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Columna
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Limpieza

Enrique Gil Calvo

Hacer de necesidad virtud. A eso se vio obligado José Luis Rodríguez Zapatero ante el anuncio de que España va a entrar en recesión. Seguir negando la evidencia de la crisis sólo servía para hacer creer a la ciudadanía que el Gobierno era su principal culpable, ya que ponía tanto empeño en tratar de ocultarla. Así que el presidente decidió coger el toro por los cuernos y el miércoles pasado acudió al Congreso a dar la cara, a riesgo de que todos se la rompieran retóricamente, como en efecto sucedió. Pero algo hemos salido ganando, pues ahora ya es oficial que estamos en crisis: una crisis de estancamiento con probable recesión inmediata. Por tanto, el Gobierno está obligado a hacer algo al respecto.

Ésta no es una economía de la productividad y el trabajo, sino de la trampa, el amiguismo y la impunidad

Y ¿qué puede hacer? En términos económicos, tampoco demasiado, pues la globalización ha reducido a los gobiernos de tamaño intermedio casi a la impotencia. Pero políticamente sí que puede hacer algo: además de recurrir a su habitual tacticismo (como es desviar la responsabilidad de la crisis hacia los inmigrantes), necesita también adoptar una estrategia. Pero no una estrategia electoral, como la de empujar a Rajoy hacia su derecha con leyes de aborto y eutanasia, sino una verdadera estrategia de salida de la crisis. Y aquí es donde interviene en su estratega Solbes, quien interrogado sobre el anuncio de que España entrará en recesión respondió: "Si sirve para limpiar la economía y remontar la situación, no tendrá mayor importancia". Que es como decir: bienvenida sea la recesión, pues no hay mal que por bien no venga.

Limpiar la economía como estrategia de salida de la crisis. Es lo mismo que sostenía Schumpeter, de quien el académico Solbes ha de ser sin duda devoto. Para el gran maestro vienés asilado en Harvard, y principal teórico de los ciclos económicos, ésta es la necesaria función que cabe esperar de las recesiones, etapas depresivas en las que los mercados se purgan y depuran mediante la limpieza y eliminación de las empresas obsoletas y abusivas. Pues hasta que no se laven todos los pecados cometidos durante la anterior fase de expansión no se pueden sentar las bases de la recuperación futura, basada en la apertura de nuevos mercados innovadores. Es, de nuevo, hacer de la necesidad virtud, aprovechando la ruina económica para limpiar y sanear la economía.

Y a fe que la economía española precisa una limpieza a fondo. En realidad, aquí necesitamos no a Solbes o a Zapatero sino al propio Hércules, que supo limpiar en un solo día los establos de Augías donde se había acumulado toda la porquería de sus ingentes rebaños. Y entre nosotros sucede casi otro tanto, pues como para dar la razón a las denuncias anglosajonas sobre los desmanes de los pigs (los países mediterráneos que más se han beneficiado de las ayudas europeas: Portugal, Italia, Grecia y Spain), el milagro español se ha edificado sobre unas bases tan corrompidas que tras 15 años ha dejado a su paso un erial de ruinas y residuos muy difíciles de reciclar. Es bien conocida la burbuja inmobiliaria que se ha venido hinchando como un torbellino en espiral, y cuyo brusco estallido ha salpicado a todo el resto de empresas que dependían de ella, determinado su vertiginosa caída en picado. Pero eso no es todo, pues además del visible desastre urbanístico, es el conjunto entero del modelo español el que necesita una urgente depuración, contaminado como está por la cultura del impune pelotazo.

La nuestra no es una economía calvinista del trabajo y la productividad, ni tampoco una economía especulativa del riesgo y la competitividad, sino una economía del soplo, la trampa, el atajo, el amiguismo y la impunidad, pues aquí no se enriquece la empresa más eficiente o más capaz sino la más protegida, más subvencionada y más encubierta por su red clientelar. Por eso, de poco servirá limpiar el sector de la construcción (suponiendo que se intente de verdad, lo que resulta difícil de creer) si no se depura además la corrupción política que es su caldo de cultivo, a partir de la connivencia entre partidos, empresas y municipios que viene denunciando Alejandro Nieto (El desgobierno de lo público, Ariel, 2008). Y para limpiar estos establos de Augías no parece la mejor receta el recorte de la financiación municipal que se anuncia en los Presupuestos del año próximo.

Ése es el verdadero mal que aqueja a la economía española. Y mientras no se limpie y depure en profundidad, de poco servirán los barridos superficiales que escondan la basura bajo la alfombra. Aprovechemos pues el descenso a los infiernos de la crisis para lavar nuestros pecados tanto económicos como políticos, a fin de iniciar otro nuevo sendero de crecimiento futuro ya no basado en la impunidad del pelotazo, sino en la potenciación del emergente empresariado schumpeteriano, capaz de innovar, de competir y de crecer. Como la burbuja inmobiliaria ha muerto, es hora de empezar a cebar la burbuja de la exportación.

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