Agua madre
España tendría que psicoanalizarse respecto al agua, con la que mantiene relaciones francamente neuróticas y un poco edípicas. Somos un país de inmaduros acuáticos, de insatisfechos, de sedientos, de despilfarradores, de improvisadores, de frustrados. Una gran parte de nuestra geografía es de secano, y del secano sacas habitantes beneficio (por el turismo que viene de los países húmedos buscando el sol). Pero con la lluvia no nos entendemos. La deseamos y después la humillamos, la tiramos, la pedimos en rogativa bajo palio y, cuando cae a jarros sobre nuestros paraguas, la maldecimos. El agua, sabedora de ese complejo nuestro con ella, se muestra a menudo como una madre perversa y castradora que nos inunda por la espalda o a mitad de la noche, cuando más desguarnecidos estamos.
Las inundaciones de la M-30 han mojado malamente al rival de Aguirre, Ruiz-Gallardón
La tragedia ocurrida el pasado lunes en Coslada, con la muerte de una mujer de 55 años arrastrada por la torrentera, es sin duda un accidente que no hubo manera de prever; un portavoz de la Agencia Española de Meteorología declaró que "una gran tormenta es como un gran caldero en ebullición, en el cual hay numerosas burbujas", y en las últimas dos semanas la provincia de Madrid se ha visto salpicada terriblemente por ese caldero, habiendo sido imposible, según el mismo portavoz, "averiguar de antemano cuál de las burbujas, las tormentas localizadas, va a estallar, ni dónde va a hacerlo". Desdichados tiempos, en los que no paran de estallar burbujas: inmobiliarias, bancarias, y ahora atmosféricas.
Entre lo preventivo y lo paliativo hay un margen, y se trataría de saber hasta qué punto uno elige con su voto a personas que no sólo sean honradas (y lo parezcan) sino que sepan de lo que están despachando en sus despachos. Y para paliar hay que prever un poco, no necesariamente al modo de los arúspices romanos, es decir degollando a un gallo o mirándole las entrañas a un cuadrúpedo. Sabiendo, calibrando, imaginando. Con el agua es difícil el juego de la imaginación, dado el carácter atropellado, indócil y vaporoso del líquido elemento. En uno de los capítulos más hermosos de su libro El agua y los sueños, el filósofo Gaston Bachelard habla del agua maternal y el agua femenina, trasmutando él las aguas, como un chamán de la palabra, en leche, o "ultra-leche". Los fluidos naturales serían para Bachelard la leche inagotable de la Madre Naturaleza, y no sólo en función de ese valor el agua tendría un marcado carácter femenino.
En medio de las inundaciones, como una Ondina de pelo ondeado en las mejores peluquerías del barrio de Salamanca, ha surgido del Canal de Isabel II nuestra maternizada presidenta, Esperanza Aguirre, siempre con la priva en la mano. Uno ya ha perdido la cuenta, y se pregunta: ¿queda algo por privatizar en nuestra comunidad? El agua estaba exenta y parecía pública, corrientita, pero como no deja de dar problemas, aquí llega Esperanza con la rebaja. Las inundaciones de la M-30, hace casi ya dos semanas, han mojado malamente a su amigo e íntimo rival Ruiz-Gallardón, a quien la estética le jugó, una vez más, una pasada. El alcalde quiso poner un jardín encima de los nuevos túneles, un sueño casi bachelardiano y no muy distinto del que tenían los estudiantes parisinos de Mayo del 68, tan denostados por las Jóvenes Generaciones del PP: encontrar la arena del mar bajo los adoquines. Pero Gallardón se encontró la riada y el aviso del desastre que el ingeniero Manuel Melis, el llamado padre de la M-30, vaticinaba. La poética urbana le salió rana.
Esperanza Aguirre, pese a su parentesco con Jaime Gil de Biedma, no está para versos, ni siquiera sueltos. Ella prefiere la prosa del mundo contante y sonante. El pasado martes se enfrentó en silencio a los manifestantes que aguaron un tanto la inauguración solemne de los nuevos Teatros del Canal, y, poco antes de encomendar la gestión de esos nuevos espacios escénicos a la empresa privada, ha querido tener una debilidad pública y adjudicar a dedo un millón y medio de euros del contribuyente a los responsables del evento inaugural que, cómo no, también escenificaron su fantasía del agua. Por desgracia no les puedo contar mi impresión del espectáculo musical A, ideado por Nacho Cano, que es un excelente músico. Pertenezco a la masa de madrileños no contabilizados entre los 900 happy few regalados el martes, entre otros detalles, con un picoteo a 140 euros por barba, aunque no desespero. La Comunidad asegura que el espectáculo es para todos los madrileños. Sigamos a la espera. Mientras espero, sueño, un negociado que aún está por privatizar. "Water sports". Se trata de un término que no significa lo que parece: natación, waterpolo, golf en campos regados; deportes muy de Aguirre. El deporte acuático en que yo he pensado estos días es de cariz erótico y algo escatológico: esa lluvia dorada de millones que, cual diosa jupiterina, nuestra presidenta ha dejado caer sobre unos elegidos.
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