La crisis y la derrota bávara ponen en aprietos a Merkel
La canciller alemana recibe críticas de los democristianos
El terremoto bávaro del domingo sacude a toda Alemania. La canciller federal Angela Merkel reconoció ayer su "decepción" por la debacle electoral sufrida el domingo pasado por la Unión Social Cristiana (CSU), el partido hermano de los cristianodemócratas de Merkel (CDU). En la derrota del fin de semana ve Merkel una causa simple: "No se logró consolidar la confianza de la gente". Se trata ahora de recuperarla ofreciendo "apoyo a las personas en tiempos de globalización" ante los embates de la crisis financiera, que ayer estuvo a punto de llevarse por delante a uno de los principales bancos alemanes.
La inusitada debilidad de la CSU en su feudo bávaro, donde gobernó en solitario durante medio siglo, fue un mazazo para los democristianos de toda Alemania y pasará factura a la canciller y a su política centrista. Los ataques internos en la CDU a la gran coalición que gobierna el país comenzaron ayer mismo.
Los resultados de Baviera son una lección para los democristianos y un recordatorio para los socialdemócratas del SPD, socios de Gobierno de Merkel. Confirma la caída de los dos grandes partidos y el auge de los pequeños. Al SPD le salió ya en los ochenta la competencia verde por la izquierda y, en esta década, sufre el grave desgaste del partido La Izquierda.
La sangría de votos de la CSU se bifurcó hacia la plataforma independiente de sesgo conservador Freie Wähler (10,2%) y en el partido liberal FDP. Regresó éste al Landtag (Parlamento regional) muniqués tras 18 años y por la puerta grande, con el 8% de los sufragios. El SPD estuvo muy lejos de capitalizar el desastre socialcristiano y se conformó con un pobre 18,6%.
Dudas sobre su liderazgo
Parte de la dirección democristiana trata de desviar la atención con este mal resultado de los socialdemócratas. Una parte del partido, sin embargo, reabrió la veda para criticar a Merkel. Entre ellos destacó el futurible para la sucesión de la canciller alemana y primer ministro de Baja Sajonia, Chistian Wulff. Más poderosa que nunca en la CDU, muy popular dentro y fuera de Alemania, Angela Merkel se está quedando cada vez más sola como mascarón de proa democristiano. Cabe dudar si esto le bastará para afrontar las elecciones federales de 2009. La coalición con el SPD, dijo, no peligra.
El muy comentado y analizado hundimiento del veterano partido SPD ha eclipsado el deterioro casi paralelo que sufre la CDU. En el último año, el partido de Merkel ha encajado resultados pésimos en diversos comicios.
Con el matrimonio de conveniencia surgido de los mediocres resultados electorales de socialdemócratas y democristianos en 2005, la identidad política de los dos grandes se ha desdibujado hasta hacerlos casi intercambiables. No los diferencian grandes temas, como la guerra de Irak. Buen ejemplo de la socialdemocratización de los de Merkel fue el pacto con los Verdes para gobernar Hamburgo bajo la dirección del democristiano Ole von Beust, abiertamente homosexual. Una constelación impensable hace unos lustros.
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