Una confianza difícil de ganar
Convertido en una flamante estrella política planetaria, Barack Obama no acaba de cautivar a los israelíes. En parte debido al ensimismamiento de una sociedad más preocupada por los escándalos que salpican a su clase política que por lo que sucede más allá de sus fronteras, aunque sean las elecciones en la gran potencia aliada. Pero, sobre todo, porque una gran parte de los israelíes desconfía de los planes de Obama para Oriente Próximo. Consideran su programa demasiado próximo a las reivindicaciones palestinas y a él, demasiado blando con la que temen como su gran amenaza existencial: Irán.
Así lo reflejan las últimas encuestas. La del Tami Steinmetz Center, que dice que el 46% de los israelíes prefiere al candidato republicano, John McCain, frente al 20% que apoya a Obama. Y la de Mutagim, que recorta la distancia entre los candidatos pero confirma la supremacía republicana. Estas preferencias israelíes se parecen muy poco a las de la comunidad judía en Estados Unidos, predominantemente demócrata.
Hillel Schenker, vicepresidente de los demócratas israelíes, achaca la baja popularidad de Obama en un país sediento de seguridad a las credenciales militares de McCain: "Los israelíes se sienten vulnerables, rodeados de vecinos hostiles. Tienden a ver el mundo desde una óptica militar y les resulta muy fácil empatizar con McCain, su etapa en Vietnam y su pasado como prisionero de guerra en un momento en que Israel negocia la vuelta del soldado Shalit, en manos de Hamás".
Los israelíes son conscientes de que, gane quien gane, difícilmente les prestará un apoyo tan incondicional como ha hecho George Bush.
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