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XI Congreso del PSC

Los maragallistas mantienen su peso en la dirección

Montilla es elegido primer secretario con el 96,4% de los votos de los delegados

Mejor no jugar con los equilibrios que tanto ha costado tejer. Con este ánimo emprendió el sábado por la noche José Montilla la ardua tarea de diseñar una ejecutiva gobernable, con no más de 40 personas, que incorporara las dos almas del PSC, la catalanista y la obrerista, con paridad de sexos y que representara a todos los territorios. El cóctel se resolvió renovando por otros cuatro años a los principales dirigentes del partido, manteniendo casi intacto el peso de los sectores más próximos al ex presidente Pasqual Maragall y dando entrada a jóvenes, sobre todo mujeres, en los eslabones más bajos de la ejecutiva.

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El parto fue largo. Y doloroso para muchos de los 13 miembros de la anterior ejecutiva que abandonan la dirección. La diputada Lourdes Muñoz, por ejemplo, esperó en balde casi tres horas ante la puerta del despacho en que Montilla diseñaba la ejecutiva. Ni dos reuniones con el primer secretario bastaron para renovar en el cargo. La sustituirá al frente de la secretaría de Políticas de Mujeres la concejal barcelonesa Imma Moraleda.

Desde las nueve de la noche del sábado hasta casi las cuatro de la madrugada del domingo Montilla recibió en un despacho del Palacio de Congresos de Cataluña a los nuevos miembros de la ejecutiva. La espera de muchos de ellos fue tensa. Al final, los representantes de las diferentes familias del partido quedaron satisfechos.

El sector más catalanista, encarnado por Raimon Obiols, Antoni Castells y Joaquim Nadal, ha quedado prácticamente intacto pese a haber protagonizado en los últimos meses más de un desmarque de la línea oficial. Se mantienen en la ejecutiva Antoni Castells, Montserrat Tura, Joaquim Nadal y Marina Geli. Sale el eurodiputado Raimon Obiols, que se ve compensado con el encargo de liderar el proyecto de una conferencia que permita ensanchar la base progresista del partido. Pero la baja del histórico dirigente se ve también contrapesada por la entrada en la ejecutiva de Daniel Font, diputado muy próximo a Obiols y uno de los actores habituales en el debate sobre la voz propia del PSC en el Congreso.

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Quizá la nota negativa para los sectores más catalanistas sea que el consejero Ernest Maragall deja de ser secretario sectorial y limita sus atribuciones a las de secretario nacional sin cartera.

La apuesta por dar más protagonismo al mundo local la evidencia el gran número de alcaldes y concejales que se incorporan a la dirección. Entran el alcalde de Tarragona, Josep Fèlix Ballesteros, y el de Lleida, Àngel Ros, además de la alcaldesa de Salt (Gironès), Iolanda Pineda, y la de Ulldecona (Montsià), Núria Ventura. Los alcaldes que se mantienen son el de Vilanova, Joan Ignasi Elena; el de Reus, Lluís Miquel Pérez, y el de Barcelona, Jordi Hereu, quien sale reforzado al hacerse cargo de la secretaría de Política Municipal, que deja libre Celestino Corbacho.

Todos los miembros fueron elegidos con entre el 85% y el 96% de votos de los delegados. Montilla fue quien más apoyos logró, como primer secretario: el 96,4%.

Ejecutiva a golpe de 'chumba-chumba'

Hay muchas formas de conformar la dirección de un partido. Al PP catalán, por ejemplo, los nombres de la ejecutiva suelen llegarle por fax desde la sede madrileña del partido. La ejecutiva del PSC, en cambio, se cocinó en el sótano del Palacio de Congresos de Cataluña, en un despacho contiguo a la discoteca Ribelino's, cuyos altavoces vomitaban chumba-chumba y los berridos de Rodolfo Chikilicuatre mientras José Montilla intentaba cuadrar nombres, paridades y territorios.

El primer secretario puso a prueba su capacidad de concentración. Mientras, los candidatos a entrar en el círculo de los elegidos esperaban impacientementes en los jardines del vecino hotel Juan Carlos I. Una garden party con música en vivo y barbacoa, en la que sólo faltaban pamelas de boda, ayudó a calmar los nervios. Las cervezas y los pinchos de pollo con verduras también ayudaron lo suyo.

"No me ha llamado, ¿habrá perdido mi teléfono?", decía medio en broma medio en serio una veterana de la ejecutiva del partido. Al final, el teléfono sonó. Era él.

En la puerta del despacho de Montilla aguardaba un ejército de guardias de seguridad. No tuvieron mucho trabajo. Sólo unos pocos periodistas somnolientos y otros pocos dirigentes en la cuerda floja aguantaron hasta el último momento. Los consejeros del Gobierno, todos confirmados en sus cargos, fueron los primeros en pasar por el confesionario.

La delegación de las comarcas del Ebro fue la última en entrar. Eran casi las cuatro de la madrugada del domingo. Al otro lado de la pared, el disc-jockey no daba tregua. Perdóname, de La Factoría, seguía castigando los oídos de Montilla. La canción no surtió efecto. Josefa Bertran, en representación del Ebro, se cayó de la lista en el último momento.

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