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Reportaje:HOSPITAL INFANTA ELENA (VALDEMORO) | Radiografía de los nuevos hospitales

"Hay precariedad laboral"

Jesús Sérvulo González

El hospital de Valdemoro es el único íntegramente privado de los ocho inaugurados en el último año. La Comunidad paga a la empresa un canon fijo de 330 euros por cada paciente, unos 25 millones en 2008. El vestíbulo de entrada parece el de una multinacional.

Los pacientes (tiene un área de influencia que afecta a 150.000 personas) acceden al hospital como si entraran a un centro de convenciones. Aun así, muchos de los enfermos que el pasado miércoles acudieron al centro mostraban su satisfacción por tener un hospital en el municipio. En la sala de espera de las Urgencias hay una docena de personas. "Todo funciona bien, no hay que esperar mucho", asegura una mujer que mira de reojo el televisor de plasma colgado en la pared.

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En el centro todo el personal está contratado por la empresa. "Hay cierto miedo a represalias", comenta un médico fuera del hospital para evitar suspicacias. En este centro ha habido despidos improcedentes y fugas de médicos. "Esto es un problema porque las condiciones laborales son muy precarias", insiste. Miguel, nombre ficticio, asegura que hay mucha rotación de personal porque las condiciones no son buenas. "No hay complementos por trabajar un festivo", se queja airadamente antes de iniciar un relato de reclamos laborales: "Los turnos no están bien hechos...".

En el centro no hay vitrinas con las reclamaciones de los trabajadores como se observan en otros hospitales. Casi un año después de su inauguración aún no hay representación sindical. "Tenemos sobrecarga de trabajo", añade. En el centro hay 540 trabajadores, según CC OO. La mayoría, unos 400, es personal sanitario. En el sótano del hospital huele a comida. La cocina y las 26 personas que trabajan en ella están allí ubicadas, junto al almacén de lavandería. "Hemos gestionado 8.900 kilos de ropa en dos semanas", comenta en voz alta una responsable del hospital. Cada día, una furgoneta traslada la ropa sucia de la Fundación Jiménez Díaz, donde se la devuelven impoluta. Pero este sistema ha creado un colapso y comienza a haber escasez de toallas y sábanas, asegura un enfermero. "No faltan productos, pero hay un exceso de celo en el control. Los pañales y las jeringuillas están contadas", añade.

La segunda planta del edificio, hospitalizaciones, está casi al completo. "Es frecuente que se deriven pacientes a otros centros", añade Miguel. "Sobre todo al 12 de Octubre y a la Fundación Jiménez Díaz", concluye.

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Sobre la firma

Jesús Sérvulo González
Redactor jefe de Economía y Negocios en EL PAÍS. Estudió Económicas y trabajó cinco años como auditor. Ha cubierto la crisis financiera, contado las consecuencias del pinchazo de la burbuja inmobiliaria, el rescate a España y las reformas de las políticas públicas de la última década. Ha cursado el programa de desarrollo directivo (PDD) del IESE.

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