Expectativas truncadas
El propósito de la reforma que se discute en el Senado era promover una mayor inversión en una industria petrolera que se está quedando obsoleta. La clase política, sin embargo, optó por aprobar una legislación que no llega al fondo del problema y que condena a México a convertirse en un importador de petróleo.
La producción de crudo en México, que en 2004 alcanzó un promedio de 3,4 millones de barriles diarios, cayó en los nueve primeros meses de 2008 a 2,8 millones. En cambio, la importación de hidrocarburos, principalmente gasolina y gas natural, subió de 2.128 millones de dólares (1.657 millones de euros) en enero-septiembre de 2002, a 19.596 millones de dólares (15.256 millones de euros) en el mismo lapso de 2008.
La reforma debía haber promovido más inversión -pública y privada- en la industria petrolera, pero la legislación que está saliendo del Senado difícilmente lo logrará. Se ha ratificado la prohibición de inversión privada en refinación de gasolina y petrolíferos, así como en ductos de transporte. Esto obligará a Pemex a utilizar recursos escasos para una nueva refinería, que tendrá un bajo margen de rentabilidad, en lugar de para petróleo crudo, actividad en que la rentabilidad es mucho mayor. Se mantiene la prohibición a otorgar contratos con incentivos, lo cual simplemente encarecerá el trabajo de los contratistas y dejará a Pemex con todas las pérdidas en caso de que no se encuentre petróleo en la exploración. Se privilegiará a las compañías nacionales en los contratos con Pemex, lo cual significa que la empresa terminará pagando más por productos y servicios de inferior calidad.
Los senadores han acordado una reforma administrativa interna de Pemex que no tiene, sin embargo, suficiente alcance. El sindicato, conocido por su corrupción, mantiene cinco asientos en un consejo de administración que pasa de 11 a 15 puestos. Se le permitirá a Pemex mantener un mayor porcentaje de los recursos que obtiene, y que antes eran tomados casi por completo por el Gobierno, pero no se ha dicho cómo compensará la Administración pública el ingreso que dejará de percibir.
Incluso en los tiempos en los que la demanda por petróleo era tan alta que los países productores podían obtener las condiciones que quisieran de sus contratistas, la reforma habría resultado insuficiente. Ante una recesión internacional que hará que disminuya la demanda, las restricciones a la inversión aseguran que en los próximos años siga disminuyendo la producción de crudo y aumentando las importaciones de gasolina, gas y otros productos. De continuar la tendencia, México será un importador neto de hidrocarburos en un par de años y -a menos que se encuentre milagrosamente un gran yacimiento- en unos seis años será un importador de petróleo crudo también.
Sergio Sarmiento es periodista y analista mexicano.
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