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El día en que conocí a Grace Kelly

Carla Guimarães

Grace llegó a España soñando que un día se convertiría en una princesa de verdad, pero cada hora perdida en el cuartucho donde se prostituía en la Gran Vía era como un balde de fría realidad.

Grace nació hombre, en un barrio muy pobre de Alagoas, en Brasil. Y desde muy pequeña supo que era una mujer. Un descubrimiento que le causó una serie de problemas. Yo imagino que la palabra transexual no estaba en ningún diccionario de su vecindad en Alagoas y, quizás por esto, su transformación fue lenta, dura y muy difícil. Cuando Viviana apareció en su vida diciendo que era la propietaria de una discoteca en Madrid donde travestis y transexuales hacían espectáculos artísticos, Grace no dudó ni un minuto y aceptó la invitación para trabajar en Europa. "Todo va a salir bien, vas a ver, ahora todo va a salir bien", se repitió Grace, una y otra vez, para poder vencer el miedo a volar las 10 horas que le separaban de su sueño.

Era su ídolo: una mujer común que se convierte en actriz famosa y después en princesa

Al llegar a España, descubrió que los espectáculos eran privados, con clientes de todas las calañas y que tenía una deuda de 7.000 euros con su jefa por el billete aéreo y la estancia. Además, si se negaba a trabajar, se llevaría una paliza del marido de Viviana.

Al contrario de lo que yo imaginaba, Grace no era un travesti barbudo, sino toda una mujer. Nada en ella me hizo pensar que algún día esta persona fue un hombre. La conocí en la sede de un programa de atención a transexuales de Madrid. Colaboré muchos años con una ONG dedicada a la inmigración y me llamaron para ser intérprete de Grace, que hablada muy mal español. Además, estaba muy asustada. Escuchar una voz tranquila que te habla en tu idioma, en esos momentos, ayuda mucho. Es como viajar a casa en dos segundos. Este día descubrí cómo Grace Kelly fue a parar en el programa de atención a transexuales.

Acompañada por su jefa, Grace se pasó a recoger condones gratuitos en una entidad benéfica. Los trabajadores sociales que atendieron a Grace notaron algo raro en su relación con Viviana y le entregaron, disimuladamente, la dirección y teléfono del programa. Este mismo día, al regresar a la casa, Grace recibió una paliza por haber hablado con extraños y, dos horas más tarde, aún herida, metió en su bolso sus bienes más queridos, incluyendo dos DVD piratas de Harry Potter y una chapita del Real Madrid, y, aprovechando un descuido de la jefa, huyó de la casa.

Dos horas más tarde, yo traducía la historia de Grace, que hablaba entre lágrimas y sollozos. Grace tenía mucho miedo de denunciar a su jefa, que le había amenazado con matar a su familia en Brasil si ella hablaba. Viviana también la amenazó con hechizos de la santería. Los funcionarios del programa le explicaron que la única manera de librarse de Viviana y conseguir papeles en España era denunciarla. A partir de ahí, podrían hacerle una tarjeta sanitaria, e incluso solicitar todas las cirugías para el cambio de sexo. Grace podría tener asistencia psicológica, sería un testigo protegido de la policía y se cambiaría a una residencia donde muchas otras mujeres, protegidas por diferentes motivos, conviven hasta encontrar un trabajo y poder mantenerse solas. La policía brasileña también sería contactada para proteger a su familia en Alagoas. Eso sí, con respeto a la santería, el Estado español no podría hacer nada y yo, secretamente, le pasé un collar de Iansã (la diosa guerrera), como alternativa de protección espiritual.

Grace, a pesar de no tener casi nada de dinero en su billetera, tenía un messenger e incluso un facebook repleto de fotografías donde posaba vestida como la verdadera Grace Kelly, su ídolo y la razón por la cual ella creía fervorosamente en los cuentos de hadas. Una mujer común que se convierte en actriz famosa y que, un día, se convierte en princesa... Era todo lo que nuestra Grace deseaba.

Me he tomado la libertad de cambiar algunos datos en este artículo para proteger a su protagonista. Aunque lo que más me impactó de su historia no ha sido nada de lo que he narrado anteriormente, sino la propia Grace, que contaba su desdicha afligida, es cierto, pero con mucha dignidad. Grace tenía una fe inexplicable en el futuro, algo típicamente brasileño. "Todo va a salir bien, vas a ver, todo tiene que salir bien", ella se lo repitió una y otra vez para vencer el miedo y hacer la denuncia. Espero que, esta vez, Grace tenga razón. Por esto decidí escribir este texto. Para mí, su historia es tan increíble como la de la propia Grace Kelly.

Carla Guimarães es escritora.

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