Aránzazu, monumento inevitable
Los valores artísticos de la basílica avalan su protección administrativa
Las obras de la renovación del saneamiento perturban este verano la visita al Santuario de Aránzazu. Las excavadoras han abierto zanjas y las grúas estropean las vistas, pero en la basílica reina el orden y el silencio. En el exterior siguen intactas las torres cubiertas por piedras talladas en punta de diamante y dentro del templo la luz natural ilumina el impresionante mural que pintó tras el altar Lucio Muñoz. En la construcción de basílica de Aránzazu, comenzada en 1950 y terminada en 1969, confluyeron el talento de los arquitectos Francisco Javier Sáenz de Oiza y Luis Laorga, los escultores Jorge Oteiza y Eduardo Chillida y los pintores Lucio Muñoz y Néstor Basterretxea. Un buen muestrario de arte y arquitectura del siglo XX que aún no ha sido considerado bien de interés cultural.
Los expertos destacan que su mayor valor fue integrar las artes
Los expertos en patrimonio defienden los valores de Aránzazu para merecer ser declarado monumento, como quedo patente en un curso organizado por la Escuela de Patrimonio Histórico de Nájera. "Aránzazu es el culmen del deseo de los artistas y los arquitectos de mediados del siglo XX de integrar las artes", destaca Alberto Humanes, arquitecto del Instituto de Patrimonio Histórico. "Su valor principal es la integración. Fueron individualidades muy fuertes, que encajan a la perfección; sólo eso merece ser calificado de monumento".
En contra de la protección de Aránzazu como bien de interés cultural juega que sea una construcción del siglo XX. En cambio, Humanes sigue sumando méritos históricos a los artísticos, a pesar de su corta vida. "Representa la vanguardia que empieza a instalarse en el arte sacro, superando los avatares que sufrió, las prohibiciones y la incomprensión de la jerarquía de la Iglesia", añade. La primera singularidad de Aránzazu es, según los expertos, que la mayoría de las obras se adjudicaron por concurso.
Entre 39 proyectos de arquitectura que concurrieron se impuso el de Sáenz de Oiza, que fue avanzando a lo largo de los años de desarrollo de la obra, depurándose hacia el resultado final. Oteiza fue seleccionado por los arquitectos, pero no aceptó la designación directa y acabó siendo elegido en un concurso para realizar el friso de los apóstoles. Las maquetas que compitieron en el concurso para el ábside se guardan en el monasterio de los franciscanos, orgullosos de haber contado con la atención de los artistas de la época. Lucio Muñoz ganó a otras propuestas más figurativas. Recibió 60.000 pesetas de premio y tuvo que instalarse con su familia en la venta cercana durante meses para acabar el encargo. La cripta, el único resto del antiguo templo que sobrevivió, ahora cerrada al público, fue pintada por Basterretxea y ya en 1954 Chillida se integra en el proyecto para realizar las puertas de hierro.
El Gobierno vasco no tiene previsto incluir a Aránzazu en la lista de monumentos. El Departamento de Cultura es partidario de acelerar la declaración en caso de obras en peligro de conservación. Aránzazu no parece sufrir amenazas a su integridad, pero los técnicos lo ven conveniente. "Ha habido pequeñas intervenciones que no han seguido el espíritu de Aránzazu", lamenta Humanes. Desde el punto de vista del especialista, con la declaración de bien cultural "se habrían matizado" las obras de la nueva área comercial o se podría haber controlado los volúmenes del centro cultural. "Es un reconocimiento institucional que conlleva garantías de protección y aumenta el reconocimiento social", añade. El único peligro que los expertos ven, sea o no monumento, es la masificación, un afluencia de turistas que convierta el espacio de Aránzazu en un parque temático.
La basílica de Aránzazu no está sola en la lista de obras del siglo XX que merecen ser reconocidas como monumentos. La Fundación Miró, un edificio del arquitecto Josep Lluís Sert ubicado en Barcelona, la Universidad Laboral de Gijón, el pueblo de colonización de Vegaviana (Cáceres) son algunos ejemplos señalados por los expertos. Otros apuntan a los Nuevos Ministerios, diseñados por el arquitecto Secundino Zuazo. La Escuela de Patrimonio Histórico continuará el ciclo abierto con el estudio del templo guipuzcoano con dos cursos al año que reconozcan los méritos de los edificios del siglo XX que, tarde o temprano, serán declarados monumentos.
Cruce de artistas
- Proyecto arquitectónico de la basílica. Es obra de los arquitectos Francisco Javier Saenz de Oiza y Luis Laorga.
- Esculturas. Jorge Oteiza fue el autor de las esculturas talladas en piedra, que en la fachada principal representan a los apóstoles y a una 'piedad'. Las puertas de hierro de la entrada a la basílica fueron realizadas por Eduardo Chillida.
- Mural del ábside. Los 600 metros cuadrados de la superficie del ábside fueron cubiertos por una pintura realizada por Lucio Muñoz.
- Pinturas de la cripta. Realizadas sobre las paredes y el altar de la cripta por el pintor y escultor Néstor Basterretxea.
- Vidrieras. Fueron diseñadas por el franciscano Javier María de Eulate.
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