Doctora en gestión
El padre enfermó. La madre tenía que salir adelante con sus cinco hijos. No sabía leer ni escribir. Se perdía en el Metro, porque no podía leer la estación en la que se encontraba. El dilema estaba claro: o trabajaba fregando suelos o estudiaba para encontrar un empleo mejor. Estudió. Con 50 años, Pilar sacó el graduado escolar, el carné de conducir y el título de auxiliar de enfermería.
Años después, una de sus hijas dirigía la mayor empresa de España, el Instituto Nacional de la Salud (Insalud) con 800.000 trabajadores y un billón de pesetas de presupuesto. A Carmen Martínez Aguayo se le inundan los ojos de orgullo cuando recuerda aquella hazaña de su madre.
Claro que la suya tampoco es menor: desde que ingresó en el instituto, con 14 años, comenzó a trabajar. Hoy, a sus 55 años, ocupa un luminoso despacho en la planta ocho de Torre Triana, Sevilla. Es la número dos de la Consejería de Economía y Hacienda, cuyo titular es José Griñán.
"En Andalucía hay un equilibrio más razonable entre la vida y el trabajo"
"La mujer tiene que ser más ambiciosa, sin que eso nos haga sentirnos mal"
¿Cómo aterrizó esta madrileña en Andalucía? Sonríe cuando se le pregunta si es una víctima de la victoria de Aznar en 1996. Porque, en todo caso, sería una víctima afortunada.
-En Andalucía he aprendido algo que no aprendí en Madrid: aquí se puede encontrar un mejor equilibrio, más sano y razonable para el ser humano, entre el trabajo y la vida.
Carmen era la directora general del Insalud cuando los socialistas fueron desalojados del poder por el PP. El entonces consejero de Salud de la Junta, García Arboleya, le ofreció dirigir el Servicio Andaluz de Salud (SAS), con más de 300.000 funcionarios.
Su vida se enfocaba definitivamente hacia la gestión. Despues de dirigir el SAS, en el año 2000 potenció la investigación biomédica al frente de la Fundación Progreso y Salud. Cuatro años más tarde es nombrada viceconsejera de Economía.
Desde joven había querido ser médico y en ello invirtió los mejores años de su vida, con cientos de noches en blanco trabajando para costear sus estudios. Nacida en el seno de "una familia muy humilde, en un barrio un poco marginal de Madrid", tuvo un buen ejemplo a seguir:
-Mi padre, José, se hizo a sí mismo. Empezó de pintor de brocha gorda en el Instituto Nacional de Estadística y terminó siendo delineante.
Carmen y sus hermanos hicieron carreras universitarias con trabajo y becas. "La obsesión de mi padre era que no dependiéramos, para nuestro desarrollo, más que de nuestro propio esfuerzo, que no nos viéramos frustrados porque a él le pasara cualquier cosa y nos dejara colgados".
Al llegar al instituto, Carmen dio clases a sus compañeras. Muy pronto, trabaja en Estadística. Más tarde, en el Hospital Clínico, como auxiliar de enfermería; luego, de enfermera. Siempre en el turno de noche. Porque de día estudiaba Medicina. Se especializó en Puericultura. Con 25 años, aprobó dos veces el MIR (en Valencia y Madrid), cuando a las oposiciones para Médico Interno y Residente se presentaban 13.000 alumnos para 1.200 plazas. ¿Estaría reventada, no?
-Por supuesto que me cansaba. Llegué a dormirme andando por los pasillos del hospital.
Ganó por oposición su primer destino como médico de atención primaria en Parla. Allí se destapó como una eficaz gestora.
-No podía entender lo mal que funcionaba aquel centro. Un día llegó el director provincial del Insalud. Con educación y la fuerza que te da la juventud, se lo dije con claridad.
A la semana, el director provincial la nombró directora. "Me dije: o acepto o me callo para toda la vida; uno no puede quejarse de que las cosas no marchan bien y cuando te ofrezcan la oportunidad de cambiarlas, das un paso atrás". No lo dio. Hasta hoy.
Su currículo registra diversos cargos de gestora. En todos dejó su marca. Lo mismo organizaba un sistema de citas previas que diseñaba programas de colaboración con los servicios sociales. En 1994 se convierte en la primera mujer directora general del Insalud.
-¿Habría llegado más lejos de ser hombre?
-Hace diez años, habría dicho que no. Hoy diría que sí. Porque he vivido las dificultades y prejuicios que hay alrededor de la mujer. De manera muy intensa, cuando ha cambiado mi vida por el hecho de casarme y tener familia.
También reconoce que "si hubiera sido hombre, habría tenido un poco más de ambición". ¿Eso es bueno? "Sí, saber moverse en un mundo competitivo es bueno". La mujer ha sido educada para "tener atendida y contenta a la familia, estar a su servicio". A los chicos se les educa "para ganar". Conclusión: "Las mujeres tenemos que ser más competitivas, más ambiciosas, sin que eso nos haga sentirnos mal".
¿Cuotas, paridad? Claro. Recuerda una frase de la ex diputada Amparo Rubiales: "Si todo el que vale llega, ¿por qué hay desde hace más diez años 8.000 mujeres universitarias tituladas sin entrar en el mercado laboral ni ocupar cargos de responsabilidad?".
Y enlaza con su siguiente argumento: la igualdad es además de un problema de justicia, un factor de desarrollo. "Se reconoce que lo que nos da riqueza es el conocimiento, pero no incorporamos el talento de miles de mujeres muy bien formadas. Es un desperdicio".
El problema tardará en solucionarse. Recuerda un argumento del que fuera vicepresidente con Adolfo Suárez en la transición, Fernando Abril Martorell: un país no es plenamente democrático hasta que hayan vivido y muerto dos generaciones en democracia. "Nuestra sociedad está en proceso de formación. Yo nací con Franco. La educación machista del franquismo sigue estando presente en nuestras mentes". Por ello, todo lo que se invierta en educación será poco.
Educar en igualdad. Para que no haya más casos como el de la madre de Carmen, que aprendió a leer a los 50 años. Eso sí, Pilar aprovechó el tiempo: sacó a sus hijos adelante y ¡ganó premios escribiendo poesía! Hoy, a sus 80 años cumplidos esta misma semana, vive en Andalucía junto a su hija, que hace poesía con los números.
Más dinero para primar la igualdad
Desde el ático de Torre Triana, donde se deja fotografiar Carmen Martínez Aguayo, se divisa un paisaje espléndido de Sevilla. El río Guadalquivir, con todos sus puentes, se muestra majestuoso al sol otoñal. Pero el despacho de la viceconsejera de Economía y Hacienda ha amanecido hoy con un enorme nubarrón formado por los 42.344 nuevos parados en la comunidad. En total, 683.777 andaluces desesperados sin trabajo. Entre ellos, miles de mujeres.
En su mesa hay un grueso volumen con un largo título en la portada: Informe de evaluación de impacto de género del presupuesto de la comunidad autónoma de Andalucía para 2009. Es un trabajo pionero en España, que se realiza por quinto año consecutivo.
-Hacemos el presupuesto pensando que las mujeres no son un colectivo, sino la mitad de la población.
La filosofía es que haya más dinero para los programas que potencian más la igualdad. Pone un ejemplo: la financiación de las Universidades mejora si los órganos de dirección son más paritarios; gracias a esta política, se ha pasado de un 13% de mujeres en órganos unipersonales de dirección en 2004 al 34% actual.
Sumergida en un mundo de números, Carmen Martínez Aguayo ha aprendido a desconectar y a no llevar los problemas a casa. La apariencia de fría ejecutiva se desploma cuando se lee en su currículo el apartado de hobbies: recorre medio mundo haciendo submarinismo, Cuba, México, Las Maldivas, las Caimán, con su carné Open Water que la autoriza a sumergirse a 12 metros; acude a la ópera; pero también al fútbol, a ver a su equipo, el Real Madrid (el consejero es de la competencia,del Atlético de Madrid); a los toros o devora libros, como Maridos, de la mexicana Ángeles Mastretta.
Como dice una de sus amigas, una joya.
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