Los vecinos de Coslada advirtieron al Ayuntamiento del peligro de riadas
Las quejas señalaban los problemas causados por un socavón bajo la M-45
Habían avisado. De palabra, decenas de veces; por escrito, la pasada primavera. Todos los vecinos del barrio Senda Galiana de Coslada recuerdan inundaciones, pero ninguna como la de ayer. Con la construcción de la M-45, dicen, el agua empezó a meterse en sus hogares cada vez que llovía. En una de ésas, el 28 de abril, los vecinos decidieron enviar sus quejas por escrito al Ayuntamiento de Coslada.
Juan Serrano, secretario de la Asociación de Vecinos Galiana, envió por registro al alcalde de Coslada, Ángel Viveros, una carta en la que hablaba de los movimientos de tierra que habían provocado las últimas obras, por lo que el flujo de aguas pluviales se cargaba de barro y anegaba sus calles.
Según explica Juan Bravo, presidente de la Asociación de Vecinos, mantuvieron conversaciones con el concejal de Vías del Municipio, Manuel Marín, para buscar el origen de las aguas. Localizaron un socavón junto al canal que pasa bajo la M-45 y que ayer vertía las aguas hacia Coslada. El sumidero va a parar a las antiguas conducciones subterráneas de la Cañada, que se saturaban de agua. "Ese mismo mes envié un escrito a la Junta Municipal de Distrito de Vicálvaro, a la que compete la zona del colector de la M-45, que ya no está en el término municipal de Coslada", explica el edil. En la misiva, según el concejal, pedía al Ayuntamiento de Madrid que se hiciese cargo del socavón. "El Ayuntamiento de Madrid contestó semanas después diciendo que no encontraban el socavón y pedía la ubicación exacta del sumidero". Y ahí quedó la historia. "Llegó el verano y los trámites para enviar el escrito a Madrid se ralentizaron", relata Marín.
Esas comunicaciones no sirvieron para mucho. La riada se llevó por delante casas y acabó con la vida de Francisca Zamora, arrastrada por el agua el pasado lunes hasta morir atrapada debajo de un coche. Su hijo Jesús valora los daños de la casa en la que vivía con su madre y sus hermanos. El patio está completamente anegado por una capa de lodo de tres palmos. En las paredes, las marcas de agua alcanzan casi un metro. "Volverá a pasar", asegura. "Alguien tiene que asumir responsabilidades. La policía me dice que no deje ahí el coche porque puede volver a venir agua. ¿Cómo vamos a estar seguros?", continúa alterado. Jesús para y se tranquiliza. "Mañana enterraré a mi madre en Barcelona". Junto a él, sus vecinos están aún armados con cubos y palas. Muchos no tienen seguros. Una mujer lleva a su nieto de la mano mientras cuenta su desgracia. El pequeño, de unos cuatro años, interviene: "El viento hacía ¡uhhh, uhhh! y la nube ¡crack! ¡El cielo se rompía!". La abuela lo coge en brazos y mira los nubarrones.
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