El momento de mayor peligro

Margaret Atwood, último premio Príncipe de Asturias de las Letras, en su libro La maldición de Eva, escribe lo siguiente: "El momento en que miremos a nuestro alrededor y veamos que no hay disidentes entre nuestros portavoces públicos será el momento de mayor peligro".

No sé si estoy equivocado, pero me da la sensación de que estamos en uno de esos momentos, un momento en el que las voces disidentes son escasas, en el que se ha impuesto esa flojera mental de lo políticamente correcto y del pensamiento único, y, como dice la misma Atwood, el cambio de siglo ha supuesto pasar del infierno orwelliano de 1984 y del seudoparaíso huxleyano de Un mundo feliz, al sueño del capitalismo hecho pedazos tras los atentados terroristas propiciados por el fanatismo radical, sobre todo los de Nueva York, las infamias del Gobierno de Bush, la tragedia de tantos países al borde del abismo, y ahora, con el batacazo mundial de la economía.

Y en nuestra inquietud, necesitamos esas voces disidentes y catárticas, que nos recuerden que las conquistas de la civilización siempre están en equilibrio inestable, que hay que luchar y permanecer vigilantes, porque si no, en un abrir y cerrar de ojos, se pierde lo que costó sangre, sudor y lágrimas conseguir.