¿Comienza el deshielo? / 2
El persistente deslumbramiento que siguen produciendo, a pesar de la debacle económica, los oropeles de la moda neoliberal explican la múltiple reaparición del socialismo liberal al que he dedicado cinco columnas antes del verano. Pierre Manent, en su Historia intelectual del liberalismo, insiste con Tocqueville en que el rasgo históricamente más definitorio de esta ideología no es su propuesta económica sino, frente a las pretensiones religiosas, su reivindicación de la absoluta soberanía de lo humano. De aquí que la libertad y la igualdad -todos los hombres son en cuanto tales, libres y en virtud de ello, iguales- sean sus principios básicos y sus objetivos últimos. Planteamiento frontalmente antagónico con la práctica y los resultados del neoliberalismo actual, que ha llevado la desigualdad a límites insoportables y ha creado un enfrentamiento dramático entre la cúspide de las empresas y sus cuadros medios y hasta superiores.
"El neoliberalismo ha llevado la desigualdad a límites intolerables y a la exhibición del lujo más agresivo"
Las abultadísimas remuneraciones de los presidentes de los grandes grupos, los paracaídas dorados y todas las retribuciones añadidas de que se han ido dotando han creado un clima de nepotismo y abusos que han generado los lamentables escándalos en que se han visto envueltas las principales empresas del mundo económico. Limitándome a Francia, Georges Pebereau, uno de sus principales empresarios, presidente durante muchos años de la CGE, el mayor grupo industrial francés y hoy presidente de honor de Alcaltel, numero uno mundial en el sector de las telecomunicaciones, ha denunciado las prácticas de Phillippe Jafré en ELF, Antoine Zacharias en Vinci, Daniel Bernard en Carrefour y Jean-Noël Forgeard en EADS, que se han llevado la palma en esta desbocada competición de desvergüenza empresarial.
Estos raudales de dinero dócil consecuencia de la dominación financiera de la vida económica han venido acompañados de la provocadora exhibición del lujo más agresivo que ha encontrado en la pueril porfía quien de los yates "tiene el yate más grande y más lujoso" su más ofensiva expresión. Cuando gran parte de la población de los países en desarrollo intenta sobrevivir con uno o dos dólares diarios y necesita cuatro o cinco horas para buscar su ración cotidiana de agua, nuestros exultantes multimillonarios se desafían a golpe de palacios flotantes: el Emir de Dubai con su barco del mismo nombre de 160 metros y sus piscinas, sala de squash, gimnasio, helicóptero y submarino de bolsillo; los súper ricos rusos Andrei Melnichenko, de 36 años con un superyate de 165 metros, y Roman Abramovich, de 41 años, que no tiene bastante con su diversión futbolística, el Chelsea, y su flotilla de unidades navieras y se está haciendo construir un macro juguete de 170 metros, el Eclipse, con cristales antibalas, detección antimisiles, dos pistas de helicópteros, tres piscinas, cristal de Baccarat...
A este insultante derroche suntuario habría que añadir tantas disparatadas muestras de despilfarro ostentoso, entre ellas las muy altas cotizaciones de las obras de arte contemporáneo, como los 140 millones de euros que acaban de pagarse en Sotheby's por una parte de la producción de Damien Hirst o los elevados precios practicados en la reciente edición del Sh. Contemporary de Shangai.
Los dislates del dispendio consumista son inseparables de la radicalización del liberalismo financiero que con la promoción de la libertad total de circulación de capitales, los mecanismos de titrización, el desarrollo de los mercados a término de productos derivados, la técnica del LBO (o efecto palanca), las generalizadas facilidades crediticias en el sistema productivo mundial, el principio del dinero fácil y sin cuento..., tenían que producir muy graves perturbaciones financieras. Y las han producido. La crisis mexicana de 1995, asiática de 1997, rusa de 1998, argentina de 2001, la de la nueva economía del 2000, y la de las subprimes que estamos viviendo, eran por ello más que previsibles y prueban la inviabilidad de este desbocado capitalismo liberal. Sistema que alienta la política de los bancos centrales, lanzados a la producción del dinero-crédito, que, cuando llega el desastre, intentan paliar con más dinero público, caso del Northern Rock en el Reino Unido y del Bear Stearns, del Fannie Mae, del Freddie Mac y últimamente de AIG en Estados Unidos.
Alguien que sabe de lo que habla, George Soros, que con ocasión de la salida de la libra esterlina del concierto monetario europeo ganó en un sólo día más de 1.000 millones de dólares, acusa a los heraldos del neoliberalismo financiero de mentirosos y manipuladores y asegura en su libro The New Paradigm of Financial Markets que el sistema actual está tocando a su fin. ¿Ha comenzado pues el deshielo?
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