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La Senda Real abre paso al paisaje en la Ciudad Universitaria

El Consorcio construye 2,6 kilómetros

Un puñado de ecologistas tenía razón. Madrid puede y debe recuperar los caminos con su entorno natural, perdidos por la fiebre del asfalto que quebrantó el paisaje que circunda la ciudad. El sueño de aquellos visionarios, Félix Sánchez, Juan García, Jesús Sánchez y Marcos Montes, comienza hoy a ser una realidad tangible. El Consorcio de la Ciudad Universitaria, que integra a la Universidad Complutense, la Politécnica, la Universidad Nacional de Enseñanza a Distancia y el Ayuntamiento de Madrid, se ha tomado en serio aquella quimera y desde el pasado 24 de abril construye cuatro tramos, 2,6 kilómetros, de la Senda Real que unía Madrid con El Pardo, primero, y con Manzanares el Real, después, a lo largo de un trayecto de 47 kilómetros.

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La quimera comenzó a barruntarse hace una década, cuando un alpinista, Félix Sánchez, sufrió un gravísimo accidente de montaña en la cara segoviana de la sierra de Guadarrama. Herido, refugiado en una casamata serrana y a punto de morir de frío, fue rescatado por un helicóptero de la Guardia Civil, y durante su convalecencia, ante el temor de quedar impedido, reparó en que su último recurso, abandonado el alpinismo, era el de caminar. Pero en Madrid resultaba casi imposible hacerlo con largueza. La ciudad se hallaba estrangulada por el tráfico automovilístico de tal manera que resultaba imposible caminar desde la ciudad hacia su salida natural, la sierra.

De la misma idea participaban senderistas veteranos como Juan García, Jesús Sánchez o el arquitecto Marcos Montes. Entre todos repararon en un objetivo: recuperar la Senda Real, empleada por los monarcas de la casa de Trastamara desde la Edad Media para desplazarse a pie o en caballería hacia el cazadero de El Pardo y luego hacia los pasos de la sierra, por Manzanares el Real.

Los ecologistas pasan por ser gentes mansas, pero pertinaces, y se pusieron manos, mejor, pies, a la obra. Miraron legajos antiguos, recorrieron archivos y consultaron libros para bajar al Campo del Moro y descubrir en torno a la estación del Príncipe Pío el arranque de la vetusta vía, que se desplegaba desde allí mismo por el paseo que cruza la ermita de San Antonio de la Florida. Una serie de hitos arbóreos, una excelsa colección de enormes plátanos -como aquel bajo el cual se dice que Francisco de Goya se solazaba pintando en la entrada al parque de la Bombilla-, árboles plantados en su día, 1794, por el jardinero real Pierre Boutelou, les iba dando la pauta.

Así, en el primer fin de semana de cada mes de octubre, el grupo senderista creó un ritual caminero e invitó a otros ecologistas a participar en el recorrido, que cada vez iba ensanchando más su ámbito: primero, hasta el puente de los Franceses, área contigua al palacio de la Moncloa, Facultades de la UNED, campos de Investigaciones Agronómicas, predios de la facultad de Veterinaria, Puerta de Hierro y área de Sinesio Delgado. Éste es el segmento de la Senda Real en el que el Consorcio Urbanístico de la Ciudad Universitaria actúa en cuatro tramos, UNED, Agrónomos, Veterinaria y Dehesa de la Villa.

Tiempo después de iniciarse las marchas, las gestiones de los ecologistas se extendieron por doquier. Santiago Soria, entonces en Patrimonio Nacional, se mostró sensible a la demanda de los ecologistas y, en su día, creó para la senda una fuente en el mirador de Valpalomero con numeración romana -"MMII" reza su lápida- y señalizó importantes tramos de esta senda a la altura del monte de El Pardo.

La senda prosigue por la vía férrea en dirección hacia Tres Cantos, para empalmar a la altura de la Clínica Sears con el tramo de Camino de Santiago madrileño que parte de la iglesia del mismo nombre, junto a la plaza de Oriente. Se adentra luego por la Cañada Real Segoviana, de 75 metros, que se extiende en las inmediaciones de Colmenar Viejo.

Las gestiones de los ecologistas lograron el trazado de un mapa del tipo GR numerado con el 124, que significa Gran Recorrido, una denominación caminera que implica que ha de tener más de una jornada de duración, así como su reconocimiento por la autoridad de Obras Públicas, gracias a la intercesión de Antoni Lucio, entonces director general en Calidad Ambiental, según recuerda Juan García Vicente, del grupo senderista pionero y dirigente de Ecologistas en Acción.

Losas, piedras recicladas y flora autóctona

El Consorcio Urbanístico de la Ciudad Universitaria construye la senda, unos 2,6 kilómetros de arena compactada, encintada con bordillo de granito y con canales laterales, a su paso por el campus madrileño. El trayecto será transitable también para bicicletas. El presupuesto es de 2,5 millones de euros. Tres arquitectos, Joaquín Lizasoain, Pau Soler y Miguel Rodríguez, expertos en rehabilitaciones arqueológicas como La Alhambra o Medina Azahara, más el paisajista Íñigo Segurola, han ideado el trayecto para una calzada caminera de 3,5 metros de anchura media aproximada. "Reciclamos piedra empleada en obras municipales, sobre todo losas de granito de las aceras madrileñas". "Vamos a recuperar todo el espacio posterior de las facultades de la UNED para fundirlo con la senda mediante taludes tapizados, ajardinados y setos", explica Lizasoain. "Las biondas del ramal de la M-30 -quitamiedos- serán desplazadas para abrir paso a la senda. Unos 2.000 metros cuadrados de superficie irán destinados a zonas de descanso, descansaderos, con fuentes, que serán enlosadas con tal piedra. La obra total comprende unos 50.000 metros cuadrados, y en algunos tramos, la calzada se amplía.

Los movimientos de tierras, reducidos, abarcan desde la glorieta de Santiago de Chile, en la salida del Puente de los Franceses, hasta la zona del campus sur de la UNED, Investigaciones Agronómicas, La Moncloa, Veterinaria y el ramal que se une a Sinesio Delgado al norte de Ciudad Universitaria.

Flora autóctona, como la Cambronera, de flor azul, más otras plantas que no necesitan riego, adornarán esta senda que reconcilia la ciudad con su entorno y que constituirá el segmento más enterizo de cuantos componen esta vía.

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