_
_
_
_
Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

De Barcelona a Prato

Todos tenemos lagunas imperdonables, y ahora me doy cuenta de que a las mías debo añadir la de Prato, una población de casi 200.000 habitantes a apenas 15 kilómetros al noroeste de Florencia, en la que no he estado nunca, aunque me precio de conocer algo el extrarradio de la capital toscana, que era donde los estudiantes nos refugiábamos huyendo de los precios abusivos del centro. Tenía alguna noticia genérica de la floreciente industria textil de Prato y de los contactos que mantenía con la catalana. Es más, siempre he supuesto, sin tener dato alguno, que la historia de mi familia en algún momento pasó por allí antes de recalar en Sant Andreu del Palomar durante el último tercio del siglo XIX. En cualquier caso, nunca se me había ocurrido viajar a la Toscana para descubrir su dedicación fabril, de la que me bastaban las noticias que tenía por las novelas de Vasco Pratolini. Tampoco me había llamado demasiado la atención que allí naciera en 1898 Kurt Erich Suckert, más conocido como Curzio Malaparte, pues suponía que poco rastro debía de quedar de él: se fugó de allí muy joven para alistarse en la Legión Extranjera francesa y luchar en la I Guerra Mundial. En fin, yo suponía que el Renacimiento, que era lo que una y otra vez me conducía a la Toscana, pasaba de refilón por Prato. Craso error, del que salí de golpe el otro día visitando en Caixafórum la exposición El Renaixament a Prato, entre el sagrat i el profà, vivamente recomendable.

Son en su mayoría pinturas procedentes del Museo Civico de Prato, que arrancan del Trecento -siglo XIV- y llegan hasta el XIX, pero que focalizan la atención en los siglo XV y XVI, con figuras tan señeras como Filippo Lippi, su hijo Filippino -habido con sor Lucrecia: un escándalo-, su asistente Fra Diamante y otros autores, como Luca Sigonerlli y Ridolfo del Ghirlandaio. Del Renacimiento siempre me ha extasiado la elegancia con que es capaz de representar el horror. La exposición muestra una predela con escenas de la vida de Cristo de Fra Diamante y Filippino, citada por Vasari, en la que resulta fascinante la Matanza de los inocentes: ningún pliegue de los suntuosos vestidos, niguna espada ensagrentada, ningún niño degollado, ningún caballo irrumpiendo en la sala están fuera de lugar: como si el padecimiento quedara en suspenso y de la tragedia sólo cupiera admirar la serena belleza de sus formas.

Como ciudad burguesa que fue y es, Prato contó con numerosos hijos benefactores, por lo que no ha de extrañar que abunden los retratos de homenaje. Es el caso del imponente Baldo Magini (1450-1528) del Ghirlandaio, un alto dignatario de la corte pontificia que amasó una importante fortuna y fue mecenas del monte de piedad y el hospital pratenses: vestido rigurosamente de negro en contraste con la larga barba blanca, muestra un escorzo de mano que otorga un misterioso poder a la figura. Pero el prohombre por excelencia de Prato fue Franceso di Marco Datini, un mercader que vivió entre 1335 y 1410 y que se halla sepultado en la iglesia de San Francesco. De él puede contemplarse un retrato de cuerpo entero de Ludovico Butti, realizado en 1588, en el cual Francesco "il ricco" va vestido nada menos que de cardenal. Hijo de unos humildes taberneros y formado en el arte del comercio en Florencia, Datini dejó Prato a los 15 años, huyendo de la peste, y se estableció en Avinón, donde creó una multinacional con sedes en Pisa, Génova, Valencia, Mallorca... y Barcelona. De regreso a Prato, 30 años más tarde, se dedicó también a la industria textil (tejido y tinte) y a la beneficencia. Su imponente archivo comercial se ha conservado intacto.

De Barcelona a Prato de la mano de un mercader medieval. La próxima vez que viaje a la Toscana no olvidaré visitar su tumba y el fresco alégorico del palacio Pretorio, debido a Pietro di Miniato, que retrata a Datini frente a su ciudad.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_