Cáceres, un impulso monumental
Blasones, palacios, casonas. Arquitectura civil en una red de calles que da cuenta de su pasado brío
Cáceres, tanto en los vericuetos de la parte vieja como en las populosas avenidas y paseos de la zona más moderna, posee una panoplia de ambientes que va desde rincones de recogimiento derramados de intimidad, hasta ese alborozo de calles concurridas que son sus noches de fin de semana. Venga por ferrocarril o carretera, el viajero irá a dar con el paseo de Cánovas, arteria que reparte el juego urbano. Se allega aquí una red de calles donde encontrar parte de la oferta comercial más moderna y pujante, junto a bares y restaurantes que combinan tradición y renovación bien entendida, como Ábito, Atrio -el más prestigioso, con una bodega única en el mundo-, Oquendo, y bares de tapeo y menú.
Por San Antón se llega a la zona del comercio tradicional. En esta calle, El Gran Teatro nos brinda una cartelera estimable. Sede, además, de la Orquesta de Extremadura, bajo la batuta de Jesús Amigo, mantiene una programación llena de interés. Después, San Pedro abajo y hasta Pintores, vía privilegiada de acceso a la plaza Mayor y las callejuelas de la Judería Nueva.
Con su desproporcionada planta rectangular, la plaza Mayor se sugiere indecisa entre ser avenida o ser plaza. Una ringlera de soportales la recorre por el costado oeste, mientras que en el oriental se alzan los primeros lienzos y torres de la zona intramuros y el antiguo foro romano, de los Balbos, junto a la portada del Ayuntamiento. Durante los viernes y sábados de octubre se celebra en dicho foro el Festival Internacional de Música de Cáceres, Play!Cáceres, con figuras como Raimundo Amador, Javier Conde, Pablo Guerrero, Santiago Auserón, Albert Plà, Diego el Cigala, Estrella Morente, y grupos autóctonos como El Desván del Duende o Malapata.
Arco de la Estrella
Algunas de estas actuaciones tendrán lugar en el arco de la Estrella, entrada principal a la Ciudad Monumental. Un conjunto medieval y renacentista único en su género por conservarse prácticamente intacto, patrimonio de la humanidad desde 1986.
Con presencia humana desde el paleolítico superior, el actual asentamiento se remonta al siglo I antes de Cristo, cuando fuera Norba Caesarina, y posteriormente plaza defensiva almohade, Hizn Qazris. Conquistada en 1229 por Alfonso IX, familias castellanas y leonesas se asentaron en ella, iniciando una escalada de tensiones que hubo de culminar con la intervención de los Reyes Católicos. Se debe a la reina Isabel precisamente el actual perfil desmochado de sus torres. La arquitectura palaciega fue el símbolo de prestigio con que se hacían valer los timbres de nobleza. Se fue edificando intramuros un espacio del que las clases plebeyas resultaron expulsadas. Fue necesario desde la plaza habilitar una puerta, llamada Nueva, que más adelante se amplió, constituyendo el actual arco de la Estrella. Posee un peculiar esviaje, junto al que se alza la torre de Bujaco, en la que existen una vista primordial sobre el recinto y un centro de interpretación que no hay que perderse.
Este laberinto de palacios, casonas e iglesias es un vaivén de cuestas y desniveles cuya disposición hace que a la inmóvil majestuosidad berroqueña se asocie una constante sensación de movimiento. Pero si queremos seguir un cierto orden, accederemos a la plaza de Santa María, junto a los palacios de Ovando, Mayorazgo y Episcopal. La visita a la concatedral es obligada. Por la plaza de los Golfines de Abajo se llega a la de San Jorge, con un conjunto conventual más reciente que el resto, pues data de 1767.
Un aljibe inolvidable
Desde aquí, por la cuesta de la Compañía se inicia un callejeo que nos lleva y nos trae hasta alcanzar la plaza de San Mateo y la aledaña del palacio de las Veletas. En él se halla una de las joyas inexcusables de Cáceres, su inolvidable aljibe. El monumento
alberga además el museo de la ciudad, que exige detenida visita. Por los alrededores, los palacios y casonas de los Golfines de Arriba, los Sande, Solís, Saavedra y Aldana conforman uno de los ejemplos más destacados de la arquitectura civil.
Pero Cáceres no se termina en los monumentos históricos; es una ciudad inquieta, con un modo de vivir desenfadado y cordial en el que conviene sumergirse. Para cuando la noche caiga, nada mejor que cenar en alguno de los locales citados o en los más céntricos de la plaza de San Juan. Parte interesante de la visita, incluye también el cercano conjunto natural de los Barruecos, donde se halla el Museo Vostell, o escapar unas horas al Casar de Cáceres para poder degustar esa joya de la gastronomía extremeña que es su torta de leche de oveja.
» Serafín Portillo (Plasencia, 1961) es autor de Mapa de las corrientes. Editorial Renacimiento, 2008.
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