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Reportaje:Catástrofe aérea en Madrid

El último día del comandante

Así transcurrió la jornada del piloto del 'Sunbreeze' antes del trágico accidente

La muerte esperaba a Antonio García Luna, de 39 años, piloto de la compañía Spanair, el miércoles 20 de agosto en la pista 36L del aeropuerto de Barajas. Pero hasta las 14.25 horas, cuando el avión que pilotaba se estrelló en la maniobra de despegue, cobrándose 154 vidas incluida la suya, el día discurrió con prometedora normalidad. El comandante García Luna cumplía ese día cinco jornadas de trabajo en agosto (40 horas de servicio). Según la versión de algunos compañeros, el plan mensual de la compañía no preveía que fuera él quien pilotase el vuelo siniestrado. "Hubo un cambio posterior, él tendría que haber salido el jueves", cuenta Gustavo Barba, comandante de Spanair, que le conocía desde hacía años.

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El día comenzó bien. García Luna, que tenía un piso alquilado en Barcelona con otro piloto, llegó a El Prat en torno a las ocho de la mañana, una hora antes del despegue de su vuelo, el JK 455 con destino a Madrid. El avión que le correspondía pilotar, el MD-82 Sunbreeze, matrícula EC-HFP, era un viejo conocido del comandante, que tenía muchas horas de vuelo a los mandos de ese modelo de McDonnell Douglas. La aeronave despegó de El Prat a las 8.55 con 73 pasajeros, cuatro auxiliares de vuelo, el comandante García Luna y el copiloto Francisco Javier Mulet.

El vuelo transcurrió sin incidencias, y la aeronave tomó tierra en Barajas a las 10.13, con siete minutos de adelanto. La tripulación (todos menos una de las azafatas) tenía un descanso obligado en Madrid, donde les esperaba un nuevo vuelo, el JK 5022 con destino a Las Palmas y salida a las 13.05. García Luna y el copiloto Mulet pasaron a la "sala de firmas", como se conoce a las dependencias donde las tripulaciones descansan entre vuelo y vuelo. Allí tuvieron más de dos horas para relajarse, comprobar el correo electrónico o leer algún periódico antes de repasar el plan de vuelo del siguiente salto.

Sus amigos de Spanair consideran una prueba de la seriedad y meticulosidad del comandante García Luna el que fuera capaz de abortar un primer despegue cuando se encontraba ya en cabecera de pista. Los vuelos se retrasan con frecuencia por "problemas técnicos". Pero "no es muy frecuente regresar al parking desde la cabecera de pista. Resulta muy estresante para un piloto, porque tiene que esperar a que le asignen otra hora de despegue y aguantar las quejas del pasaje y el nerviosismo general", explica un experimentado comandante de Iberia.

"Antonio era muy responsable, lo sé porque voló conmigo más de una vez cuando era todavía copiloto. Conocía a fondo todos los manuales, siempre estaba ansioso por aprender. Era un gran piloto", comenta Gustavo Barba, comandante de MD-80 en Spanair con el que compartió cena, en Barcelona, hace apenas dos semanas. "Hablamos de amigos comunes, de la situación de la compañía, de cosas intrascendentes". Era un hombre discreto, "un español de aspecto bien normal, de estatura media, moreno". Sin el uniforme, García Luna habría pasado fácilmente por un funcionario de Hacienda, serio y formal. "Una persona muy cordial. La noche que nos encontramos en el hotel Meliá de Barcelona él ya había cenado, pero tuvo la amabilidad de acompañarme al restaurante porque iba solo", recuerda Barba, que considera un deber "honrar a García Luna y a su tripulación, haciendo que su trabajo y esfuerzos no sean en vano".

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