_
_
_
_
A TOPE | Días de diversión
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Cabeza

Hacía mucho tiempo que no me cogía vacaciones. Me refiero a vacaciones de verdad, de esas de tumbarse a la bartola, no hacer nada y sólo preocuparse de si te vendría bien una tercera hora de siesta, del plato que te pedirás en la cena o del nivel de protección de tu crema bronceadora. Terminé el rodaje de Pagafantas en Bilbao un sábado -todo ha ido muy bien, ya estamos montando y estoy exultante- y el lunes ya estaba rumbo a una isla del Mediterráneo donde pensaba perderme durante una semana.

Mientras tanto, en esa isla, un hombre cortaba la cabeza de su mujer para luego pasearse con ella por las calles de la ciudad. Después, el asesino cogería su coche y empezaría a atropellar turistas a diestro y siniestro. En ese momento yo estaba volando hacia Santorini, la isla griega en cuestión donde sucedieron los hechos.

Es evidente que me tomaba esas vacaciones con ciertas ansias. Dos tipos de ansias muy diferentes. En mi cabeza convivían, por un lado, la agitación de haber terminado de rodar la peli con toda la tensión, emoción, incertidumbre y entusiasmo que ello conlleva y, por otro, el ansia por desconectar, relajarme y descansar. Es curioso -bueno, más que curioso, contradictorio- que uno quiera esforzarse en buscar el relax, que tenga que hacer un esfuerzo para no tener que hacer esfuerzos, pero esas cosas suceden en la vida.

El mayor error que cometí después de la época de la nominación al Oscar de mi corto fue no parar. Me pasé más de un mes dando entrevistas, viajando de aquí para allá y viviendo mucha emoción y tensión. Y, cuando terminó todo, en vez de irme a un caserío perdido, al desierto del Sáhara o a una playa remota, me puse a currar a lo loco. Metí la pata y pasé unos meses con una ansiedad tremebunda. Y me dije que no iba a volver a vivir una situación así.

Por mucho que te guste tu trabajo, por muchas ganas que le pongas, al final te quemas si no eres capaz de parar, respirar un segundo y decirte a ti mismo: "La estás cagando porque estás cansado y no aciertas ni para atrás con lo que estás haciendo".

Por eso volé a Santorini, donde un hombre cortó la cabeza de su mujer. Y en mi cabeza bullían preguntas sobre cómo quedarían montadas algunas escenas, qué música meter o directamente si la película iba a quedar graciosa.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_