A la felicidad por las agujetas
Ignora este crítico por qué carambolas del destino el neoyorquino David Schwimmer -es decir, el Ross Geller de Friends- ha terminado debutando en la dirección con una comedia tan esencialmente británica -no sólo en su ambientación, también en sus formas- como la presente. Resulta más sencillo intuir el propósito subterráneo del proyecto: postular a su estrella y coguionista Simon Pegg como heterodoxo sucesor natural de Hugh Grant en calidad de galán cómico mainstream. La operación se salda con una pequeña película rebozada de carisma, que parece empeñada en captar nuestra benevolencia a través de su desvalimiento de un modo no muy distinto al que su antihéroe protagonista empleará para conquistar sus objetivos. No obstante, los incondicionales de Pegg no encontrarán en Corredor de fondo los sofisticados placeres que el cómico acostumbra a proporcionar en sus trabajos en colaboración con Edgar Wright.
CORREDOR DE FONDO
Dirección: David Schwimmer.
Intérpretes: Simon Pegg, Hank Azaria, Thandie Newton, Dylan Moran, Harish Patel.
Género: comedia. Reino Unido, 2007.
Duración: 100 minutos.
Schwimmer logra una comedia romántica sin melaza
El tándem Wright-Pegg tuvo su espectacular tarjeta de visita en la telecomedia generacional Spaced (1999-2001), donde los bajonazos de un éxtasis posrave y los traumas colectivos espoleados por la saga galáctica de George Lucas ponían al día la precisión costumbrista de los clásicos del género. Cuando Wright y Pegg dieron el salto a la gran pantalla, lograron lo que ninguna otra revelación de la comedia televisiva británica había conseguido bajo la alargada sombra de los aparentemente imbatibles Monty Python: que forma y fondo conspiraran para obtener un producto libre de rémoras catódicas y muy capaz de defenderse por sí solo en el exigente campo de batalla de la comedia cinematográfica. Quizás las excelentes Zombies party (2004) y Arma fatal (2007) sean ya el último testimonio de un discurso cómico que ha decidido pasar a mejor vida: tanto los futuros proyectos que se agolpan en la agenda de Wright como este Corredor de fondo que, pese a la mediación de Schwimmer, debería atribuirse a la autoría de Pegg parecen hablar a gritos del razonable y humano anhelo de avanzar en solitario y, de paso, ampliar mercado.
En Corredor de fondo, Pegg encarna a un infeliz que huyó despavorido del altar el día de su boda y que, pasado el tiempo, deberá correr en dirección y contexto muy distintos -una maratón a través de las calles de Londres- para recuperar lo perdido. El flirteo de su (¿recuperable?) amor con un arrogante estadounidense adicto a la salud (un espléndido Hank Azaria) espoleará su camino de perfección lindante con el sacrificio televisado en tiempo real. La funcional puesta en escena de Schwimmer no está a la altura de la excelencia cómica de un Pegg preciso en el dardo verbal y en un humor físico tapizado de agujetas. Por lo menos, Schwimmer logra una comedia romántica libre de melaza y vitaminizada por un enérgico plantel de secundarios.
Babelia
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