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Columna
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Algo peor

Rosa Montero

Hay algo peor que tener que convivir con el asesino de tu marido, como le sucede a Pilar Elías, viuda de Baglietto, desde hace tres años; es decir, desde que el etarra Kándido Aspiazu se instaló en la cristalería de los bajos de su casa. Hay algo aún peor que tener que aguantar las miradas desafiantes de Aspiazu y sus colegas, e incluso sobrellevar, con entereza y silencio, las imprecaciones de algún energúmeno procedente del entorno terrorista. Sí, todo esto parece inconcebible e insufrible en un Estado de derecho, todo esto es atroz, pero hay algo aún peor: que los vecinos le hurten la mirada a Pilar, que corran y se escondan como sabandijas para evitar cruzarse con ella, que el miedo envilezca de tal forma ese barrio. Y eso es lo que, al parecer, está sucediendo todos los días en Azkoitia.

Seguro que los conciudadanos que le hacen el vacío a Pilar (pero no a Kándido) han pergeñado alguna excusa con la que justificar su indignidad: a los humanos se nos da de maravilla maquillar nuestras miserias. Pero su vergonzosa actitud es el mejor ejemplo de hasta qué punto la violencia etarra corrompe y degrada la sociedad vasca. Siempre sucede así cuando se impone la mafia.

Dentro de una semana, De Juana Chaos vivirá en la misma calle que cinco de sus víctimas. Ya es bastante malo que un país democrático capaz de decretar alejamientos fulminantes a los maltratadores de mujeres (lo cual está muy bien) no consiga impedir este despropósito. Y supongo que Chaos irá por la vida, y por el barrio, con su careto pétreo habitual y su desplante chulesco. Pero el vecindario tiene algo que hacer, tiene un papel crucial en todo esto. Que no se rindan al miedo, que no se entreguen sin luchar a su propia miseria. Que levanten la cabeza y la dignidad y arropen a las víctimas contra los verdugos.

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