran vistos hasta hace poco como magos de las finanzas, dotados de superpoderes como la visión a largo plazo y la capacidad para producir oro de las hipotecas basura y otros subproductos. Con el tiempo se ha demostrado que los grandes magos no pasaban de ser meros aprendices de brujo, torpes manipuladores que ahora no saben cómo hacer para que su varita mágica materialice los fondos que desaparecieron en sus chisteras desfondadas. No pueden negar que el truco estuvo bien mientras duró y si nos dejan volver a intentarlo, sin demasiadas regulaciones, lo haremos mucho mejor, vinieron a decir los encausados en esta causa simbólica, en esta representación única ante la Cámara de Representantes, ejecutada por los señores del gran simulacro de las finanzas globalizadas y desinfladas.

Días extraños en los que los socialistas se desviven por refundar el capitalismo con más ahínco que los propios capitalistas y los neoliberales exigen bonificaciones y garantías del Estado para seguir privatizando y especulando con sus restos. En estos días de confusión, río revuelto de falsos profetas y turbios cantamañanas, reconforta escuchar las voces de personas clarividentes y animosas, seguras de sí mismas, incluso más allá de los límites de lo racional y con visión de futuro, como Esperanza Aguirre, que en su comparecencia ante las cámaras de TVE en el programa 59 segundos tuvo tiempo, verbo y desparpajo para profetizar y apostar sobre el futuro de Ruiz Gallardón, que, según nuestra primera vidente, no será el próximo candidato del PP a las europeas. Tocada por el don de la visión profética, Esperanza Aguirre no respondió a las obvias preguntas de sus interrogadores y prefirió el lenguaje oracular; estaba en trance y en ese trance veía el adelanto de las elecciones generales, debido a la crisis económica. En su pantalla mental aparecía Rodríguez Zapatero desmoralizado y contrito poniendo fecha, "a finales de 2009 o a principios de 2010", a los comicios que marcarían su derrota.

"Gallega" la llamó uno de sus interrogadores, no por meiga precisamente, sino por su presunta retranca a la hora de contestar a preguntas inconvenientes desviando las respuestas al terreno de su conveniencia. Ella siempre habla claro, muy claro; así se lo dijo al inquisidor antes de seguir dando clases de clarividencia y a veces de prestidigitación, como cuando escamoteó la procedencia de una encuesta que afirma que el tema de la sanidad pública sólo preocupa al 4,7% de los madrileños, seguramente enfermos crónicos o funcionarios del sistema sanitario. Esperanza Aguirre no quiso desperdiciar segundos hablando sobre un tema que preocupa a tan poca gente, era un espacio de audiencia nacional y se supone que fuera de Madrid el débil porcentaje de ciudadanos preocupados disminuiría de forma dramática. Al resto de la ciudadanía seguro que le interesaba más su opinión sobre Afganistán, Obama y sobre la crisis financiera mundial, que, en revelaciones exclusivas, nuestra pitonisa achacó al ex presidente Clinton.

Su opinión sobre la vida familiar y sobre el vestuario de Sarah Palin debió marcar otro pico de la audiencia y eso que Esperanza Aguirre parecía ignorar que los republicanos han hecho devolver a la de Alaska algunos de los modelitos que compró a cuenta del partido y que tal vez no hubiera podido lucir a causa de la hostil climatología de su territorio. Cainita por convicción, la presidenta madrileña destacó la capacidad del candidato demócrata para ilusionar, que es de lo que se trata, y se decantó por los ilusionistas del neoliberalismo, clarividentes en horas bajas pero dispuestos a perfeccionar el truco mientras siga habiendo ilusos.

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