El tibio 'mea culpa' de Greenspan
Aunque tarde, el ex presidente de la Reserva Federal reconoce sus errores
Alan Greenspan ha encontrado un fallo en su modelo. Qué pena que no se diera cuenta hace 10 años. El ex presidente de la Reserva Federal afirma que se encuentra en un estado de "incredulidad escandalizada" por el hecho de que la autorregulación no funcionara en el sector bancario. Ahora admite que es necesario llevar a cabo cambios en la normativa relativa al fraude, a la liquidación y a la titulización, "por mucho que (él) prefiera lo contrario".
Aunque este tibio mea culpa del maestro llegara por sorpresa, no es ni mucho menos el primero en reconocer los defectos de su estrategia no intervencionista.
Las críticas a la Reserva Federal de Greenspan están muy extendidas y son de peso. Era poco estricta en cuanto a política monetaria, se manifestó en contra de la supervisión de los nuevos instrumentos financieros y adoptó una postura muy relajada frente a su responsabilidad de regular a los bancos. Su mayor fallo, sin embargo, consistió en que fue incapaz de contemplar la idea de que el orgullo desmedido y la avaricia de los actores financieros individuales podían perjudicar al sistema, además de a sí mismos.
Esto se puede ver perfectamente en el estallido de la burbuja inmobiliaria. Greenspan reconoce ahora que los vendedores de hipotecas carecían de incentivos para valorar la calidad crediticia de los préstamos que originaban y titulizaban. Los sistemas de gestión de riesgo que habían establecido los bancos erraron al utilizar datos inmobiliarios de una buena época económica. Y los inversores no querían enfrentarse a los riesgos que asumían.
No era la primera vez que Greenspan hacía caso omiso del peligro de las motivaciones básicas. Recordemos su afirmación en 2001 de que las Obligaciones de Deuda Colateral (ODC) de alta calidad podrían reemplazar a los bonos del Estado como inversiones sin riesgo. En los sueños más descabellados de los proveedores, sí. En la práctica, la estructura de una ODC anima a sus administradores a conservar activos basura de alta rentabilidad. Estaban hechos para enriquecer a sus diseñadores, no a sus inversores. Y cuando Greenspan dijo a los consumidores que se metieran en hipotecas de tipo variable en plena expansión inmobiliaria, a la vez que se oponía a limitar la concesión predadora de préstamos, se obstinó en no ver que podía acabar siendo una catástrofe.
Todo esto resulta un tanto irónico. La regulación no intervencionista ha fracasado estrepitosamente y ha establecido un clima en el que podrían proliferar las normativas histéricas y mal concebidas. Si Greenspan hubiera aceptado la idea de que se necesitaba una entidad ajena que impusiera unas cuantas normas estrictas, los John Galts del mundo habrían tenido más posibilidades de prosperar.
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