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La mano que vence la incomprensión

Abdelaziz es uno de los escasos mediadores culturales que ayuda a los inmigrantes

El verano más esperado de los Bensellam se ha convertido en el más amargo. Los nueve miembros de esta familia ya habían recorrido buena parte del camino que separa su casa, a unos 30 kilómetros de Amsterdam, de Nador (Marruecos), la localidad natal de los padres y donde habían convertido sus ahorros en una casa que iban a estrenar estas vacaciones. Ya habían cubierto buena parte del viaje cuando poco antes del peaje de Silla, el domingo 13 de julio, reventó una rueda del Ford Transit en el que viajaban y el vehículo dio varias vueltas de campana. Todos los ocupantes resultaron heridos de distinta gravedad y fueron repartidos entre el hospital General de Valencia y el hospital Doctor Peset, aunque la peor parada fue la tercera de los siete hermanos, Imane, de 18 años, que apareció a 30 metros de distancia del lugar del accidente y se encuentra en coma con un pronóstico poco esperanzador.

"Había mucha confusión y continuos malentendidos con las enfermeras"

A pesar de lo dramático de la situación, aún hubiera resultado peor de no haberse producido un afortunado encuentro. Un tío de la familia desplazado desde Holanda para visitar a Imane sollozaba a las puertas del hospital, justo frente a la frutería que regenta un marroquí. Éste se interesó por su situación y contactó con Abdelaziz Bohulassa, el mediador intercultural del Centro Cultural Islámico de Valencia, que rápidamente tomó cartas en el asunto.

El escenario que encontró Abdelaziz a principios de la semana pasada no fue nada alentador. "Es un caso difícil, no sólo por la mediación en la traducción, o por los trámites administrativos con las aseguradoras o el consulado, sino desde el punto de vista psicosocial, por el apoyo psicológico que necesitaban". Para empezar, había problemas de comunicación. Los Bensellam sólo hablan bereber u holandés. Pero además, no podían entender por qué sólo podía haber dos personas en la habitación de un hermano de Imane, con la cadera rota, ingresado en el Peset o por qué en el hospital no les cedían una cama para poder dormir junto a él. "Había mucha confusión y continuos malentendidos con las enfermeras", relata Abdelaziz en un castellano fluido fruto de sus ocho años de estancia en España.Él también es de Nador, por lo que se comunica con ellos en bereber. "Los primeros días fueron muy malos", recuerda, creían que sufrían actitudes racistas. "Hay que comprender su situación, están muy afectados, su madre apenas puede andar por los nervios de todo lo sucedido", relata. Aunque también hubo excepciones, como María, una enfermera del Peset. "Ella les trató de maravilla y llegó a congeniar con una hermana".

Cada día de la semana pasada, este mediador ha acudido al hospital General, donde está ingresada Imane, para traducir el informe médico a los padres. Pero además gestiona con ellos todas las cuestiones del papeleo con los seguros médicos y la renovación con el consulado de toda la documentación perdida en el accidente. Incluso se ha ocupado de encontrar un lugar más cercano al hotel que el seguro ha asignado a la familia para que puedan estar más cerca del centro hospitalario. También les ha acompañado a recuperar sus pertenencias y documentos, que quedaron diseminados por toda la zona del accidente.

Atenciones como ésta son habituales para Abdelaziz. Hasta hace unos meses, este mediador desarrollaba su función de forma voluntaria, hasta que Caja Madrid subvencionó el programa, lo que ha permitido al Centro Cultural Islámico de Valencia profesionalizar el servicio. Hasta el punto de ser de las pocas entidades que cuentan con personas dedicadas a esta función.

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"La falta de mediadores es una de las carencias más importantes que tiene la Comunidad Valenciana". Mimi Boughaleb es el portavoz del Foro Alternativo de la Inmigración y conoce la importancia de esta figura para suavizar el aterrizaje y la inserción de la gente llegada de otros países en la sociedad de acogida. No sólo deben ser expertos en las dos culturas, saber idiomas y ser hábiles en la resolución de conflictos -o, mejor aún, ser capaces de evitarlos antes de que aparezcan. Además, su función requiere mucho tacto, sensibilidad y sentido común. Por eso, no sirve cualquiera: "Es imprescindible que sean profesionales e inmigrantes". Con ello, Mimi destaca la necesidad de que se trate de personas con una formación universitaria -sociólogos, psicólogos, antropólogos, trabajadores sociales- que cuenten con un título de postgrado de mediación "que no es un cursillo de 20 euros". La Administración valenciana apenas cuenta con personas que se ajusten a este perfil. De hecho, la ley de Integración de los Inmigrantes prevé potenciar esta figura.

Aunque hay excepciones. La Mancomunitat de L'Horta Sud cuenta con uno de los centros públicos más potentes de atención a inmigrantes, el Centro de Comunicación y Servicios Interculturales, en el que trabajan tres mediadoras experimentadas.

Además de desarrollar funciones de sensibilización, también desempeñan labores de acompañamiento con los inmigrantes. Uno de los momentos de más trabajo es el inicio del curso escolar. "En los centros dan por hecho que las familias inmigrantes saben que tienen derecho a becas, o los mecanismos de participación en los colegios. Muchas veces no se implican en el centro porque nadie se lo ha explicado, o reciben una avalancha de información al principio que es imposible de procesar", apunta Fatiha Outaleb, mediadora del Centro Cultural islámico.

Abdelaziz también sabe mucho de acompañamiento y de trabajo de campo. Entre sus ocupaciones está la de buscar empleo para personas que no se defienden en castellano, como Mimoun Mindra. A sus 38 años y tras ocho meses en España, tiene experiencia en el uso del torno de carpintero, pero ni currículo ni contactos. A la gente que se defiende en castellano, les ayuda a elaborar su currículo. A quienes no, les acompaña en la entrevista con el empleador, como hizo con Mimoun el martes. "Esta vez no ha habido demasiada suerte, el empresario nos ha dicho que su perfil encaja mejor en fábricas de polígonos industriales".

Casi todas las personas que pasan por sus manos son norteafricanas. Como los chavales tutelados por la Generalitat que pasan por el Centro Cultural Islámico de Valencia por las tardes. "Les prestamos una labor de acompañamiento, de refuerzo escolar, tratamos de que sientan que forman parte de una familia, acuden a las excursiones que montamos...", apunta Abdelaziz. Además, no es extraño que desde los centros de menores requieran su colaboración para hacer de intermediarios con sus familias: "tratamos de identificarlos, localizar certificados escolares para matricularles y saber su nivel... ese tipo de cosas".

"Los problemas son diarios, tratas de solucionar lo que se presenta". Desde una rumana embarazada que carece de cobertura sanitaria hasta mujeres musulmanas maltratadas pasando por chicas que quieren que se reconozca la paternidad de su hijo. La variedad va pareja a las dificultades cotidianas de la adaptación a otra cultura y a otro medio. En ello están Abdelaziz y Fatiha. Y cada vez más gente.

El mediador Abdelaziz Bohulassa, a la derecha, ayuda a un magrebí en las gestiones para encontrar trabajo en Valencia.
El mediador Abdelaziz Bohulassa, a la derecha, ayuda a un magrebí en las gestiones para encontrar trabajo en Valencia.TANIA CASTRO

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