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DIETARIO VOLUBLE
Columna
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Invitado por Gatsby

1 - A Siri Hustvedt le llama la atención en El gran Gatsby una frase en la que estaría "la dorada llave" que proporciona acceso a toda la historia. La encuentra en ese momento en el que un aturdido Gatsby ve su deseo concedido y muestra a Daisy la mansión de East Egg. Ha estado esperando mucho tiempo para eso. Es un gran momento. Seguramente, el propio Scott Fitzgerald llevaba semanas esperando llevar su novela hasta ese preciso instante. Están Daisy y Gatsby. Y también Nick, que es el narrador y el tercero en discordia.

"Intenté marcharme entonces -escribe Nick-, pero ellos no querían ni oír hablar de ello; acaso mi presencia les hacía sentirse más satisfactoriamente solos".

Desde luego es una frase extraña, misteriosa.

"La pregunta es: ¿desde cuándo hay dos personas más satisfactoriamente solas si hay alguien más presente? ¿Qué diablos significa esto?", escribe Hustvedt en su ensayo incluido en Una súplica para Eros. Y todo eso la lleva a pensar que siempre toda historia de amor posee una cualidad triangular. Hay dos amantes y un tercer elemento: la propia idea de encontrarse enamorado.

Hustvedt se pregunta si es posible enamorarse sin esta tercera presencia, sin ese testigo imaginario del amor visto como algo maravilloso e iluminado por el resplandor de nuestras más profundas historias sobre nosotros mismos: "Es como si los ojos de Nick satisficieran este tercer elemento, como si él encarnara para los amantes la conciencia esencial del amor: una pareja de tres".

2 - Hustvedt cree que ese papel esencial del testigo imaginario recibe en El gran Gatsby un trato especial cuando se nos habla de los anteojos del señor T. J. Eckleburg, hombre de mirada espectacularmente inmensa y del que Nick oye hablar en un momento determinado del libro. ¿Quién es este Eckleburg? Sus ojos son los de alguien que todo lo ve y todo lo sabe, al estilo de los de los autores omniscientes de antaño.

Los ojos de la ensayista Hustvedt se posan en los lentes de ese señor de la mirada inmensa, que parece vigilar tanto los desatinos y amores de las criaturas de Scott Fitzgerald como la posible presencia en el libro de algún otro anteojo de amplio voltaje. Y encuentra Hustvedt que tan sólo hay otro par de gafas que, junto con las del señor Eckleburg, destaquen en la novela.

Los otros lentes son los que lleva "el hombre de los ojos de búho", personaje secundario, uno de los cientos de invitados anónimos de las fiestas de Gatsby: un tipo muy borracho que aparece de pasada, al principio de la novela. Es alguien que va murmurando por ahí que los libros "son absolutamente reales". En la vorágine de los acontecimientos le olvidamos pronto. Puede que ni siquiera esté invitado a aquella fiesta. Recordemos que Nick, en un momento determinado, dice de forma bastante misteriosa: "A mí me habían invitado de verdad".

3 - ¿Los libros son absolutamente reales? Hace cuatro años en un hotel de Madrid, a una pregunta acerca de por qué salía Dashiell Hammet en su más reciente libro y Chateaubriand en el anterior, Paul Auster -que está casado con Hustvedt, y sin duda habrá leído su ensayo sobre la importancia de los lentes en El gran Gatsby- contestó así: "Los libros son parte de la realidad. Son tan reales como esta mesa junto a la que estamos sentados. ¿Por qué no pueden entonces estar presentes dentro de una ficción?".

No creo que Auster fuera consciente en ese momento de que estaba conectando con el ensayo de Siri, pero me recordó de inmediato al hombre de los ojos de búho. Y, además, me hizo sentirme involuntario testigo de la historia de amor entre sus declaraciones y el ensayo de su mujer.

¿Al hombre-búho lo invitó Gatsby alguna vez de verdad? Es un personaje en el que apenas reparamos cuando aparece borracho en la fiesta inicial. Y no volvemos a verlo hasta el entierro de Gatsby: "En el cementerio oí que un auto se detenía y luego el sonido de alguien chapoteando detrás de nosotros en la tierra mojada. Miré en derredor. Era el hombre con gafas como ojos de búho (...) No lo había vuelto a ver. No supe cómo se enteró del funeral, ni siquiera conocí su nombre. El agua le caía sobre los gruesos anteojos; se los quitó y los limpió para ver la carpa que protegía la tumba de Gatsby".

¿Quién es ese hombre de los gruesos anteojos? Nick no le ha pedido que vaya al funeral. Para Hustvedt, representa una segunda encarnación del señor Eckleburg, testigo del problema de qué es y no es real, "un problema vuelto del revés mediante el concepto de ver a través de cristales especiales: los cristales de la ficción".

En Madrid, Auster fue la reencarnación involuntaria del hombre de las gafas ojos de búho. Pero la pregunta sigue en pie: ¿Quién era ese hombre que, a su vez, era la reencarnación del señor Eckleburg? ¿Por qué apenas nada sabemos de él? Me hace pensar en la escena de la biblioteca en Ulises de Joyce, cuando Stephen está hablando de Shakespeare, y sostiene que éste se ha incluido a sí mismo en sus obras. Muy tenso, Stephen dice que Shakespeare "ha ocultado su propio nombre, un nombre magnífico, William, en sus obras: es un comparsa aquí, allá, igual que el pintor de la vieja Italia colocaba su rostro en un rincón oscuro de su lienzo".

Tal vez Nick, al ver al hombre de los gruesos anteojos en el funeral de Gatsby, vio al propio autor del libro. De ser así, Nick llegó a ver a su creador. ¿Lo invitó el propio Gatsby? ¿Lo invitó de verdad? ¿Qué hacía allí el autor? Bueno, ya se sabe que en los funerales siempre aparece alguien que no te esperabas.

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