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Análisis:
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Críticos, abstenerse

El equipo que administra nuestros asuntos desde Vitoria-Gasteiz tendría muy mala existencia en Italia, donde ya mucho antes de Berlusconi el gobierno viene a ser para la calle la causa general de todos los males: llueva o escasee el agua, porco governo. Porque el Ejecutivo -el que nos rige con pequeños cambios de caras desde hace una década- tolera bastante mal las críticas. Se dirá que ésta es una enfermedad bastante común en todo órgano de poder contemporáneo, pero en nuestro caso se presenta con notas muy acusadas. Como si le costara entender que la función de liderar y representar a la comunidad autónoma y el ejercicio de los amplios poderes que se han puesto en sus manos incorporan también la penitencia del seguro reproche por su gestión; por lo no realizado o por lo hecho a disgusto de las personas o entidades afectadas.

El SEA no ha sido el primero en probar la intolerancia del Gobierno a la crítica

El martes pasado, el tripartito volvió a utilizar la tribuna de la conferencia de prensa en la que informa de los asuntos que trata cada semana en el Consejo de Gobierno como batería de costa para disparar contra quien se atreve a cuestionar el acierto o la diligencia de su gestión. Esta vez el blanco era una entidad tan poco sospechosa como la patronal de Álava, el SEA, por censurar cinco días antes la "falta de liderazgo político e institucional" en Euskadi y enjuiciar como "absolutamente insuficientes" las medidas del plan interinstitucional presentado en junio por el Gobierno y las diputaciones, un empaquetado con nuevo envoltorio de proyectos de inversión ya comprometidos. Además, cometió el imperdonable pecado de observar que el Gobierno central está haciendo mejor las cosas, compensando su anterior ceguera ante la riada que venía.

Los tabiques de la sede del SEA todavía deben estar temblando por el fuego graneado que le dirigió la consejera portavoz, que, eso sí, tuvo el detalle de no citar al destinatario de los cañonazos: el diagnóstico de la patronal alavesa es "tremendista", causa "alarma social" y utiliza datos "de manera sesgada e interesada". Hasta aquí, la respuesta del Gobierno entra en los cánones del derecho de réplica, aunque denoten su acreditada hipersensibilidad a los juicios desfavorables. Pero la andanada final se las trae: lo dicho por el SEA, manifestó solemnemente Miren Azkarate, obedece a "intereses ajenos a la buena marcha del país" y, por añadidura, no coincide con el punto de vista de "las demás organizaciones empresariales", lo que supone acusar a la patronal alavesa de antipatriota -delito capital en este país- marginal y alienígena.

Las opiniones del SEA, sin embargo, eran tan discutibles como razonables y propias de una asociación empresarial que tiene que anticipar los problemas de crédito y reducción de los pedidos que empiezan a sufrir las empresas. No es una ofensa observar que, desde el plan interinstitucional, y a pesar del empeoramiento acelerado de todos los indicadores desde entonces, el Gobierno vasco se ha limitado a repetir el mantra de que la economía vasca está en mejores condiciones para afrontar la crisis. Ni siquiera se ha molestado en anticipar las medidas que va a introducir en los próximos presupuestos para paliar sus efectos o ha dispuesto programa alguno de avales o créditos puente para evitar que la actividad de las empresas industriales se vea lastrada por la falta de financiación.

En cualquier caso, el SEA no ha sido el primero en comprobar la intolerancia del Ejecutivo tripartito a la crítica, independientemente del grado de mesura y fundamento con que se exprese (un reproche comedido y fundado no asegura una respuesta menos desabrida, sino al contrario). Días antes lo sufrió el presidente del Tribunal Superior de Justicia y, de forma habitual, la oposición, las demás instituciones (sobre todo las de ámbito estatal), los sindicatos o los medios de comunicación no adictos.

Tampoco se pretende una suerte de desarme franciscano de los gobiernos, ni que renuncien a defenderse y refutar las imputaciones que consideren injustas o lesivas para su imagen. Se trata de la autocontención del poder político, de la que habla Giovanni Sartori, a la hora de utilizar los poderosos instrumentos de que dispone. De evitar la pulsión de salirse del terreno de juego que corresponde al gobierno, para invadir el de la oposición; una tentación que en el caso del PNV podría explicarse porque en la comunidad autónoma todavía no conoce esa experiencia.

Pero la irritabilidad del Gobierno de Ibarretxe ante cualquier observación que no le place y la falta de contención en la respuesta tiene una nota distintiva, la de darse de bruces con la doctrina que predica: la de la democracia participativa frente a la representativa, la de la apertura a escuchar a la sociedad y la invitación a que las personas y las instancias ciudadanas tomen la palabra y la decisión sin corsés institucionales. Para evitar nuevas reprimendas desde el estrado de Ajuria Enea como la sufrida por el SEA, el Gobierno tendría que advertir que esa invitación solo rige para expresar opiniones que estén en sintonía con las suyas.

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