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Columna
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¡Novatos fuera!

Lluís Bassets

La frase va dirigida a quienes quieren destronarle, fuera y dentro de su propio partido. No es momento para novatos. Mientras se tambalean los cimientos de la economía mundial no es cuestión de ceder el paso a jóvenes inexpertos. El dardo de Gordon Brown se dirige a los davides, el de casa, Miliband, que aspira a convertirse en el líder del labour, y el de la oposición, Cameron, que quiere mudarse lo antes posible al número 10 de Downing Street. Pero ese dardo atraviesa también el Atlántico, donde la fiebre electoral se halla en su punto de ebullición. Allí nadie da la talla en cuestión de gestión económica: no la da el presidente saliente, que ha tirado su ideario y dejado todo en manos de los sabios; pero tampoco los dos candidatos, el demócrata Barack Obama, y el republicano John McCain, éste a pesar de su edad y experiencia. Ninguno de los dos ha sabido situar hasta ahora a la economía en el lugar donde la propia economía está situándose ella sola.

La economía se ha situado en el corazón de la campaña, pero los candidatos no dan la talla

En el centro de la campaña de McCain están la política exterior y la seguridad nacional, alrededor de la idea del comandante en jefe preparado para dirigir el país en guerra. En el de la campaña de Obama está el cambio, en todas sus dimensiones: generacional, político, cultural; en contraste con el balance penoso que deja George Bush. McCain no puede ocultar, junto a su desconocimiento económico, su vinculación con la ideología y el sistema que ha llevado a Wall Street al pozo sin fondo: sólo faltaba saber que su director de campaña, Rick Davis, ha venido cobrando 15.000 dólares al mes desde 2005 de la hipotecaria ahora nacionalizada Freddie Mac.

El raíl central de la campaña transcurre siempre por la actualidad más rabiosa. Quien sepa ocuparlo y no cometa fallos tiene casi todo ganado. El mérito de la campaña de McCain consistió en entrometer a Sarah Palin en un momento de bajo perfil noticioso, sólo ocupado por los artificios de las convenciones para la nominación de los candidatos. Alaska, los niños, el pintalabios o sus habilidades cinegéticas se convirtieron en objetos de valor informativo. El entusiasmo republicano por el hallazgo de un fetiche eficaz entró en resonancia con la visibilidad mediática de la propia Palin y las encuestas invirtieron su signo -hasta entonces siempre con Obama en cabeza- y se dispararon a favor de McCain.

Ahora, con el desmoronamiento financiero, sucede lo contrario. El efecto Palin se desvanece, gracias a la incapacidad de la gobernadora de Alaska para comparecer ante los medios de comunicación y someterse al escrutinio que merece un candidato a la vicepresidencia. Su cursillo acelerado de política exterior estos días en Nueva York, donde se está entrevistando con mandatarios internacionales con motivo de la Asamblea General de Naciones Unidas, sólo está sirviendo para subrayar sus debilidades y la sobreprotección que le ofrece el equipo de McCain, temeroso de las meteduras de pata en que pueda incurrir si se la deja sola en el foso con los periodistas. Es una pompa de jabón que se deslíe por la explosión de la burbuja hipotecaria.

El viraje demoscópico todavía no es nítido. Hay encuestas que dan a Obama una ventaja sólo de dos puntos (Rasmussen le da el 49% frente al 47% para McCain). La que suscita más atención es la de The Washington Post y ABC News, que da una ventaja de nueve a Obama (52% a 43%), 15 días después de habérsela dado de dos a McCain (49% a 47%). El primer debate televisivo entre ambos, previsto para mañana y ahora en el alero, en el espeso clima político actual, permite intuir que entramos en el punto crucial de la campaña.

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No puede ser más intenso el pesimismo reinante entre los estadounidenses. Sólo un 14% descarta que su país vaya en mala dirección, una cifra que no se daba desde el final de la guerra de Vietnam. Apenas un 8% cree que la economía se halla en buena situación, coincidiendo con McCain, que valoró como sólidos los fundamentales de la economía norteamericana. Hace un año la guerra de Irak era la máxima preocupación de los ciudadanos, en una proporción del 29%, frente al 14% que ya mostraban su inquietud por el estado de la economía. Ahora son el 50% los que están preocupados por la economía, e Irak en cambio sólo inquieta al 9%. Todo esto no hace más que favorecer a Obama. A falta de ideas económicas, su ruptura se está convirtiendo en un mensaje económico por sí mismo.

Ciertamente, ninguno de los dos sabe de economía como Gordon Brown, pero de Obama se puede esperar que aprenda, mientras que es difícil confiar en la capacidad de adaptación de McCain, que ha dado muestras reiteradas de obstinación e incluso intemperancia. A falta de candidatos experimentados, la opción más clara es presentarse como un buen aprendiz. Es lo que el viejo McCain pretende con la suspensión de la campaña y del debate sobre política exterior, su tema preferido.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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