El principio de incertidumbre
George Soros analiza el déficit de información en el mercado
George Soros ha ido perdiendo su imagen de gurú de los mercados, obligada desde su arriesgada y brillante especulación contra la libra esterlina, en beneficio de una personalidad más consciente y preocupada por la naturaleza del capitalismo, sus fortalezas -veladas hoy por una crisis de principios y, todo hay que decirlo, por un ataque generalizado de histeria-, sus debilidades y su capacidad de regeneración. Dado que, con demasiada frecuencia, la figura de un gurú suele componerse de un farsante con una idea única, cuanto más general mejor, arropado por el entusiasmo aldeano de los que buscan letanías sencillas para ganar dinero, hay que felicitarse de que Soros se haya negado a representar el papel y, además, a la vista de sus reflexiones, hay que decir con las debidas cautelas que ha sido para bien.
EL NUEVO PARADIGMA DE LOS MERCADOS FINANCIEROS. PARA ENTENDER LA CRISIS ECONÓMICA ACTUAL
George Soros
Editorial Taurus
ISBN 978-84-306-0679-5
El nuevo paradigma de los mercados financieros es una buena muestra de por dónde discurren las inquietudes intelectuales del magnate inversor de Budapest. Ya en sus anteriores textos, Soros había expuesto con notable claridad que el mercado no funciona como nos creíamos, sino como nos temíamos. Soros se ha convertido paulatinamente, quizá como consecuencia de una persistente reflexión, a la idea de que los manuales de la economía de mercado tienen más bien poco que ver con el funcionamiento del sistema económico real; y que esta discrepancia crea graves problemas y enormes malentendidos, no sólo entre aquellos economistas dispuestos a privilegiar el laboratorio o la ideología en detrimento de la cruda cotidianeidad, sino incluso entre los propios inversores.
Soros enuncia el nuevo paradigma de los mercados financieros en términos todavía respetuosos con la terminología de los clásicos: la idea de que los mercados tienden al equilibrio no se corresponde con la realidad. El enunciado no es nuevo, pero tiene singular importancia que sea Soros quien lo proponga y, sobre todo, tiene el valor inequívoco de que el autor haya llegado a él después de un denso entramado de argumentaciones que incluyen varias disquisiciones filosóficas sobre la concepción de la verdad -u objetividad- desde la Ilustración hasta la posmodernidad.
No debe sorprender por tanto que el capítulo más notable del libro sea el que construye los principios de la reflexividad, el nuevo paradigma que propone Soros para aproximarse al conocimiento del mercado. "Reflexividad" no es otra cosa que el reconocimiento de que la incertidumbre impregna o está en la raíz de todas las decisiones económicas; de ahí que las decisiones nunca puedan tomarse con el ciento por ciento de información; y de ahí que las decisiones supuestamente racionales que toman los inversores encubran grandes dosis de arbitrariedad, negligencia o desconocimiento. Exactamente igual que los activos supuestamente triple A soportados por hipotecas encubrían productos con alto riesgo de morosidad cuando no impagos directos.
La "reflexividad" de Soros ayuda a comprender por qué el fundamentalismo del mercado -otra expresión que usa con delectación- no puede explicar las crisis y mucho menos la actual. Si el mercado no se compone de átomos con masas conocidas y trayectorias predecibles, sino de cuantos en los que se mezclan la información precisa con las inducciones aproximativas, difícilmente pueden calcularse sus efectos ni prever sus desviaciones. Más aún cuando en el paquete de incertidumbres hay que contar además con el sesgo hacia el fraude o la impunidad de los agentes que toman decisiones disparatadas para el conjunto del sistema o de las sociedades que los emplean, aunque muy rentables para sus cuentas corrientes, con la certeza de que no se les pedirán responsabilidades.
El nuevo paradigma de Soros debe leerse en realidad como el punto de partida para una discusión más amplia sobre los límites del mercado. Los agentes no pueden por el momento procesar más que un determinado grado de información; fuera de ella quedan amplias zonas de desorden que pueden irrumpir en la supuesta racionalidad y crear un crash de depreciación de activos como el que estamos viviendo. La "reflexividad" incita a tener siempre en cuenta la fragilidad de la información económica disponible. En este sentido, el paradigma de Soros es el paradigma de la resignación.
Un escéptico -Soros no lo es- llevaría el principio de incertidumbre a sus consecuencias últimas. En realidad, los mercados progresan, prosperan, generando incertidumbre y situándose periódicamente al borde del abismo, esto es, a través de singularidades de oferta y demanda, vulgo burbujas. El autor casi lo sugiere, cuando advierte de que hay nuevas burbujas en marcha -materias primas, energía, productos agrícolas- que madurarán, estallarán y generarán probablemente nuevas crisis.
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