Europa se retrasa en la carrera nuclear
La UE lidera la tecnología, pero tiene centrales muy viejas - La energía atómica reduce la dependencia del petróleo - China se coloca en vanguardia
Hamad bin Khalifa Al Thani, emir de Qatar, sexto país de reservas de petróleo del mundo, tiene bastante claro que el crudo tiene los días contados y que hay que apostar por las energías alternativas y la nuclear. El emir dejó atónito el pasado 13 de julio al primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, cuando éste se empeñó en forzar un acuerdo internacional entre países consumidores y productores para fijar un precio máximo del petróleo en la cumbre de la Unión por el Mediterráneo en París. "Estamos ante una situación de emergencia", bramó el líder italiano. "O fijamos un límite máximo que nadie deberá superar o los países consumidores nos lanzaremos a la construcción masiva de centrales nucleares y hundiremos el precio del petróleo". Al Thani le replicó con aplomo. "Éste es su problema, debido a su falta de previsión. Tendrían que haber invertido más en energías alternativas, porque nosotros no podemos producir más".
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La cuestión nuclear divide a los europeos casi en partes iguales
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El emir sabía de lo que hablaba. Unos meses antes, el anfitrión de la cumbre, el presidente francés, Nicolas Sarkozy, ya había firmado "un memorándum de entendimiento" con Qatar para producir energía nuclear, solar y eólica. Uno de los objetivos no ocultos por Francia con su Unión por el Mediterráneo es precisamente promocionar la energía nuclear, que en Francia tiene connotaciones de energía nacional, a los países de la ribera sur del Mediterráneo, aunque el disfraz sea otro.
El nerviosismo de Berlusconi no era el reflejo de una salida de tono. Mostraba el estado de ánimo con el que viven algunos países cuando se encuentran en una situación de dependencia energética exterior absoluta, como es el caso de Italia y España. El petróleo rozando los 150 dólares (y con expectativas de que llegue a 200 dólares a finales de año, según la Comisión Europea, y a 250 en 2009, según Gazprom) va a poner a prueba a los líderes de los países occidentales.
La semana anterior, en la reunión del G-8 en Japón, fue el premier británico, Gordon Brown, quien tiró de la alarma. El líder laborista advirtió de que "para reducir la dependencia del petróleo se doblará la participación de energía nuclear en la producción mundial y esto significará, como mucha gente ha estimado, mil centrales nucleares".
A medida que nos acercamos al peak oil, los temores se disparan. El peak oil es el momento en que se han consumido la mitad de las reservas (en un país o en todo el mundo) y la producción empieza a caer en picado. Algunos expertos estiman que podría producirse en 2010. Lo cierto es que, desde 1981, las nuevas reservas que se descubren son inferiores al aumento del consumo.
Actualmente funcionan en el mundo 439 centrales nucleares en 31 países, otras 34 están en construcción y más de 200 en proyecto, de las que 63 se ubican en China. En la UE están operativos 146 reactores, seis menos que hace un año. El envejecimiento de las instalaciones actuales reducirá la capacidad de producción en un 60% si no se renuevan. El coste de la renovación es de 900.000 millones de euros.
A raíz de los accidentes de Three Mile Island (Estados Unidos), ocurrido en marzo de 1979, y de Chernóbil (Ucrania), siete años después, la energía nuclear sufrió un serio descrédito y muchos países como Austria, Italia, Alemania y España renunciaron a esta fuente de energía o decidieron el cierre progresivo de sus instalaciones atómicas a medida que se agotaba su capacidad operativa.
Sin embargo, la creciente necesidad de afrontar la lucha contra el cambio climático rehabilitó la energía nuclear como una de las fuentes necesarias para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Las últimas estimaciones de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) indican que para reducir a la mitad las emisiones de dióxido de carbono, en 2050 hará falta construir 32 plantas cada año, es decir, 1.280 nuevas instalaciones atómicas, junto a otras inversiones en energías renovables.
En Europa hay sólo cuatro grupos nucleares en construcción. Uno en Olkiluoto (Finlandia), otro en Flamanville (Francia, líder nuclear europeo con 59 centrales), y dos en Belene (Bulgaria). Finlandia ha hecho una clara apuesta por la energía nuclear con la construcción del primer reactor de tercera generación (EPR). La decisión, adoptada por el Parlamento y por la población local, persigue resolver un doble problema: cumplir los objetivos de Kioto y lograr la independencia energética de Rusia. Finlandia recibe energía eléctrica de la central nuclear Sosnovy Bor próxima a San Petersburgo, que emplea la misma tecnología que Chernóbil. Finlandia, no obstante, tropieza con serios retrasos en la construcción por las dificultades propias del nuevo modelo tecnológico, pero sobre todo por la dificultad de encontrar ingenieros y científicos especializados. "Las próximas centrales en la Unión Europea las construirán los chinos", señala un científico de la Comisión Europea.
Efectivamente, China es el país que está acumulando más conocimientos técnicos y científicos al contar con instalaciones de los tres modelos, (Estados Unidos, Francia y Rusia). Pekín prevé que su población crecerá hasta 1.500 millones para 2050 y precisará para entonces aumentar su producción eléctrica hasta 1.200 GW y 1.500 GW. La potencia de una central nuclear oscila entre 500 y 1.300 megavatios.
Yican Wu, de la Academia de Ciencias China, explicó, en un foro de expertos nucleares celebrado el pasado octubre en Heidelberg (Alemania), los planes de su país "para un desarrollo nuclear lo más rápido posible". El escenario medio prevé pasar de una producción de siete megavatios (el 1% de la producción de electricidad) registrada desde 2005 a 40 GW (4% del total) en 2020 y 240 GW en 2050 (20% del total). Según este escenario, dentro de 40 años China tendría más centrales que Estados Unidos, Francia y Alemania juntos. Las previsiones más optimistas prevén incluso 360GW para 2050, lo que significaría que tendría más instalaciones nucleares que en el resto del mundo.
El retraso en la renovación de los equipos está preocupando a la Comisión. "Sin nuevas decisiones de inversión", señala una comunicación de la Comisión Europea del pasado 11 de junio, "la participación de la energía nuclear en el consumo en la UE caerá del 14% en 2005 a sólo el 10% en 2030".
La verdad es que Europa ha quedado descolocada en la carrera nuclear. "Durante los últimos años se está produciendo una verdadera eclosión de la energía nuclear a medida que aumentan las exigencias de cambio climático, seguridad y competencia", señala Dominique Ristori, responsable de Energía Nuclear de la Comisión Europea. Ristori explica que en los últimos años "los americanos están adaptando a marchas forzadas su legislación para poder poner en marcha sus planes de construcción". En esta nueva oleada hay que situar a Rusia, con 45 o 50 proyectos; India, Suráfrica, Brasil y Corea del Sur.
En Europa los cambios se iniciaron en enero en el Reino Unido con el anuncio por parte de Gordon Brown de aprobar un plan de construcción. "En esta materia", advierte el máximo responsable de la Comisión, "es necesario que en el acuerdo participen todas las fuerzas políticas, porque una central nuclear es un proyecto de 100 años: 10 para la planificación y construcción, 60 o 70 años de actividad y 20 de desmantelamiento".
En Italia, Silvio Berlusconi ha anunciado su propósito de empezar la construcción antes de que finalice la legislatura. El pasado mayo, Angela Merkel, canciller de Alemania, país que tiene moratoria nuclear, manifestó su propósito de abandonar el cierre paulatino de instalaciones. Bélgica, por su parte, ha iniciado este tipo de reflexiones. En España el Gobierno mantiene su moratoria de facto, pero las autoridades están muy atentas a los pasos de Alemania.
En este nuevo clima, Ristori anuncia que "en septiembre, la Comisión Europea presentará una directiva para regular los desechos nucleares". Se trata de retomar la iniciativa del llamado Paquete Nuclear de los años 2002 a 2004 que pretendía regular unos estándares mínimos obligatorios para todos los países en materia de seguridad, residuos radiactivos y desmantelamiento. No prosperó porque Alemania, Finlandia, Suecia y Reino Unido se opusieron.
La nueva directiva concederá un papel mucho más relevante a los Estados, que deberán aprobar un Plan Nacional de Residuos Nucleares, que a su vez deberán presentarlo a la Comisión para su examen. "Los planes nacionales", señala el responsable nuclear de la Comisión, "podrán ser distintos según la situación de cada país, pero deberán ser supervisados por la Comisión".
Los residuos nucleares son un aspecto sensible para la opinión pública. De hecho, constituyen la principal preocupación de los ciudadanos, según el último Eurobarómetro. El número de personas que están a favor de la energía nuclear (44%) es prácticamente igual a los que están en contra (45%). En el sondeo de hace tres años, los partidarios de la energía atómica representaban el 37% y estaban en contra el 55%. Además, dentro de los que se oponen a la energía atómica, un 61% estaría a favor si se lograra una gestión adecuada de los residuos.
La Comisión quiere fortalecer esta mejor acogida de la energía nuclear intensificando la transparencia en todas las actividades e incidentes que se produzcan. "Queremos promover el debate para aumentar la transparencia", asegura Ristori. "Debemos superar el silencio de épocas pasadas, derivado de la proximidad de las actividades civiles con las militares en este sector".
La tarea no es fácil. El camino por recorrer es muy largo y la falta de transparencia se percibe cada vez que hay un accidente. Greenpeace somete a un marcaje permanente y riguroso las instalaciones nucleares, especialmente cuando se producen averías. Dada la complejidad de esta industria, las dudas y temores forman parte del guión. En el foro por la Energía Nuclear celebrado en Praga, los pasados 22 y 23 de mayo, el representante de Greenpeace, Jan Haverkamp, criticó duramente a los organizadores "por haber redactado las conclusiones sin su participación". La vigilancia constante de Greenpeace se ha convertido en un estímulo fundamental para mejorar el control de calidad.
Pero las críticas no vienen sólo del movimiento ecologista. Los investigadores del Oxford Research Group han elaborado un informe que concluye que "la energía nuclear es especialmente peligrosa cuando se la compara con las otras fuentes de energía". En relación con su capacidad para reducir el dióxido de carbono, el informe señala que es insuficiente. Los autores añaden que la energía atómica hace más difícil el control de la difusión de las armas nucleares y aumenta el riesgo del terrorismo nuclear.
Bruselas quiere aprovechar esta coyuntura favorable, en un momento en el que lidera la investigación en este sector a nivel mundial, hasta el punto de preparar a los científicos de Estados Unidos para construir centrales de enriquecimiento. El próximo paso será reforzar los lazos con los países productores de uranio: Estados Unidos, Japón, Australia, Canadá y Kazajistán. El objetivo inmediato es incorporar a Rusia a este club cuanto antes, para lo que ya se han tenido contactos con las nuevas autoridades.
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