La mano humana se formó de un poco de 'ADN basura'
Una gran parte del genoma (en torno a un 95% en el humano) se llama ADN basura porque no contiene instrucciones como los genes. Podría estar en el genoma como resultado de los avatares de la evolución y se pensaba que carece de función. Pero no es así, el nombre está mal buscado, porque hace tiempo se sospechó y desde hace unos años se sabe, que hay secuencias de ese mal llamado ADN basura que desempeñan un papel clave como reguladores de los genes, como interruptores que los encienden y apagan, por ejemplo. Una de esas secuencias recientemente estudiada resulta que tiene un papel estelar en la historia del ser humano: está implicada en la formación de la mano, activando genes esenciales de desarrollo del dedo pulgar, de la muñeca y del antebrazo.
"Nuestro estudio identifica un potencial contribuyente genético de las diferencias morfológicas fundamentales entre humanos y primates", afirma James Noonan, unos de los autores del descubrimiento. La secuencia genética en cuestión (denominada HACNS1) evolucionó muy rápido en los humanos en comparación con los chimpancés y los macacos, y "puede haber desempeñado un papel en la humanización de nuestras manos y pies", explica la revista Science, que da a conocer la investigación en su último número.
Estos biólogos han comprobado el efecto de la HANCS1 mediante ratones transgénicos a los que han introducido esa secuencia genética humana y han comprobado su efecto en el desarrollo de las extremidades, aunque aún no tienen claro que gen o genes resultan activados por la HANCS1. La secuencia correspondiente de chimpancés y macacos no produce el mismo efecto en los ratones transgénicos. Es más, los científicos muestran que la secuencia se conserva ampliamente en los vertebrados, pero que se ha acumulado muchas variaciones desde la divergencia entre humanos y chimpancés, hace unos seis millones de años.
Los resultados, aún "preliminares", advierten los científicos, suponen "una sorprendente prueba de que los cambios funcionales en el HACNS1 pueden haber contribuido a las adaptaciones del tobillo, el pie, el pulgar y la muñeca del ser humano, repercutiendo en ventajas críticas que sustentan el éxito evolutivo de nuestra especie", comenta Noonan, de la Universidad de Yale y líder del trabajo.
En la investigación han participado otros especialistas de EE UU, Reino Unido y Singapur.
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