PRECARIO EQUILIBRIO
Nunca se sabe cuál es el clavo que, al sacarlo, hace desplomarse una estructura que ha estado ajena a las leyes de la gravitación. Así lo ha sentenciado un amigo al prever las repercusiones que tendrán, en el presente inmediato de Cuba, los llamados a tolerar las preferencias sexuales de cada cual. Sus palabras me hicieron imaginar un derruido edificio de Centro Habana terminando de caer ante el excesivo peso de un gato en la azotea, o por el aleteo de una sábana colgada en uno de sus balcones.
El 25 de junio una fallida marcha por el día del orgullo gay pretendía llevar un pliego de demandas al Ministerio de Justicia. Había sido organizada desde la sociedad civil, sin apoyo de instituciones gubernamentales, y en sus resultados se notó el desconocimiento de quienes no están acostumbrados a manifestarse espontáneamente. Según comprobamos los pocos que pudimos asistir, varios organizadores fueron retenidos por las autoridades con el propósito de desalentar la protesta. La acción procuraba que los responsables de las represiones homofóbicas de los primeros 30 ¿o 40? años de la Revolución, pidieran disculpas a sus víctimas.
Nunca se sabe cuál es el clavo que, al sacarlo, hace desplomarse una estructura
Los que lograron no ser interceptados llegaron a la céntrica esquina de 23 y J y se toparon con la prensa extranjera acreditada en La Habana y con la conocida escultura de un Quijote desnudo que los llamaba a la batalla. Todos sabían que era imposible que les dejaran desplegar las banderas multicolores y entregar sus pedidos.
Si hubieran tomado Rampa abajo, arrastrando a los que a esa hora hacen la cola para tomar un helado en Coppelia, a los que esperan el ómnibus, a los turistas curiosos y a los estudiantes que caminan hacia la Universidad, la metáfora de mi amigo hubiera comenzado a cumplirse. Una incalculable tormenta magnética habría sacado, al mismo tiempo, todos los clavos que le quedan a la vieja casona derruida.
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