El rockero más chulo
Jaime Urrutia aglutina a jóvenes y nostálgicos en las Vistillas
Un rock se toca sobre una baldosa. Al menos el de Jaime Urrutia, una de esas personas que pregunta "¿Cómo estás?" y se responde "Me alegro", antes de que el interlocutor tenga tiempo de abrir la boca. Anoche lo hizo, se dio la vuelta y comenzó a tocar. Así de chulo.
Urrutia apareció en el escenario con su quinteto y vestido de dandi. Con la solapa del traje negro levantada, el gesto torcido y la voz impostada que hizo tan reconocible a su Gabinete Caligari. Antes de comenzar el repertorio sonó un pasodoble al que fueron sustituyendo los acordes eléctricos del primer tema. "¡Torero!", le gritaban desde el público. "Va de sobrao ese tío", dice un escéptico, y no se equivoca. Delirios de grandeza abre el repertorio.
En primera fila brillaron las patillas y los símbolos de la movida
Urrutia apareció de 'dandy', la solapa levantada y la voz de Gabinete Caligari
Las Vistillas se mueven a buen ritmo durante la hora y media que dura el concierto. Es un concierto para todos los públicos. Lógicamente, los temas más coreados son los de Gabinete Caligari, y Urrutia lo comprende: sonarán Castillos en el aire, Cuatro rosas o Camino de Soria. Pero tampoco renuncia a colar temas de sus discos en solitario, ahí queda Caray, dedicado a Loquillo, que dice el Urrutia que es el tío más chulo de todo Madrid. Él hace oficio de eso. "Buenasss noches Vistillasss. Dedico esta canción a todas las Palomas": imposible ser más madrileño.
No hay ninguna de las pullas tan comunes en las actuaciones de los Caligari cuando eran un grupo de afterpunk, que quería sonar como Joy Division o Theater of Hate. No se trata de provocar en un concierto público, donde no todos son fans. En el espacio de las Vistillas conviven heavys, niños, violeteras y parejas cuyo uso de las articulaciones delata que no bailan desde el tiempo del chachachá.
A la retaguardia del público se escuchan conversaciones como ésta: "Estamos en la cola del concierto. No. En la de los cubatas". Eso sí, en la primera fila brillan las patillas como hachas, las camisas Caligari y los aros de los hijos nostálgicos de la movida. Cuando suenan los temas del Gabinete se desenfundan las litronas.
El quinteto de acompañamiento demuestra una notable solidez, el guitarrista saca de su Telecaster los toques más rockeros y la base rítmica aporta justo lo que se le pide. Dos puntos, contundencia macarra. Suenan las palmas para confirmarlo. Los teclados y unos buenos arreglos de viento de Francis García añaden el sonido Urrutia, como si Urrutia no sonara bastante a él. A Gabinete Caligari y a ese linaje de músicos que, como Búmburi, han sacado su inspiración de un irónico revival hispánico.
Jaime Urrutia sonríe de medio lado. Es de esas personas que puede permitirse cantar "la ciudad tan grande, pero tu amor tan pequeño" y no mondarse de la risa. En el trance sube la bota de piel de serpiente sobre la pantalla de sonido. Todo un alarde para alguien que toca sobre una baldosa.
La solvencia de la banda se impone a los problemas de un sonido disperso, típico en esta clase de conciertos al aire libre. El mensaje llega, misión cumplida para un cantante que se ha reivindicado como compositor y que aspira sobre todo a defender sus temas con dignidad. La noche se llena de rock, un saxo y un repertorio lleno de desencanto, desplante y añoranza.
Desde la última fila, una madre consuela a su hija de tres años: "No te preocupes, que al final suena el chachachá". Y el chachachá sonó. Luego los cohetes y la noche de las Palomas.
El ex líder de los Gabinete Caligari no ha perdido un ápice de su desidia irónica. El público responde bien al envite y corea con ganas los temas. Minutos antes de las once, toda la explanada de conciertos está llena. Suenan músicas enlatadas que no hacen presagiar la descarga de melancolía que lleva consigo la banda de Urrutia. Los rastafari se apostan frente a las barras del bar y preguntan "¿de qué van los Gabinetes éstos?"
"Una cosa para abuelos", responde un camarero. La juventud del público les roba la razón.
Urrutia le ha perdido el respeto al directo. Los Gabinete eran un grupo solvente en vivo, pero jamás dados a grandes exhibiciones. Los años han servido al cantautor madrileño para asentarse y guiar a su público con soltura aunque con parquedad de palabras. Con unos pocos guiños consigue que la gente sonría o le sigan los coros.
Sus músicos le flanquean y no pierde la compostura cuando los fans piden temas de Gabinete, olvidándose de las composiciones más recientes que suenan en ese momento.
Loquillo y Búmburi son de los músicos que han acompañado incondicionalmente a Urrutia en la fase en solitario de su carrera. En febrero, cuando presentó su disco en directo Enjoy, en la madrileña sala Joy, una pléyade de nuevos músicos españoles le escoltaron para demostrar que las innovaciones propuestas por Caligari han calado: Pereza, Jorge Drexler o El Canto del Loco.
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