Ni una mujer en cabeza
Los socialistas han hecho un impagable esfuerzo por colocar a la mujer donde se merece. La política de igualdad y paridad ha sido uno de los aciertos del presidente Rodríguez Zapatero. En buena medida siguió el ejemplo del presidente Chaves en Andalucía. Hoy, los gobiernos español y andaluz están compuestos por igual número de mujeres que de hombres. Lo mismo sucede en sus parlamentos.
Por ello, sorprende este dato: no hay ninguna mujer al frente del partido socialista en ninguna de las ocho provincias andaluzas. Tampoco en ninguna de las secretarías generales de las once organizaciones regionales que hasta el momento han celebrado sus congresos o están a punto de hacerlo. Entre ellas, la de Andalucía. Ni por supuesto al frente del socialismo español. Lo más cerca que están de la cabeza de las respectivas organizaciones es en el número tres. Es el caso de Leire Pajín, flamante secretaria de Organización del PSOE.
En Andalucía, algunas han sido elegidas presidentas: Petronila Guerrero, del PSOE regional, y Magdalena Álvarez, de los socialistas malagueños. Pero es bien sabido que la presidencia es más un cargo honorífico que ejecutivo.
El dato demuestra que el aparato del partido sigue estando en manos de los hombres. Y que los socialistas andaluces han hecho muy poco por modificar esa injusta estructura en sus propias filas.
En las últimas semanas, he tenido la oportunidad de entrevistar a una docena de mujeres en vanguardia, muchas de ellas socialistas. Todas han demostrado tener capacidad sobrada para ocupar los cargos para los que han sido elegidas. Muchas, pagando un alto precio. Nadie les ha regalado nada. Lo han conquistado a pulso y con mucho coraje. Por ello, si el presidente Chaves impulsó la paridad en su Gobierno y en el Parlamento, ¿por qué no llega en su totalidad al partido?
Es cierto que se cumple con la paridad en las ejecutivas provinciales, con ligera ventaja para los hombres, 52% frente al 48% de mujeres. Cuesta creer que no hay ni una mujer que merezca ser la numero uno, secretaria general, en alguna de las ocho provincias.
Otro aspecto, en mi opinión criticable, es el empeño de los dirigentes en que a los congresos se presente una lista única. Nunca lo he entendido. La democracia consiste precisamente en elegir entre varias opciones la que mejor conviene a nuestros intereses. Con nuestro voto decidimos quién será el que nos gobierne. Sería impensable una elección en la que sólo hubiera un aspirante.
Sin embargo, se acepta que lo mejor para un partido político es que haya una lista única a la hora de elegir a quienes han de regirlo. Argumentan que es preciso mantener la unidad, que no se puede trasladar a la ciudadanía la impresión de que el partido está desunido. Confunden unidad con uniformidad.
Con esa fórmula, al contrario, lo que hacen los partidos es hurtar al ciudadano un debate necesario. Que dos o más personas de un mismo partido luchen por dirigirlo es sano. Lo insano es que el aparato designe a dedo a quien debe ser elegido líder. No es lo mismo cómo llegó al liderazgo Rodríguez Zapatero, tras unas reñidas elecciones primarias, que la forma en que alcanzó la presidencia del PP Mariano Rajoy, tras el dedazo de Aznar. O la forma en que Barack Obama dejó en la cuneta a Hillary Clinton.
Por ello que resultan chocantes algunos titulares de estos días: José Antonio Viera refuerza su liderazgo al frente de los socialistas sevillanos. ¡Pues qué bien! Viera fue designado hace cuatro años por el aparato regional para cerrar el paso al díscolo José Caballos. El pasado fin de semana revalidó el liderazgo. Y dejó en la cuneta, y no sabemos qué gravedad reviste su caída, al alcalde socialista Alfredo Sánchez Monteseirín. Quien, por cierto, ha sido elegido por los sevillanos en tres ocasiones sucesivas. ¿Quién es más líder?
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