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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Adelanto gallego

Touriño tiene que explicar bien sus razones si decide anticipar las elecciones autonómicas

Salvo sorpresa, Emilio Pérez Touriño anunciará en breve la disolución del Parlamento gallego y la convocatoria de elecciones anticipadas a celebrar seguramente en otoño. Es una prerrogativa contemplada en el Estatuto de Galicia y en los de otras, pero no todas, las comunidades autónomas. No hay duda, por tanto, del derecho del presidente de la Xunta a acortar la duración de la legislatura, cualesquiera que sean las razones que le muevan a hacerlo. Pero precisamente por ser una posibilidad que puede utilizar o no, tendrá que asumir el coste político de explicar las razones de su decisión.

No es lo mismo convocar elecciones anticipadas por razones de causa mayor (por ejemplo, haber quedado en minoría, como cuando Jordi Pujol retiró su apoyo a Felipe González en 1995) que hacerlo por conveniencia partidista. Pérez Touriño dará hoy sus razones. Las que se han venido manejando, primero para convencerle (él era más bien reticente) y luego para convencer a la opinión pública, son de diferente peso, pero todas ellas convergen en la idea de que si agota el plazo (hasta junio) los efectos de la crisis económica serían más visibles y tendrían un coste electoral alto para los socialistas.

En las elecciones del 9-M los socialistas gallegos subieron 6 puntos respecto a las autonómicas de 2005. Es lógico que aspirasen a trasladar ese crecimiento al Parlamento autonómico; incluso que considerasen verosímil convertirse en la primera fuerza de Galicia, desplazando de esa posición al PP. Las encuestas auguran como mínimo un acercamiento a esa posición. Pero la incidencia de la crisis podría variar tales expectativas en contra de los socialistas, como ya registra el CIS para el conjunto de España.

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En sentido contrario, unas elecciones anticipadas que permitieran a Pérez Touriño seguir gobernando en Galicia serían un refuerzo para Zapatero y su política de alianzas, con probable incidencia en el País Vasco, también pendiente de elecciones anticipadas. Supondrían, además, una derrota para Rajoy, que pone a prueba en Galicia su nueva estrategia de apertura al diálogo y disponibilidad para pactar con los nacionalistas.

Ése es el cálculo, pero con el problema de que reconocer que el adelanto es por ese motivo supone admitir que las cosas van a ir a peor y que, por tanto, la crisis es mayor de lo que acepta el Gobierno. Y eso también podría tener un coste electoral.

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