Hacia el silencio y la paz interior

Tras esquivar blusas dedicados al exceso festivo, chiringuitos y artistas ambulantes, además de miles de personas que salen en busca de la diversión obligatoria, aún es posible durante estos días volcados en el jolgorio hallar en Vitoria lugares para la contemplación silenciosa. La ciudad acoge en estas fechas tres exposiciones de fotografía que evocan diferentes momentos de su historia, fruto del tesoro documental de los archivos foral y municipal.

El paseo puede comenzar en la sala Espacio-Ciudad (San Prudencio, 30) donde se presenta la muestra La mujer en las fotografías del Archivo Municipal, que recoge 80 instantáneas y siete montajes audiovisuales que rescatan la vida de las vitorianas entre 1890 y 1974. Dividido en siete apartados, el montaje atiende desde el espacio doméstico a la actividad política. Se suceden mujeres bailando, pero también trabajando en fábricas o ejerciendo como enfermeras, mecánicas o dependientas.

Las muestras evocan momentos de la historia y vida de la capital alavesa

Procedentes del Archivo del Territorio Histórico de Álava (Miguel de Unamuno, 1), las imágenes que conforman la exposición Recuerdos de lo vivo y lo lejano, inciden en ese aspecto del testimonio antropológico de la muestra precedente. Eso sí, la selección busca más reivindicar a aquellos precursores de la fotografía, que quisieron inmortalizar con lo que era una nueva técnica la vida de su tiempo. Algunos tenían una clara voluntad creadora, como Alberto Schommer Koch. La muestra, integrada por 46 instantáneas, se completa con un audiovisual, en el que un centenar de imágenes recorren la historia alavesa a través de la transformación que han vivido su espacio urbano y su arquitectura.

Schommer Koch sirve de enlace para completar este itinerario nostálgico en la Casa de Cultura Ignacio Aldecoa (Paseo de la Florida, s/n), que despliega otra selección de fondos del Archivo de Álava en la que también participa. El fotógrafo de origen alemán, asentado en Vitoria desde los años treinta, retrató su ciudad adoptiva hasta el último detalle. Y las fiestas de La Blanca no podían faltar en su repertorio. Se le suman Santiago López de Guereñu, Tomás Alfaro o Enrique Guinea en esta muestra que reivindica gigantes y cabezudos, corridas, juergas de blusas o deporte rural.

La exposición incluye una selección de los carteles de fiestas, que comenzaron su andadura en 1890, cuando el Ayuntamiento promovió su publicación para anunciar las corridas de toros. En 1916, aunque de espaldas, aparece el primer blusa (hasta entonces, el tema fundamental era el taurino) y en 1961, tras lustros dominados por la Virgen Blanca, asoma cierto atrevimiento cubista. Por supuesto, en la testuz de un morlaco.

A estas alturas, quien busca la paz interior en una mañana festiva ya tiene más que suficiente de fotografía histórica y nostálgica. El regreso, paulatino, a la jarana llega y qué mejor que el concierto de la banda municipal en el cercano quiosco de La Florida y un vermú en la terraza contigua para volver al siglo XXI.